¿Qué hacer frente a un año tan, pero tan complicado?
Es triste decirlo, pero el comercio exterior boliviano empezó el año con el pie izquierdo. Sin embargo, como de toda situación indeseada puede surgir una oportunidad cuando se la encara adecuadamente, es de esperar que la preocupación del sector privado coincida con la de las autoridades, y se puedan tomar las medidas que el caso amerita.
Según un último reporte del Instituto Nacional de Estadística, Bolivia inició la gestión 2024 con un saldo deficitario de 171 millones de dólares en su intercambio con el mundo: El valor de las exportaciones cayó 29%, pese a que su volumen bajó sólo un 1%, infiriéndose que ello podría derivar de un efecto-precio externo negativo.
En términos absolutos, las ventas externas del país, comparadas con enero del 2023, cayeron 243 millones de dólares, y apenas cerca de 12.000 toneladas en volumen, algo que debe llamar la atención dado que dicho balance se hace contra un mal resultado que se dio por razones externas, como la caída de las cotizaciones internacionales de las materias primas, y también por causa de los problemas internos que, como en el caso de los bloqueos, impactaron negativamente en el sector.
En lo que hace a las importaciones, en el primer mes de este año, también bajaron un 10% en valor y 3% en volumen, destacando que un 82% de las compras externas tuvo que ver con insumos (27%), combustibles (23%), bienes de capital (20%) y equipos de transporte (13%), todo lo cual no se puede dejar de importar porque coadyuva a producir bienes y servicios, tanto para el mercado interno como para la exportación, de ahí que la importación no es mala, sin embargo, el tema es cómo financiarla.
El resultado de ambos comportamientos a la baja observados en enero, con las ventas externas cayendo más que las importaciones, fue el déficit comercial, en otras palabras: lo exportado por el país no alcanzó para pagar lo que compramos desde el exterior.
El desbalance en el primer mes del 2024 debe llamar profundamente a la reflexión, ya que, más allá de que el déficit se haya podido producir por causas externas que no controlamos —al ser tomadores de precios, por ejemplo— hay cosas que sí podemos hacer en lo interno para impedir su acentuamiento a lo largo del año, en aras, sobre todo, de aumentar el ingreso de dólares al país, porque, no con poco dolor, todo el mundo sabe ya que la divisa estadounidense había sido importante para moros y cristianos.
A estas alturas del partido, los importadores enfrentan graves situaciones para poder desarrollar sus actividades con normalidad, ya que en ausencia de un “mercado libre” (donde está prohibido vender la divisa por encima de Bs 6,97) están entre dos posibilidades: hacer cola para conseguir dólares “regulados” —que son escasos— o recurrir al “mercado negro” que no debería haber, pero existe, y donde el cielo es el límite.
Frente a este problema, no queda otra posibilidad que optar por las exportaciones como fuente principal de divisas para la economía nacional, aclarando que no solamente los importadores, sino también los propios exportadores, precisan dólares para contratar servicios en el exterior —transporte, seguros, puertos, forwarders, etc. — de ahí que un dólar escaso o más caro va a impactar, con seguridad, de manera negativa sobre su competitividad e ingresos, como está pasando con los particulares, para viajar al exterior por diferentes motivos: estudios, salud, etc.
Las consecuencias de esta indeseada realidad ya se están sintiendo: el ritmo de las importaciones está empezando a caer, lo que podría conllevar problemas de abastecimiento, sabiendo lo que pasa con los precios cuando un producto escasea en el mercado; los costos de los bienes extranjeros están empezando a subir (con el agravante de que más del 80% no se puede dejar de importar, por lo dicho arriba) de tal forma que los productores verán subir sus costos de producción, al igual que los consumidores. ¿Qué hacer para que no empeore la situación? Algo muy sencillo:
Dar al sector exportador el lugar que le corresponde —cuidarlo, apoyarlo e incentivarlo en su esfuerzo— es lo que corresponde, muy especialmente cuando de él depende la solución estructural a este problema; mucho más, considerando que el mismo viene de ser muy golpeado en 2023 por su caída en 2.800 millones de dólares respecto del año precedente y, porque en enero le fue mal.
Los minerales cayeron 216 millones de dólares, los hidrocarburos bajaron 53 millones y quienes una vez más sacaron la cara por el sector, fueron las exportaciones no tradicionales que subieron 26 millones gracias al aumento de su volumen en 50%, eso como efecto del esfuerzo productivo e inversión del sector agroalimentario, principalmente, que ayudó a compensar la caída de precios. Precisamente, es a este sector al que hay que escuchar en sus necesidades para que invierta, produzca y exporte más, y sus dólares financien las importaciones, especialmente cuando enfrentamos un año tan, pero tan complicado.
El autor es economista, magíster en comercio internacional y gerente del IBCE
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