“¡Ahora sí, guerra civil!”
La consigna del título cobra nuevamente relevancia ante la posibilidad de que Evo Morales pierda la sigla y quede definitivamente apartado de la carrera electoral. Ambas posibilidades, ciertamente, por las reacciones que tiene, son apocalípticas para el enfermo del poder.
Las amenazas de violencia y muertes, en una guerra interna, fueron vertidas por el Ejecutivo de la CSUTCB “evista”, Ponciano Santos, dejando entrever que se trata de una estrategia política para: recuperar el poder en las organizaciones sociales, recuperar la sigla y habilitarse como candidato. En las circunstancias actuales, este sería el último camino que le queda.
Las organizaciones sociales, con representación genuina, están con el que tiene el poder -ojo, siempre estarán con el poder de turno-. En el Tribunal Supremo Electoral, entre los vocales, la correlación de fuerzas no está a su favor. Del mismo modo, el Tribunal Constitucional Plurinacional —que ya lo inhabilito— está controlado por el oficialismo. Ahora, el poder que todavía cuenta en la Asamblea Legislativa Plurinacional, no le alcanza y es absolutamente insuficiente para lograr su obsesión.
Para un enfermo del poder, que lo tenía absolutamente todo, el escenario actual, con tantas derrotas después del 21F, debe ser terrible y desesperante. La intención de retornar al poder, de cualquier forma y a cualquier costo, expone nuevamente su naturaleza perversa. Sembrar caos y violencia extrema, para propiciar el retorno; otra vez, pone de manifiesto su tendencia sanguinaria. Sólo en la mente de un enfermo, puede caber esa macabra idea de generar un escenario “dantesco” para retornar en hombros al poder.
Cuando sostengo que “otra vez” expone su tendencia sanguinaria, quiero enfatizar que, en la crisis del 2019, cuando las calles lo arrinconan y lo obligan a renunciar, ya había optado por la sangre y la violencia. El vacío de poder, que provoca con la renuncia en línea, para que no exista ninguna posibilidad de sucesión constitucional, fue su macabra estrategia. En esos días de “vacío de poder”, Bolivia vivió los días más terroríficos de su historia, con violencia aguda, saqueos, incendio de casas, toma de estaciones policiales, enfrentamientos y muertes.
Si la justicia, más que preocuparse en la absurda idea de “golpe de Estado”, investigara las movilizaciones pagadas y las bajas que genera ese “vacío de poder”, todas las muertes provocadas en Sacaba y Senkata, tendrían un responsable: Evo Morales.
En los actores de esa violencia, estaba el grupo de “vándalos” pagados. Ellos, en la ciudad de El Alto, hicieron público la consigna de Morales, de ese momento: “¡Ahora sí, guerra civil!” No fue, como se puede colegir del análisis de las imágenes, un grito espontaneo. Había libretos definidos. En esos días negros, el enfermo del poder, expone, en una suerte de estriptís, su instinto sanguinario.
Ese instinto y predisposición a la violencia, se revelan nuevamente hoy con sus amenazas de que, “si no quieren habilitarlo como candidato a la buenas, será a las malas”. Si los psicólogos analizarán cuidadosamente esa frase, colegirían de que padece del “Sindrome de Hubris”, en estado extremo. Es proverbial su narcisismo y grandiosidad. Sin él, no existe la política; sin él, no existe la democracia y; sin él, no existe la vida. Su megalomanía es monstruosa.
Las circunstancias actuales, sin embargo, son distintas a la primera. En ella, con el vacío de poder, pudo generar, sin muchas dificultades, violencia extrema y muertes, además de quedar impune. Ahora, con un gobierno elegido en las urnas, además con la obligación constitucional de mantener y resguardar la seguridad y la convivencia pacífica; sus maldades y macabras estrategias pueden ser controladas y erradicadas desde el Estado. Sería inaudito que el gobierno actual observe de brazos cruzados la violencia y la guerra interna anunciada, donde la mayoría de los bolivianos no tiene, en absoluto, ninguna incumbencia. Aquí cabe, dicho sea de paso, lo que subraya un notable columnista en sus redes sociales: “Listo, ¡guerra civil! Ustedes, “hermanos”, tienen derecho a guerrear entre ustedes hasta extinguirse si quieren. Un sólo pedido: peleen en un lugar donde no haya gente. Por ejemplo, entre Patacamaya y Sica Sica …”.
Empero, por su naturaleza, no cesará ni se mantendrá tranquilo en sus afanes de recuperar el poder. Su ambición es incontrolable De por medio, en su estrategia también, está el acortamiento de mandato. Para ello, habrían planificado muertos, incluso en autoatentados, para utilizarlos como bandera, pidiendo la renuncia de Arce.
El presidente actual tiene la potestad y la obligación de imponer orden y garantizar la seguridad del país. En sus manos también esta proscribir la espeluznante posibilidad de que el enfermo vuelva al poder. Si eso sucede, será el primero en huir.
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.