Del Papa y la homosexualidad
Su Santidad, que ya tiene más de 86 años y que en circunstancias normales estaría disfrutando de una bien merecida jubilación ha sido noticia la semana pasada porque ha utilizado una palabra que ha escandalizado a moros, a cristianos, y a la turma LGBT-Etc. Periódicos “serios” de todo el mundo se han referido al caso, y el Papa, jesuita al fin, ha respondido siguiendo una lógica de la Compañía: se ha disculpado y listo. Actitud inteligente, por cierto, aunque para algunos esto no sea suficiente.
No es suficiente, por ejemplo, para periódicos que tienen una agenda anticlerical, y anti Iglesia católica, y es comprensible que no estén dispuestos a dejar pasar ningún faux pas de nadie, menos de la cabeza de esa institución que tanto les incomoda.
Mas allá de que la expresión de marras fue proferida por el Santo Padre en una reunión privada y a puerta cerrada, y llama la atención que esta se hiciese pública, lo cierto es que no fue parte de un discurso oficial, y simplemente no debería ser tomada en cuenta.
Tengo entendido que frociaggine es una expresión muy vulgar, que ha caído en desuso y que se originó en el siglo XIX, cuando la población italiana resentía la presencia de soldados franceses, a los que les echaba el sambenito de tener sexo entre hombres. Es decir que frociaggine en boliviano sería decir “veintiochos”, si alguien recuerda todavía esa forma de referirse a los homosexuales, que todavía era muy usual hasta hace unos treinta años.
Algunos columnistas de distintos periódicos del mundo, se han rasgado las vestiduras descubriendo que el Papa sería homófobo, algo que no debería sorprender, Bergoglio fue, cuando era arzobispo de Buenos Aires, la cabeza visible del rechazo a la ley de matrimonio homosexual en la Argentina de Néstor Kirchner y se ha lanzado de manera muy frontal contra la curia chilena, ya como papa, precisamente por la tolerancia al homosexualismo que aparentemente había en las altas jerarquías eclesiales de ese país.
Ahora bien, más allá de que el término sea más adecuado para estibadores que para un príncipe de la Iglesia, lo cierto es que el Papa ha dicho una gran verdad. Hay muchos homosexuales en la Iglesia, (ojo, muchos no es sinónimo de demasiados). La Iglesia ha sido en el pasado una especie de santuario para hombres (y para mujeres) homosexuales. En tiempos en que la homosexualidad era brutalmente condenada, tanto en el mundo católico como en el protestante era refugio seguro para personas homosexuales.
El tema que ese día estaban tocando los obispos junto al Papa no es poca cosa, la verdadera crisis de la Iglesia poco tiene que ver con los escándalos que aparecen aquí y allá, sino con la falta de fe, con los nuevos paradigmas del mundo occidental, con el mejoramiento general de la calidad de vida, incluso con los mayores alcances de la medicina, que han permitido llegar a una revolución del comportamiento, que incluye una auténtica revolución sexual. Es posible que la libertad sexual le haya restado a la Iglesia una enorme cantidad de vocaciones sacerdotales.
¿Puede un hombre abiertamente homosexual aspirar a ser sacerdote? Más allá de que uno pueda preguntarse porqué querría serlo, lo cierto es que esa ha sido una preocupación desde hace bastante tiempo en la Iglesia. El cura Pedrajas, protagonista principal del mayor escándalo eclesial de los últimos tiempos en la Iglesia boliviana, era un experto en vocaciones, y en un libro suyo dedica todo un capitulo a las vocaciones de hombres homosexuales y recomienda en unos casos su admisión y la desaconseja en otros.
Lo interesante es que la revolución sexual es parte del paquete cultural de Occidente, vale decir del mundo cristiano, paradójicamente, es el desafío más grande para la institución más importante de esta parte del mundo. ¿Logrará la Iglesia católica hacer el adecuado quiebre de cintura para acomodarse a la nueva realidad, a los nuevos paradigmas? Tengo mis motivos para creer que si lo hará.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ