Desorden mundial e impunidad
El descomunal asedio a la franja de Gaza con el que el Ejército israelí ha respondido al ataque —también brutal— de Hamás, hace siete meses desde tierra palestina, tiene abrumados a quienes mantienen todavía una brújula moral, por encima de alineamientos ideológicos o intereses de realpolitik solamente.
Sumado a ello, los sucesivos intentos de detener la violencia desde el Consejo de Seguridad de la ONU, con una resolución —aprobada con la abstención de EEUU— que finalmente ordena el cese del fuego, pero que Israel desoyó, quizás por ser un Estado que nació amparado con el triunfo de los aliados de la II Guerra Mundial y que desde entonces es el ariete de las potencias occidentales en Medio Oriente, “zona caliente” de la disputa geopolítica y cultural del orbe.
¡Cuán convulso tiene que estar el mundo para que los sucesores de las víctimas del Holocausto nazi de los 40 del pasado siglo sean ahora los victimarios del pueblo palestino! Porque hoy esos atropellos y crímenes los vemos casi a diario merced a las tecnologías de la información y no hay manera de ocultarlos ni ampararlos en el derecho a la legítima defensa; pues ese derecho no puede justificar desproporciones inequívocas, cuando vemos ciudades devastadas incluidas arremetidas a hospitales y escuchamos decir al primer ministro israelí que “con o sin firma de tregua” embestirán a Rafah (una de las últimas ciudades más o menos ilesas allí) para exterminar a “batallones de Hamás”, y las víctimas de la población civil, consideradas “daños colaterales”.
Hay, sin duda, elementos similares en el cuadro de época parecido al periodo de entreguerras, donde surgieron el fascismo italiano y el nazismo alemán en confusión de valores y emergencia de fanatismos que sólo ven un lado de la situación y cargan maniqueamente contra el otro. Desde Sudáfrica hace pocos meses y, sin duda, para compensar su triste imagen de dictadura de viejas épocas, también desde Nicaragua han buscado el amparo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya con resultados modestos en el primer caso y nulos en el segundo. Y aunque éstos hubieran sido contundentes, el “halcón” militarista Netanyahu israelí tampoco los hubiese acatado. Estamos presenciando un ejercicio impune del poderío militar, lamentablemente respaldado por las potencias occidentales, y por eso las protestas estudiantiles en EE.UU. y Europa parecen más promisorias para presionar a sus respectivos gobiernos para detener esa desmesura.
El hecho de la reemergencia del antisemitismo no puede ser argumento para aplaudir el sionismo desbocado. Ningún pueblo o Estado tiene derecho a exterminar a otro y felizmente hay voces que van sumando esa indignación que algún momento, ojalá pronto, devenga en decisiones vinculantes provida. Los alineamientos en el caso de la invasión de Rusia a Ucrania han coincidido más con los poderes hegemónicos en Occidente, pero se mantiene el riesgo de escalar el conflicto hasta salirse de las proporciones actuales, y es poca la proactividad para detener éste. Lo que ratifica ese aire enrarecido de la política mundial actual.
En América Latina, que fue mayormente territorio de paz en el siglo XX, al menos en el plano internacional, hoy vemos aumento de tensiones resultado de injerencias, menos por respeto a derechos humanos, que por bloques ideológico-políticos, como fue el caso del asilo mexicano al exvicepresidente ecuatoriano y la sorpresiva incursión policial en esa sede mexicana en Quito; y la todavía vigente entre Panamá y Nicaragua por el asilo de esta última al excandidato -y expresidente- Martinelli.
Con relación a nuestro país, en el pasado reciente tuvimos episodios de injerencia a favor del MAS pese a sus obvias transgresiones a la legitimidad democrática (desconocimiento del 21F y fraude electoral) de los “duros” del denominado Socialismo siglo XXI y de los gobiernos mexicano y argentino. Pero como no ocurrió en los últimos 80 años, la política exterior boliviana va de tumbo en tumbo, sucesivas derrotas en La Haya y penosísimo alineamiento con los regímenes autoritarios a favor de Rusia en la guerra con Ucrania.
La principal diferencia que se percibe con el señalado periodo entre guerras del pasado siglo es la ubicuidad de cámaras, ojos indiscretos que no necesitan permisos, cierto que, con poco orden y concierto, que con voluntad de comprensión puede aguzar conciencias ciudadanas que cada vez son menos locales en este nuestro único mundo.
La plataforma Una Nueva Oportunidad y Los Tiempos fomentan el debate plural pero no comparten necesariamente los puntos de vista del autor
Columnas de GONZALO ROJAS ORTUSTE