¿De qué sirve identificarse con una tribu?
Puedo estar equivocado, pero...
Bolivia es un país esencialmente urbano y, a pesar de todo, bastante conectado con el mundo. Buena parte de la población, sobre todo los jóvenes, tiene aspiraciones relativamente modernas en cuanto a consumo y proyectos de vida. Podemos diferir en esto, pero estoy muy seguro de que sólo unos pocos loquitos desean en verdad reconstruir Tiwanaku o convertirse en nómadas guerreros en las llanuras del oriente.
Lo lógico sería que nos ocupemos de transformar la economía de este país. Digo, ¿se imaginan cómo serían las cosas si tuviéramos la capacidad de producir bienes más sofisticados o de ofrecer al planeta servicios más complejos? Tendríamos mejores ingresos y más personas alcanzarían un nivel de vida correcto, gracias a su trabajo y no por alguna limosna estatal. Eso se consigue mejorando la calidad y alcance de la educación, obviamente. Con más ingenieros, economistas, científicos y matemáticos, llegaríamos lejos, sin duda.
Entonces, ¿por qué hemos perdido las últimas tres décadas en decidir a qué tribus pertenecemos? Me dicen que es esencial, pero la verdad no logro encontrar la utilidad de la autoidentificación... ¿Qué cambia en mi realidad si me considero yuki, vikingo, mesa de noche o paquidermo? Y me dicen que encima hay treinta y pico tribus “oficiales” de donde escoger.
Casi parece una conspiración para mantenernos en el atraso. Pero no creo... ¿o habrá gente tan bruta como para reclamar “reconocimiento” en lugar de agua potable o buenas escuelas? ¿O gente tan perversa como para defender esa mentira? Me sorprendería mucho.
Supongo que todo esto quedará en el misterio. A menos, claro está, que algún amigo que se identifique como dragón o escoba me explique su decisión. Los escucho.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ