Margarita deshojada
Nicolás Maduro tiene algunas razones para sonreír:
1.- Nadie pudo moverlo del poder desde 2013 hasta ahora (¿se va este año?).
2.- Ese “nadie” no es poca cosa. Los días 22 y 23 de febrero de 2019, unos 50 países del mundo estaban preparando su caída. El hecho se conoce como “El Cucutazo”, en alusión a la frontera entre Venezuela y Colombia. Hubo un concierto, camiones con ayuda humanitaria y la expectativa de que se produciría un levantamiento de los militares contra Maduro. El diputado Juan Guaidó ya se imaginaba con la bandera rojo, oro y azul en el pecho.
3.- Todos sus enemigos en la región se fueron antes: PPK en Perú, Duque en Colombia, Trump en Washington, Áñez en Bolivia, Piñera en Chile o Macri en Argentina. Él sigue en pie, no era Maburro.
4.- El secretario de la OEA, Luis Almagro, es hoy un cadáver político.
5.- La izquierda latinoamericana, incluido Petro, ha dejado de repudiarlo, dejó de ser el apestado.
6.- Mediante un acuerdo patrocinado por México y Noruega (el pacto de Barbados), Maduro está a punto de celebrar unas elecciones que probablemente serán reconocidas en sus resultados dado que la oposición en su contra ha vuelto a unirse en torno a un candidato.
Cerramos este texto con la séptima razón: Bolivia.
Con una diferencia de horas, Maduro ha tenido en Caracas a Evo Morales y Luis Arce. Como si fuera un consultorio dental, los dos enconados enemigos dentro del MAS le han rendido honores, a su turno, al corpulento exdirigente sindical venezolano.
A Evo le mandó un avión, el taxi más caro del mundo. A Luis Arce lo tuvo como presidente invitado del ALBA. Nadie sabe todavía que se odian.
Al final de la partición del MAS, Maduro dará la bienvenida, en 2025, al jefe de la facción ganadora, si es que no pierde las elecciones de julio, claro.
Columnas de LA H PARLANTE