El ejercicio de la escritura en la universidad
En mi condición de profesora universitaria, he acercado a los jóvenes de mi clase de “Evaluación de los Aprendizajes” de la Universidad Mayor de San Andrés a la escritura de relatos sobre sus madres. Ha sido una práctica continua por una década, que ha mostrado falencias y potencialidades inexploradas en los estudiantes.
No ha sido fácil. Hubo años en que escribir sobre las madres fue un ejercicio diáfano y otros en que no fue tanto. Pese a lo cual, el objetivo fundamental de educar y enseñar en la lógica de formar personas con capacidad de decisión y de pensar por sí mismo con criterio para actuar en el mundo, no estaba en discusión.
El año pasado fue un ejercicio colectivo muy interesante. El involucramiento y compromiso de los estudiantes alcanzó niveles impensables. Este año el desafío es hacer un evento donde la escritura académica y la gestión de las emociones sean las protagonistas centrales. Cada grupo ha presentado a sus mejores exponentes y la competencia no debe ganarle a la solidaridad, esa es la primera premisa. Requerimos de la una y de la otra para reafirmar la importancia de los aprendizajes centrados en ser mejores personas.
Muchos colegas docentes me han preguntado a menudo el motivo de tal evento y la respuesta ha sido la misma: “los jóvenes necesitan valorar el rol de sus madres y afinar la escritura como herramienta de vida”. En la gestión de las emociones, no es bueno dar por sentado nada. La responsabilidad afectiva es de doble vía, aunque por mucho tiempo, el imaginario social dejaba la responsabilidad emocional íntegramente a las madres.
Afortunadamente, el mundo ha ido cambiando y ha recolocado el papel de las madres.
Los relatos que se presentan recogen visiones de las vidas de sus madres en sus diferentes facetas, sus prioridades vitales y profesionales. En las historias se rescata las luchas de las madres por hacerse de un lugar en el mundo, así como su laboriosidad infinita para ganar dinero y procurar el sustento de su familia. Un alto índice de las madres son jefas de hogar en un continente donde la jefatura femenina bordea el 30%. (Cepal,2023).
Un aspecto que da sentido a la tarea académica es el ejercicio reflexivo de meditar como paso previo para comenzar a escribir. Como ocurre en la vida, los recuerdos se agolpan y hay que seleccionar los que se pueda narrar con estilo y finura. El ejercicio tiene su grado de dificultad como cualquier actividad que entraña pensamiento, lenguaje y reflexión, pero también tiene un componente de empatía, pues uno de los objetivos es reconocer el aporte de las madres a la vida de cada quién como su liderazgo en la sociedad.
Otro aspecto a destacar es el esfuerzo que conlleva leer la historia frente a otros, primero en el aula y luego, frente a un auditorio compuesto de estudiantes y madres de otros jóvenes del curso. Contar una historia propia a un grupo de personas disimiles requiere aplomo, seguridad y convicción.
En general, se espera que los jóvenes escriban historias verídicas, con belleza y pasión, y que no duden del poder benéfico de las palabras para sanar el alma. Por cierto, no solamente testimoniar y reafirmar el amor hacia su propia madre, primera maestra y gobernanta de las emociones en niños y jóvenes sino también escribir sobre los temas humanos que los vinculan a la humanidad entera.
Las madres en el centro del universo emocional, pues a partir de ellas aprendemos a amar a otros seres humanos, a ser comprensivos, generosos y altruistas o no serlo. Sigo pensándolas como modelos inapreciables del amor que procuramos a otros. A fin de cuentas, el amor de una madre no se rinde. Bien lo decía Katherine Hepburn: “cuándo una va por la vida, aprende que, si no remas en tu propia canoa, no te moverás de allí “ Y las madres lo saben y lo hacen con la reciedumbre del viento, desde siglos inmemoriales, igual que las madres de los relatos.
En todo caso, una de las tareas de la educación y de los docentes, es a juicio de Fumaroli (2000), “educar para la palabra y las expresiones adecuadas, que son adquisiciones para siempre, preciosas en todos los oficios y en todos los gajes de la vida”.
Columnas de NELLY BALDA CABELLO