Romel Chicano y el magistrado muerto
So sabían los justos y lo suponían los injustos, lo habían vivido los humildes y lo supieron saborear los poderosos, e incluso lo respiraban a diario los litigantes y lo sufrían los abogados: el sistema estaba podrido.
Lo triste era que no se trataba de cualquier sistema, en entredicho estaba nada más y nada menos que el sistema judicial, el garante del sistema de pesos y contrapesos que evitaba la acumulación del poder y que fue fruto de la genialidad de un francés, que allá por el siglo XVIII, supo idear las bases del Estado moderno.
La mañana en que Romel Chicano se enteró de que el proceso de elección judicial iba a anularse por un mandato judicial, no se sorprendió. Como abogado de profesión, sabía muy bien que hace mucho tiempo que la justicia nacional se batía entre la muerte y la miseria, lo decía la evidencia, lo exponía la falta de capacidad profesional, pero sobre todo lo gritaba la carencia de ética.
Romel Chicano hubiese pasado todo el día rumiando respecto de la influencia de la política en la justicia del país, nombrando ejemplos rimbombantes que podían ir desde la persecución política hasta la habilitación ilegal de algún exmandatario, pero eso hubiese sido más de lo mismo. Menos mal que sus intentonas reflexivas se toparon de frente con el incremento salarial y la subida de sueldos del presidente y sus ministros—.
—El país se está por ir al carajo —afirmó.
No hubo dicho esto, cuando el espíritu de su abuelo se le apareció plagado de unos insectos infecciosos que le entraban por la nariz y quién sabe por dónde le saldrían; con unos ciempiés, más que lombrices, que iban por su barbilla y se frotaban contra sus encías.
Romel Chicano recordó ahí que su antecesor fue en vida un magistrado de alto rango que cayó en pecado al involucrarse en política y que nunca supo ni cómo ni cuándo, pero en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en el fiel ejemplo de la corrupción y el favoritismo.
—Yo me fui el carajo —le dijo el abuelo.
—Muchos más irán tras tuyo —le dijo a la imagen deforme del viejo que era devorado por los insectos—. Ellos sólo están sembrando hoy lo que les devorará mañana.
Columnas de RONNIE PIÉROLA GÓMEZ