Ahora esperamos los datos del Censo
El Instituto Nacional de Estadística (INE) eligió el camino más complicado para la realización del Censo. Luego de una postergación inconsistente del que debió realizarse el 16 de noviembre de 2022, y de 36 días de paro nacional para arrancarle al poder una ley que garantizara su ejecución, se concretaron dos acuerdos: su realización el 23 de marzo del 2024, y que los resultados preliminares entregados en septiembre se incorporarán al Presupuesto General el año 2025. Al estilo del centralismo que ignora al Estado de las autonomías, el INE definió tiempos, etapas, cronogramas y ejecución, sin tomar en cuenta poderes territoriales, sociedad civil ni comunidad científica que expresaron, de todas las maneras, la voluntad de trabajar juntos.
A pesar de ello, el Censo deja dos evidencias positivas que, si las observaciones que se están formulando no alcanzan volúmenes exorbitantes, no modificarán su consecuencia.
La población económicamente activa identificó las 30 ciudades donde existe excedente económico y oportunidades, y hacia allá se ha trasladado sistemáticamente sin que medie una política pública de planificación territorial. Esa realidad reconoce el "vivir en ciudades" y el "abandono migratorio de las áreas rurales" como definiciones del bicentenario de la independencia. La evidencia demuestra que, en 74 años, la Bolivia “originaria indígena campesina” que en 1950 era el 74% de la población, se abre a otra de naturaleza urbana, que hoy representa el 80%.
Este no es un dato simplemente demográfico, sociológico o etnográfico; significa una modificación radical de las relaciones de la sociedad con el Estado, su modo de producción, necesidades de nuevos saberes, ajuste de los mecanismos de representación y la construcción de una visión que los reconozca y acepte. Afirmando que hoy no está en entredicho la capitalidad, fue a partir de otra ruptura económica y territorial igual de radical, erróneamente interpretada, que en 1899 se produjo la Revolución federal.
El segundo componente es la consecuencia ideológica que acompaña la vida de las sociedades urbanas. Después de la Revolución industrial, el mundo debate hoy lo que deben ser las ciudades en 2050 mientras nosotros seguimos con la agenda de los burgos de la edad media, atropellados por la inseguridad, falta de servicios, deficiente administración del agua, gestión del suelo, del transporte, mercados y basura.
Todo esto no pretende desconocer lo rural, lo comunario productivo, las nacionalidades indígenas que en Bolivia llegaron hasta el espacio con el satélite Tupac Katari y a su autodefinición como Estado Plurinacional. El triunfo electoral del MAS, paralogizó a la sociedad nacional frente a sí misma y a la comunidad internacional, necesitada de “un buen salvaje” gobernando un Estado en América Latina después de una culpa de 500 años.
Tendremos que incorporar, a marcha forzada, los catastros multifinalitarios, las soluciones para los residuos sólidos, la superación de las veredas privadas, y el debate sobre el ocio productivo, la ciudad de los 15 minutos o las supermanzanas que buscan limitar el transporte al existir concentración de servicios en espacios que deben alcanzarse caminando; ciudades climáticamente neutras, más allá de ciudades inteligentes con tecnologías 5G, semáforos conectados con el tráfico, medición de la contaminación en tiempo real, con disminución de combustible fósil, vehículos eléctricos, viviendas con climatización renovable, disminución de gases de efecto invernadero en ciudades verdes, caminables, que alienten actividades físicas y culturales para sus habitantes, y que administren el turismo territorial.
Es una meta mundial alcanzar ciudades ambiental y socialmente sostenibles, con reducción del uso de coche privado, potenciando la movilidad compartida, con transporte público de calidad, desplazamientos a pie, en bicicleta, pedidos on line, con aplicaciones totales en el celular. Tenemos que saber qué significan los edificios y viviendas que mejoran la eficiencia energética con aislamiento térmico, el mejor uso del espacio público, con más árboles, con estímulos que superen la hostilidad contra niños y personas mayores, y fortalezcan la cohesión social.
El Censo 2012 nos deja una línea de base de seis indicadores: 1) 60% de la población es menor de 30 años, 2) el 80% de la población ahora vive en ciudades, 3) nuestro mercado interno es reducido y debemos competir internacionalmente si queremos crecer, 4) hemos consolidado una clase media que consume, tiene creatividad, fuerza de trabajo y demanda servicios, 5) hay la necesidad de un reordenamiento del territorio a través de ciudades intermedias, y 6) estamos conectados en tiempo real mediante la inteligencia artificial, con un mundo cada vez más pequeño.
Para enfrentar esta realidad, el INE, que definió la ruta del censo a su imagen y semejanza, debe garantizar la transparencia de los datos y su entrega en los plazos acordados. A diferencia de Chile y Paraguay que dejaron en suspenso sus censos, nosotros lo necesitamos con urgencia para cumplir la ruta constitucional de elecciones en 2025 y 2026. Para que no existan dudas, voy a decirlo con suavidad y firmeza: desarrollo, economía y elecciones en 2025, con proyecciones del Censo del 2012, no son admisibles.
El autor es director de Innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA