Un país secuestrado
El ministro de gobierno denuncia al cocalero Morales de tener secuestrado el territorio de Chapare ya que allí no puede actuar la policía y las leyes de Bolivia no se aplican.
Esta pelea interna de los masistas nos permite comprobar a los bolivianos que ellos también saben lo que pasa en el país desde que el partido al que pertenecen tomó el gobierno.
Eduardo del Castillo lo dice a propósito de que la FELCN no puede ingresar a algunas zonas de Chapare, como Villa Tunari, el coto cerrado de Morales, donde están los “catos rojos” que son protegidos por la milicia cocalera.
En un operativo en que la policía usó tácticas de la guerra de guerrillas para burlar a la milicia de Morales, allí fue destruido la semana pasada un megalabaratorio que producía 200 kilos de clorhidrato de cocaína por día.
Gran hazaña, aunque parezca paradójica, del gobierno que dice estar empeñado en industrializar el país.
El laboratorio estaba allí porque tenía asegurada la provisión de materia prima, la pasta base que produce casi todos los chapareños, y es algo que el gobierno no entiende cuando instala fábricas millonarias para procesar cereales que no existen.
Pero lo que Del Castillo nos está mostrando es una verdad mucho más grande porque lleva a reconocer que no es solamente el Chapare el territorio secuestrado por el MAS, sino todo el país.
¿Porque qué es, sino secuestro, que un partido integrado sólo por cocaleros y algunos empleados públicos presuma de ser mayoritario solamente porque tiene bien montado un eficiente esquema de fraude electoral?
Rosario Baptista, ex vocal del TSE, nos advirtió antes de partir al exilio: con el actual sistema electoral es imposible que el MAS pierda una elección jamás en la vida.
En 2014 las elecciones exhibieron, entre otras linduras, que en las circunscripciones “especiales” los votantes hayan sumado siete veces más de los habitantes, o que en Tarija y Cochabamba se hubiera registrado un total de votantes superior a 106% de los inscritos.
Lo grandioso de este esquema de fraude se dio en 2019, cuando los observadores de la OEA, invitados por el MAS, dijeron que hubo dolo en todas las etapas de la elección, lo que el cocalero admitió al anular esas elecciones, renunciar y luego escapar.
El problema es que el TSE no extirpó esas formas de dolo del sistema electoral y en 2020, como lo dijo la señora Baptista, el MAS volvió a tener 55% de los votos con un candidato que, en este momento, como presidente, tiene 13% de aprobación.
Ahora, el país sigue secuestrado por el masismo.
Siglo21bolivia.com
Columnas de HUMBERTO VACAFLOR GANAM