El Censo, apertura definitiva a la Bolivia urbana
El Estado boliviano se declaró “originario indígena campesino” con el triunfo electoral del Movimiento Al Socialismo (MAS) en diciembre de 2005. Correspondió a un momento creador que tuvo la capacidad de sumar una serie de circunstancias materiales que lo facilitaron.
Ideológicamente, fue la puesta en valor y el encumbramiento de una secuencia que se inició con la Guerra del Chaco, continuó con la Revolución Nacional, la recuperación de la democracia el 10 de octubre de 1982, la creación de las organizaciones sociales de clase y la puesta en valor de una asignatura que no había sido suficientemente reconocida e incorporada, y que expresaba a la masa, el sindicato, el Estado plebeyo, lo pluri-multi, la sociedad abigarrada, el proletariado, los indígenas y originarios…
El MAS no habría llegado al poder por la vía democrática sin la reforma agraria, la COB, Csutcb, la Cidob, la Asamblea del Pueblo, la UDP, Victor Hugo Cárdenas, la Participación Popular, Filemón Escobar y la maduración histórica de una consciencia política a la que no se le había dado su lugar pleno, pero para la cual la historia había abierto el camino.
En lo organizativo, y luego de varios ensayos, el descrédito de la política y de los políticos, los pactos que terminaron en negociación de mercachifles y la gestión pública tachonada de corrupción y prebendas, permitieron que una sigla, negociada con el sector más conversador de la Falange Socialista Boliviana, sirviera para aglutinar la legítima necesidad de cambio, sumando el encabronamiento, la marginalidad y la exclusión social
Un líder mesiánico, astuto y autoritario, un entorno inteligente, oportunista y complaciente y una coyuntura internacional que necesitaba un indígena ocupando el poder para cerrar los 500 años de un colonialismo avergonzado, fue celebrado como ya había sucedido con Nelson Mandela en Sudáfrica. La comunidad internacional debió consentir, a sabiendas, que el indígena era el líder de los productores de la hoja de coca que no pasaba por el mercado legal y era públicamente excedentaria del consumo tradicional.
Evo Morales en la presidencia evitó la guerra civil, aunque no logró, o no quiso, morigerar los excesos que se tornaron necesarios para que la toma del poder por los próximos 200 años, fuera revolución. Las manifestaciones de racismo, la beligerancia contra los q’aras, el anecdótico corte público de las corbatas, encontraron un escenario propicio con una reacción social conservadora y partidos políticos que no aceptaban muy bien que ya no estaban en el poder.
Para que el Estado fuese “originario indígena campesino”, debía serlo y figurarlo. El sistema aprovechó la narrativa de las 36 naciones para arrinconar a la oposición que, paralogizada, no logró reconstruir un relato que no fuese simplemente reaccionario. La realidad objetiva la ofrecían los Censos de Población y Vivienda con una pregunta muy simple: ¿cómo se podía organizar la vida de una sociedad y un Estado que abandona las áreas rurales por ausencia de condiciones materiales y se traslada a vivir en ciudades, donde la acumulación del excedente no viene de la caza, pesca ni recolección?
La paradoja no es sencilla y se complicó por cinco evidencias: el 80% de la población de Bolivia vive en ciudades que no cuentan con catastros multifinalitarios, no tienen resuelto el sistema de tratamiento de residuos sólidos, las veredas son privadas y por ello se dificultad el caminar de las personas. Son ciudades donde no existe el ocio productivo y la agenda cotidiana, lejos de la inteligencia artificial, continua con las urgencias propias de los burgos de la Edad Media: seguridad, agua, mercado, comercio y servicios básicos.
El censo del 23 de marzo de 2024, dejará claro la Bolivia del despoblamiento rural y del crecimiento de las ciudades. Esa realidad, cambia el escenario y las políticas públicas pues en la ciudad, donde ya viven los “originarios indígenas campesinos”, deberemos tener agua, salud, educación, energía y todos los servicios que necesitamos el común de los mortales, y ellos también. Indios y carayanas, bienvenidos a vivir en la misma cuadra de un barrio.
El autor es directo de Innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA