Ciudadanos indiferentes
La universidad pública también da pista del sentir ciudadano. Los últimos resultados de las elecciones para rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) muestran que el número de votantes en las filas estudiantiles no era el esperado. Según informes oficiales del comité electoral de esa casa de estudios superiores, presidido por Guillermo Mariaca, de 64.872 estudiantes habilitados, 25.136 no asistieron a las urnas: el 38,75% del total.
Parece que los jóvenes preocupados por su futuro incierto y la falta de oportunidades laborales reales se sienten ajenos a las veleidades de la política universitaria.
¿Cuánto han expresado los diversos frentes las aspiraciones de los jóvenes? En mi modesto juicio los candidatos han dado más relieve al estamento docente y a la defensa irrestricta de este gremio. No está mal, acercarse a las necesidades de uno de sus mandantes, más influyentes por el voto ponderado de 50 a 1 que representan, pero, aunque parezca reiterativo, los jóvenes son el futuro de esta nación. Y una universidad responsable con el devenir del país, a más de depositar esperanzas en ellos, debería verlos como los nuevos forjadores de la patria.
Por eso, la formación que imparte la universidad pública es determinante a más de los valores que se necesita acentuar para que los ciudadanos sean probos, eficientes y seriamente comprometidos con las regiones y el país.
Hoy los resultados evidencian que hay que trabajar más en las virtudes cívicas. Que el declive de ciudadanía visto en la universidad es una pista del desinterés que sienten los jóvenes de lo que hacen sus gobernantes, que otra forma de hacer política comienza a permear las voluntades de las personas entre 18 y 29 años, que tanto los países como las universidades requieren de líderes que traigan consigo ideas frescas y plausibles para sacar adelante los países y las universidades requieren transformaciones desde adentro.
Si las universidades no invierten más en internacionalizar a sus estudiantes, la endogamia nos ganará la partida y pensaremos que la mejor respuesta a la búsqueda de empleo es ser un burócrata. Eso no está mal, pero el horizonte de los jóvenes debe expandirse, crearse, no constreñirse al universo chico de la burocracia estatal.
Los jóvenes de este siglo quieren dejar de lado, las manidas formas de la política convencional, los discursos plagados de promesas que cautivaban a las masas, 30 o 50 años atrás. Quieren rostros renovados con ideas firmes, que conecten con ellos. Tampoco, reverencian al poder sacralizado de líderes eternos ni de reyes y princesas fuera del mundo real. Quieren gobernantes cercanos, que sientan las necesidades de los ciudadanos sin prejuicios retrógrados, con discursos auténticos y un poder que encarne sus aspiraciones en tanto potencial del país y que genere políticas públicas para los grupos vulnerables.
No es que los jóvenes no estén preocupados por el país o les dé lo mismo uno que otro, es que sus expresiones de interés por sus gobernantes son distintas y sus formas de respeto, también. De hecho, se divierten con TikTok y los mensajes rápidos e irreverentes que, en muchos casos, emiten los políticos, pero también entienden que las formas del poder se guardan. Que los líderes son expresión inequívoca de forma y fondo, sustancia y contenido. Los jóvenes en Bolivia y el continente están en búsqueda de esos liderazgos que sientan que el compromiso con el país es a fondo y lo demuestren.
La autora es docente titular de la UMSA e internacionalista
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