Carnaval, lluvia y muerte
Este sábado pasado, los cochabambinos disfrutamos de la más fastuosa expresión urbana del Carnaval en el departamento: el Corso de Corsos, cuya importancia es tal que cada año la fiesta parte la ciudad en dos, la paraliza y la adormece por una jornada. Tal es su importancia que (lo decimos con cierto orgullo regional) ni la lluvia la puede contener. Y basta con mirar las fotografías y videos, en redes sociales y medios de comunicación, de cómo los bailarines, a partir de las 21:00 aproximadamente, y a causa de la tormenta que se volcó en el valle, se dieran modos en la inundada avenida Ramón Rivero para continuar con el ritual. ¡Qué importaba que el agua llegara hasta las canillas! Carnaval era carnaval. Y el público no se quedó atrás y siguió apoyando, bebiendo y disfrutando, sin importar los empapados que estuvieran los cuerpos.
De repente, uno ve estas imágenes y no sabe si sentir orgullo, alegría, sorpresa, decepción, bronca… Hace sólo un par de meses lamentábamos la falta de lluvias con su consecuente estado de sequía, y de repente unos cuantos chubascos inundan la ciudad hasta convertir las calles en ríos, pero nada retuvo nuestro carnaval.
Al menos no este año. Fue en 2018, cuando la Alcaldía de Cochabamba tuvo que suspenderlo en solidaridad con las víctimas del turbión de Tiquipaya, que cobró cinco vidas y dejó 730 personas damnificadas. En los demás municipios más 50 comunidades habían perdido sus cultivos y viviendas. La pandemia también obligó a otras suspensiones, pero este es otro tema.
Este año, las lluvias destruyeron el paso vehicular de la avenida Uyuni, además de anegar varias casas, mientras en el resto del país, 10 municipios se declararon en alerta roja por las inundaciones y 279 en “prioridad naranja”.
Y mientras en Cochabamba se bailaba en el corso, en La Paz se lamentaba el deslizamiento de la noche anterior en Achocalla, el cual cobró la vida de una madre y sus dos hijos, y sepultó siete vehículos y 30 viviendas.
Ese fue el cuadro dantesco con el que se cerró el Carnaval este año en el país: un carnaval mezclado con lluvias y muerte. Y no es que se abogue por una nueva suspensión de la fiesta. Lo que se pide es una mayor planificación urbana para enfrentar los fenómenos meteorológicos, como las lluvias y riadas; mayor limpieza de desagües y torrenteras; un mayor control para que no se construyan casas en cuencas, ni se levanten construcciones en zonas deleznables. Si en La Paz, hoy se lamentan del caso de Achocalla, en Cochabamba se tienen varios casos en la zona sur, donde las casas se van desplomando poco a poco, producto de las lluvias y la construcción de viviendas en zonas no aptas para ello.
Si la situación sigue así, seguiremos lamentando desgracias en Carnaval o cualquier época del año y seguiremos bailando sobre nuestros muertos.