¡Apocalipsis MAS!
¡Evo Morales Ayma siempre tiene un problema para cada solución!
Su incontinencia verbal y exabruptos de antología lo llevan a salpicar, como lluvia ácida, a su entorno más próximo y, desde luego, a toda su militancia.
Siempre he creído que el enemigo principal de Evo, es Evo y, dese hace un par de años, también lo es de su propio movimiento al socialismo.
Se ha convertido en una suerte de rey Midas al revés, todo lo que toca y dice lo convierte en miseria y en derrota, respectivamente.
Los caudillos jamás tienen el valor y la valentía para enfrentar su triste ocaso, son cobardes hasta para eso. Su suerte es la de los que se postran solitarios y con la mirada perdida en el horizonte que, a pesar de no divisarlo, inventan, juegan a que continúan siendo una figura fuerte, tácita, de facto.
La nostalgia por el poder los convierte en un peligro constante para la libertad y la pluralidad de ideas. Ya no ven más allá de sus narices, pero quieren seguir mandando, ordenando, decidiendo, acaparando y condenando. Jamás se resignan a que ya no los obedezcan. Balbucean, trastabillan y por fin caen.
Ese es el destino del poder transitorio de los caudillos con látigo y botas. La historia ha demostrado con creces que, el fin de la locura, como titula una novela del escritor mexicano, Jorge Volpi, es una lenta agonía y un temor constante de la sociedad a que la criatura se reencarne en otras. El fin de la locura es, ante todo, una metáfora sobre el destino de la falsa izquierda y de sus comercializadores de humo que se chamuscan, casi siempre, jugando con su propio fuego. Pero tarde o temprano la locura del caudillo llega a su fin, no por medio de la cura, sino, a través del olvido y el desprecio.
Evo es un enemigo íntimo de Evo, de la democracia y del propio MAS. Cada vez que habla y ordena subvierte la verdad y la realidad. Desfigura por completo lo transparente y fuerza la lógica hacia un absurdo chocante. Obedece a un egocentrismo obstinado. Dispara a quemarropa lo que piensa y lo que siente.
Todas sus intervenciones producen un chascarrillo hilarante y terminan en una incontenible pérdida y un desgaste político que afecta a su propia militancia. Evo y el MAS, estrictamente evista, han tocado fondo y, por ende, pretenden hacer que el ala arcista, también. Queda la necesidad de reestructurar el partido azul, hacerlo menos electrizante, más democrático y coparticipativo, pero, sobre todo, libre y respetuoso del disenso y la ley.
¡Vaya paradoja!
Morales ha trabajado laboriosamente para hundir su propio partido. Hoy, el MAS languidece. Su infraestructura política y su estructura ideológica se desmoronaron por completo. Sólo quedan las vociferaciones del jefazo que, sin miedo y sin escarmiento, continúan estrellándose contra su propia militancia.
La verdad, tarde o temprano, se impone a la juntucha. El partido monolítico termina en una lápida, en una ch’ampa guerra, como el tragicómico caso del MAS de ahora, o en el olvido.
La política de los insensatos está reflejada en sus actos, más que en sus palabras. Sin embargo, las palabras del demagogo siempre se convierten en encanto y en un dogma que sirve para cooptar, en cambio, las acciones, son sus actos fallidos y, por lo tanto, hacen justicia suprema y son absolutamente incontrolables.
Los demagogos, ególatras y tiranos jamás se autoexaminan, viven en un mundo paralelo. Para ellos la verdad es un blanco al que hay que disparar.
La mentira es su centro, su corazón y sus pulmones. ¡La verdad incomoda! ¡Hay que matarla!
Así como el jefazo aniquiló muchas cosas en este país: el disenso, la pluralidad de ideas, la libertad de prensa, el liderazgo joven, la ética, la moral y la oportunidad de renovar personajes con un nuevo discurso al interior de tu partido.
“El político puede pagarle al intelectual. Pero no puede confiar en él. El intelectual acabará por disentir y para el político esta será siempre una traición. Malicioso o ingenuo, maquiavélico o utópico, el poderoso siempre creerá que tiene la razón y el que se opone a él es un traidor o, por lo menos, alguien dispensable”, anota el escritor Carlos Fuentes en su libro “La Silla del Águila”.
Bastaron 14 años y MAS para defenestrar el poco tejido social, político y cultural que existía en la patria.
¡14 años de nada!
¡14 años sólo para un puñado de pillos VIP!
14 años con todo para hacer de este país, estable, con una economía fortalecida y una institucionalidad inquebrantable. ¡Pamplinas! Hoy, la piedra de Sísifo vuelve a rodar hasta el principio de todo.
Al final de cuentas, los 14 años de gobierno, son el resumen perfecto de las películas clásicas de asaltos, bandas, pandillas, injusticias, narcotráfico, culebrones, estafas, escándalos y mentiras: “Nido de ratas”, “Día de entrenamiento”, “El golpe”, “Banda aparte”, “Tarde de perros”, “Los infiltrados”, “Red de mentiras”. “Cara cortada”, “Atraco perfecto”, “Perros de la calle”, “Los Ángeles confidencial”, “El Padrino”, “Lolita” y mucho más.
¡Bienaventurada la juntucha, porque de ella será la gloria de haber hundido un partido!
¡Bienaventuradas las elites, porque en ellas quedó y quedará el botín!
¡Bienaventurados los pobres de ética, porque de ellos será la riqueza de todo lo robado!
¡Bienaventurados los ricos de inmoralidad, porque siempre cargarán con la pobreza de los afanados!
¡Bienaventurados los partidos populistas, porque en el fondo saben repartir muy bien la miseria!
¡Bienaventurados los ladrones, porque de ellos será la cueva y el olvido eterno!
¡Bienaventurados los injustos y prevaricadores, porque de ellos será el sillón de alguna embajada!
¡Bienaventurados los “chupatetillas”, porque ya tienen asegurado un puesto en el reino de la impunidad!
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.