Bajo en la esquina por favor
Ni bien la ciudad se pone en movimiento cada mañana y se conecta con las urbes vecinas de Quillacollo, Vinto, Colcapirhua, Tiquipaya y Sacaba el viejo transporte emerge y cobra fuerza para llevar de un lado a otro a miles de pasajeros urgidos de llegar a su destino.
Después de tantos años el servicio ha tejido redes que garantizan el traslado de un extremo a otro y el usuario tan sólo tiene que indicar dónde sube, levantado la mano para que el conductor lo vea, y dónde se queda con un simple: Bajo en la esquina por favor.
Esa es quizá la manera más común de indicar que el transporte ha llegado al sitio correcto, pero también una señal de que el servicio es casi autogestionado por operadores que diseñan sus rutas según los mayores puntos de confluencia como mercados.
Y, aunque, muchas veces subirse a un micro, trufi o taxitrufi sea como un viaje al pasado, allá por los años 50 cuando surgieron los primeros colectivos junto con la federación que hoy aglutina a unas 136 líneas. O a los 80, cuando aparecieron los denominados “libres” con 14 líneas de microtransporte.
Los pasajeros saben que con todas sus deficiencias este transporte público es un mal necesario para llegar. Y, muchos desarrollan habilidades de para adaptarse y viajar hacinados en espacios estrechos, incómodos, cerrados y hasta peligrosos, como lo han demostrado los accidentes de los micros, con saldos fatales.
Cada día se hace más de un millón de viajes de esta forma en la región metropolitana, según el plan maestro de vialidad que alertó sobre la necesidad de modernizar las modalidades de transporte.
La meta era mejorar el servicio hasta 2025, pero los cambios demoran y no existen propuestas sólidas para la renovación ni un plan de movilidad urbana. Sin embargo, es imposible renunciar a la necesidad de tener un transporte moderno a la altura de una región que no deja de crecer y requiere medios más eficientes.
Columnas de KATIUSKA VÁSQUEZ