Despacio con los jóvenes
Los jóvenes desde los otrora jóvenes de mayo 68 en París, buscan formas auténticas en cuestiones decisivas como el valor de la política en la propia vida y en la colectividad; un amor renovado por el conocimiento y la creatividad; cambios rotundos en los sentidos de amor y la libertad sin etiquetas ni clichés, en un mundo condicionado por presagios y visiones de otros. “La imaginación al poder” en el centro de la vida personal y pública.
He tenido la oportunidad gracias a las volatilidades del mundo del trabajo en Bolivia, de conocer de cerca el mundo de los jóvenes en el país y en Latinoamérica, particularmente en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, España, Uruguay, México y Venezuela. He conocido jóvenes de universidades públicas, como jóvenes de clase media y media alta, jóvenes en situación de bonanza económica como en situaciones precarias de movilidad humana y jóvenes en situación de vulnerabilidad extrema. El común denominador ha sido la esperanza y el cambio. Los jóvenes actuales están poniendo el acento en una sexualidad que respeta la gama de diversidades, el entender otras formas de respeto, fuera de los convencionalismos y un sentido nuevo del hedonismo, donde disponer de más tiempo para sí mismos es sinónimo de calidad de vida.
Ciertamente, su sentido de acumulación de capital es distinto. Reciclar es parte de un respeto nuevo por la naturaleza y disfrutar de la vida cotidiana es una máxima que está en el centro de sus vidas. No aspiran, por tanto, a trabajar como lo hicieron sus padres, que dejaban la vida en el trabajo o sólo hablaban de eso en la cena familiar. Buscan otros sentidos a la existencia, más ligado a la calidad, con todas sus letras, pretenden ser menos enraizados en las tradiciones y convencionalismos, por eso, el matrimonio ha pasado a un segundo plano y miran de reojo a los políticos, que no constituyen referencia del futuro que quisieran.
Sus afectos están descentralizados y observan a sus padres como seres de carne y hueso y entienden que son humanos y pueden equivocarse. Quizás para el gusto de los adultos, pasan demasiado tiempo en compañía de amigos virtuales y están más proclives a pensar que el cambio es un camino necesario en la vida y en sus diferentes estaciones.
Me gustaría saber cómo trabajan sus lealtades, de lejos, me parecen efímeras. Quizás viven de sensaciones más momentáneas en función de la adrenalina. Lo que sí tienen claro en las clases medias es que la preparación para el trabajo requiere una actualización permanente, por eso su frenesí de acumular titulaciones en un incierto y cambiante mundo laboral.
La búsqueda de autenticidad es una constante en los jóvenes de antaño y los de ahora. Quizás, las formas varíen, pero ser uno mismo con todas sus contradicciones y disputas internas y la responsabilidad por el bien común de la humanidad sigue siendo el detonante fundamental para mover las ruedas de la historia y buscarse un lugar en él. Eso también, hacen los jóvenes desde tiempos inmemoriales desde las huestes libertarias de los enfervorizados esclavos comandados por Espartaco en el año 63 a. C. hasta los valientes estudiantes chinos que se insubordinaron contra el orden estatal en junio de 1989 en la plaza de Tiananmen en Beijing y generaron un movimiento contestatario que se extendió a otras ciudades y alcanzó resonancia internacional. Hoy, los jóvenes desde distintas plataformas y redes sociales denuncian a gobiernos como el de Cuba que acumula desilusión y desencanto a más de 60 años de revolución.
Todo esto, para situar que los jóvenes en diferentes períodos históricos representan el enfrentamiento de lo nuevo y lo viejo, dos categorías dialécticas contrapuestas.
Al ser parte de su mundo, la cultura digital y las redes sociales, se vuelven parte sustancial de su existencia y los tiktokers y los influencers, voces inspiradoras y creíbles. Por eso, los políticos jóvenes como Bukele en El Salvador y Noboa en Ecuador, realizan sus campañas a través de las redes. Y ciertamente, la identidad de los grupos de afinidad juega un rol preponderante en sus decisiones políticas. Los jóvenes distintos a sus padres y abuelos, se vinculan al mundo de los afectos vitales y al trabajo desde otras lealtades más libertarias, dúctiles y ajenas completamente al qué dirán. Esa expresión no les es propia. Cada tiempo histórico sigue un movimiento continuo según sus propios códigos y normas. Los jóvenes hacen lo suyo. Está claro que quieren un mundo distinto donde la autenticidad campee y el “deber ser” rígido de los mayores entre en discusión. Solamente, con nuevos parámetros y lógicas de acción harán los cambios que el orden mundial y personal requiere.
Columnas de NELLY BALDA CABELLO