Madres de ayer y de hoy
En la mayoría de los países vecinos, el Día de la Madre se celebra en la segunda quincena de mayo. En Bolivia, lo hacemos el 27 del mismo mes. Esa fecha, en 1812, decenas de mujeres cochabambinas habían salido a ofrecer resistencia a las tropas de Goyoneche, que días antes derrotaron a las huestes de Esteban Arze en El Kewiñal y venía decidido a tomar la Villa de Oropesa, convencido de que la población restante saldría de rodillas y con regalos a pedirle clemencia por su rebeldía. No fue así. “Si no hay hombres para luchas, aquí estamos las mujeres”, fue el grito de las cochabambinas que, lejos de rendirse, salieron a ofrecer resistencia en la Coronilla. Por supuesto, la derrota fue fatal, y Goyoneche no sólo masacró a las rebeldes, sino que arrasó y saqueó con sus tropas la ciudad de Cochabamba.
Ésa es, al menos, la historia que nos ha llegado hasta nuestros días, y que durante años ha causado la admiración de propios y extraños.
Se cuenta que el general argentino Manuel Belgrano instituyó que todas las noches, a la hora de la lista, un oficial de cada cuerpo militar de sus tropas preguntara en alta voz: “¿Están presentes las mujeres de Cochabamba?”. Y otro oficial debía responder: “Gloria a Dios, han muerto todas por la patria en el campo del honor”.
En memoria de la valentía de estas mujeres cochabambinas, en 1927, mediante la Ley del 8 de noviembre, el entonces presidente Hernando Siles Reyes instituyó el 27 de mayo como el Día de la Madre en Bolivia.
Este episodio quedó marcado en la historia de Bolivia y expresa la profunda admiración a la mujer cochabambina y, por extensión, a la mujer boliviana.
Las mujeres de hoy no salen a la batalla con machetes u fusiles, pero sí con toda su fortaleza y valentía para buscar el pan para sus hijos, para educarlos y transmitirles todos esos valores en los que después serán inculcados generaciones enteras.
Las madres de hoy siguen saliendo a campos de batalla, de la batalla de la supervivencia económica, de la desesperanza, de la crisis de valores… y quizá como antes, con exiguas armas, frente a la fortaleza bélica del enemigo.
Esas son las madres de aquí y ahora, que deben lidiar en distintos campos: en la casa, en el trabajo, en las oficinas, en la calle, en el mercado, en la escuela de los niños, en la organización vecinal, en el mundo de las redes digitales, en todos los nuevos campos de batalla. Y lucharán hasta morir, por sus hijos y su familia, hasta que nuevamente digamos: “Gloria a Dios, han muerto todas por la patria en el campo del honor”.
Desde estas páginas, rendimos nuestro homenaje a esas madres de hoy, mujeres valientes, múltiples, incansables, aguerridas… ¡Feliz día, mamás!