Los fantasmas de Evo Morales
Hay fantasmas que no dejan dormir a Evo Morales, entre ellos los de varias de las personas que fueron asesinadas en el hotel Las Américas de Santa Cruz en la madrugada del 16 de abril de 2009, en el primer y más trágico capítulo de una ficción creada por la inteligencia cubana y financiada desde Venezuela, para acabar con la resistencia democrática de lo que entonces se conoció como la media luna.
Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija eran los únicos departamentos donde Morales no había ganado en las elecciones del 18 de diciembre de 2005 y, por eso, desde los primeros días de su gobierno el objetivo del nuevo mandatario fue montar una trama para golpear política y económicamente a las organizaciones que ponían trabas en su camino al poder absoluto.
Inesperada por la amplia diferencia con el segundo y por haber sobrepasado por primera vez en democracia el 50% de los votos, la victoria obligó al inexperto presidente a buscar apoyo fuera para poder conformar un Gobierno dentro, pero sobre todo para saber cómo lidiar con una oposición que supuestamente amenazaba con crear una suerte de Gobierno paralelo del otro lado de la cordillera.
No es extraño que, en este escenario de desconcierto inicial, en el que la euforia de haber llegado al poder chocaba con la sensación de temor que inspiraba la idea de gobernar, el MAS y Evo Morales en particular, hubieran apelado a la experiencia inmediata de Venezuela y de Hugo Chávez y al manejo estratégico de Cuba. Así, en la primera reunión de gabinete el invitado de honor, sentado junto a Morales, fue el líder venezolano, orgulloso de compartir un logro que representaba ampliar el radio de influencia de la “revolución” bolivariana.
El cruce entre los dólares venezolanos para apuntalar proyectos sociales y de la inteligencia cubana para neutralizar y prácticamente eliminar a la oposición, fue la característica central de la primera etapa de la gestión de gobierno del MAS, junto a los temas medulares de la agenda interna, nacionalización y asamblea constituyente.
Ese es el escenario en el que se llega al 16 de abril de 2009, la madrugada en que los pocos empleados del hotel Las Américas y posiblemente algunos huéspedes desvelados fueron sorprendidos por el ruido de una intensa balacera en una de las habitaciones del descuidado inmueble de la avenida 21 de mayo.
La operación terminó con el traslado de los cuerpos sin vida de Eduardo Rózsa Flores, Arpad Magyaroisi y Michel Dwyer, cubiertos por sábanas en la parte trasera de una camioneta de la policía y la captura de Elöd Tóásó y Mario Tadic.
Lo que se dijo primero fue que se trató de un enfrentamiento para desarticular una célula terrorista, integrada por mercenarios extranjeros y contratada por dirigentes locales con el objetivo de separar a Santa Cruz del resto del país, lo que abrió el terreno para una segunda arremetida, esta vez contra líderes regionales de oposición, a quienes, se persiguió, detuvo o exilió por la misma causa.
Parecía una historia verídica, con elementos precisos y protagonistas de una película violenta, con antecedentes de haber participado en la guerra serbo-croata en los Balcanes, cuyo traslado a Bolivia había sido financiada por grupos de poder económico que no estaban dispuestos a perder sus privilegios, ni a someterse al gobierno de un indígena de occidente, Evo Morales, por el que no había votado la mayoría de los cruceños.
Pero no hay crimen perfecto, ni historia que se sostenga por mucho tiempo con argumentos frágiles. Pronto se supo que en el hotel Las Américas no hubo un enfrentamiento, sino “tortura, trato inhumano y ejecución extrajudicial” y que el proyecto separatista al que presuntamente estaban vinculados solo existía en la febril imaginación del Gobierno.
Además, este es quizá uno de los aspectos más relevantes de la investigación realizada por quienes fueron objeto de una despiadada persecución política, se descubrió que el pasaje con el que Eduardo Rózsa Flores había llegado a Bolivia, fue pagado con una tarjeta de crédito a nombre de Félix Osorio, que era ministro secretario del gobierno de Hugo Chávez.
El caso terrorismo se desmoronó de manera más o menos rápida en términos cronológicos, pero posiblemente la experiencia negativa haya sido mucho más prolongada para los detenidos injustamente y hasta interminable para los parientes de los fallecidos en el primer operativo, que hasta hoy impulsan procesos en contra del Estado boliviano por el asesinato de sus familiares.
Los fantasmas del hotel Las Américas persiguen a Evo Morales, porque los procesos que hoy se siguen contra el Estado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos y que, en primera instancia, obligan a indemnizar económicamente a los familiares de una de las víctimas, son posiblemente la primera estación de un camino legal que eventualmente podría llevar al procesamiento del exmandatario en tribunales internacionales.
Lejos del poder, decepcionado por la traición de sus herederos políticos, protagonista él mismo del desenlace de las ficciones que ayudó a crear, incluidas las más íntimas que fueron motivo de escándalo por relaciones amorosas y supuestas paternidades no reconocidas, Morales ha comenzado a sentir el sabor de sus primeras derrotas.
Columnas de HERNÁN TERRAZAS E.