Políticas públicas para la economía creativa
En previas ocasiones tuve la oportunidad de exponer la necesidad de apostar por la economía creativa en Bolivia, resaltando la importancia del emprendimiento privado que usa como principal recurso la creatividad y la innovación. En esta ocasión, y aprovechando que el 21 de abril es el Día Internacional de la Creatividad y la Innovación, reconocido por la Ley municipal No. 1354, me atrevo a recomendar algunos puntos de orientación para políticas que ayuden a fomentar este sector, los cuales surgieron como resultados de un proyecto del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) con el apoyo del Center for International Private Enterprise (CIPE) y con la participación del Instituto de Progreso Económico Empresarial (IPEE) de la Unifranz.
Desde la perspectiva política, es imperativo establecer un marco que no solo permita, sino que fomente el emprendimiento, la innovación y la creatividad a través de políticas claras y efectivas. Esto incluye la protección de la propiedad intelectual como la propiedad privada en general, asegurando que los creadores y emprendedores puedan beneficiarse de sus innovaciones sin temor a la expropiación o la copia ilegítima de sus obras y productos.
Además, es crucial simplificar los trámites administrativos y reducir la burocracia que asfixia a las nuevas empresas, muchas veces antes de que puedan despegar. Para esto, podemos animarnos a reemplazar certificaciones previas por declaraciones juradas de cumplimiento de ciertos estándares. De ese modo, un empresario puede declarar que conoce y cumplirá ciertos estándares y queda libre para operar, pero sujeto a multas y penalizaciones si no cumple, las mismas que se potencian por el falso juramento.
Las autoridades locales también pueden jugar un papel determinante en este sentido, puesto que sigue siendo una traba enorme en términos de tiempo y recursos para un emprendedor obtener licencias de funcionamiento o licencias de publicidad exterior que no necesariamente responden a la realidad de los negocios. Finalmente, no debemos dejar de lado la eficacia de los estímulos impositivos. Una simplificación y reducción de impuestos no sólo contribuiría a estimular la creación de nuevas empresas, sino que también permitiría transparentar el destino de los tributos, logrando incluso crear un sistema de mecenazgo donde el contribuyente podría elegir a qué organización cultural o artística destinar un porcentaje de sus impuestos.
En el ámbito económico, la competencia se presenta como una necesidad imperiosa. Debemos abrir nuestra economía al mundo, no solo para atraer inversiones extranjeras y volver a atraer dólares al país, sino también para insertar nuestros productos y servicios en la cadena de valor global. Esto requiere de una modernización de nuestra infraestructura, tanto física como digital, y de una política comercial exterior agresiva que busque abrir nuevos mercados para los productos bolivianos, especialmente aquellos generados por la economía creativa, que en muchas instancias, como el software o la música, son increíblemente fáciles de exportar.
Asimismo, el Estado debe actuar como un facilitador y no un regulador del emprendimiento, proporcionando acceso a financiamiento y capital semilla para startups, especialmente en sectores de alta innovación como la tecnología, las artes digitales y las industrias culturales.
Socialmente, es fundamental desarrollar una cultura que valore el riesgo y la innovación. Esto implica no solo apoyar a los emprendedores a nivel material, sino también cambiar nuestra percepción cultural sobre el fracaso, viéndolo no como un final, sino como un paso frecuente en el camino hacia el éxito, como parte de un proceso de aprendizaje. Las políticas en este ámbito deben incluir programas de mentoría y asesoramiento, redes de contacto que faciliten el intercambio de conocimientos y experiencias, y una fuerte campaña de sensibilización sobre la importancia de la innovación y el emprendimiento para el desarrollo nacional.
En cuanto a la educación, tenemos la necesidad urgente de repensar y reformar nuestro sistema educativo. Debe ser un sistema que promueva la creatividad, el pensamiento crítico y la resolución de problemas, habilidades esenciales en la economía del conocimiento. Esto implica promover metodologías de enseñanza activas que incentiven la participación y la experimentación práctica de los estudiantes, preparándolos no solo para ser empleados, sino para ser creadores de empleo. La colaboración con el sector privado es clave para asegurar que la formación ofrecida esté en línea con las necesidades del mercado laboral, y la inversión en tecnología educativa es fundamental para modernizar el proceso de aprendizaje. Debemos promover la diversificación del currículum de manera que las escuelas tengan toda la libertad de ofrecer diversas opciones y compitan entre ellas, dando a los padres y alumnos la posibilidad de elegir entre artes y ciencias, o entre humanidades y tecnología, mostrando resultados efectivos y reales.
En conclusión, para que Bolivia pueda prosperar en su bicentenario por medio de la economía creativa, debemos adoptar un enfoque holístico que abarque reformas políticas, económicas, sociales y educativas. Esto implica fomentar un ambiente donde la creatividad y la innovación sean el motor del desarrollo, liberalizar nuestra economía para integrarla al mercado global y empoderar a los emprendedores bolivianos, y construir un sistema educativo que prepare a las futuras generaciones para los desafíos del siglo XXI. Con estas acciones, Bolivia no solo podrá alcanzar un desarrollo sostenible, sino también posicionarse como líder en la economía creativa y la innovación en la región.
El autor es investigador del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres)
Columnas de SANTIAGO LASERNA FERNÁNDEZ