Los movimientos antisociales
La fórmula es: dividir para reinar. Desde tiempos inmemoriales los enemigos o conquistadores dividían o corrompían a las diversas facciones que existían en los pueblos para lograr una victoria o una invasión rápida. Es también una ley de la guerra, cuando las filas enemigas son fácilmente sobrepasadas convenciendo a los individuos más cobardes para provocar una rendición fácil. Es muy conocido el ejemplo de la “quinta columna” en la guerra civil española que describe la amenaza interna de traidores o infiltrados en cualquier conflicto para espiar y sabotear.
En días pasados, ante la incesante suma de quejas latentes de la ciudadanía, sobre la escasez de gasolina, la falta de dólares y el permanente acoso de parte de los comerciantes que están elevando sus precios de manera artificial, un grupo de comerciantes minoristas y vivanderos muy afines al Gobierno, firmaron un acuerdo con el Viceministerio de Política Tributaria para buscar soluciones a la grave crisis económica que vive el país. Lo que provocó la ira fue ese escenario malsano entre los otros grupos de comerciantes minoristas que no comparten o no son parte del aparato corrupto que utiliza el Gobierno, para alardear de que está en permanente contacto con movimientos sociales.
No voy a discutir el derecho a la libre asociación para conformar sociedades civiles con el objeto social que mejor exalte los valores de un estado democrático y participativo. Mientras la ciudadanía ejerza en la multiplicidad de áreas su derecho a asociarse y reclamar por los justos anhelos de determinado sector, se abonará el campo del ejercicio democrático y la convivencia pacífica entre los seres humanos. Siempre será mejor la permanente competencia en el logro de valores comunes y objetivos institucionales en la defensa del Estado de derecho. El problema con aristas asquerosas radica en que el Gobierno corrompe a determinadas asociaciones de personas que se autodenominan “movimientos sociales”, para manipular a su antojo políticas estatales chuecas y transparentar sus oscuros designios con el aval de los antisociales que se agrupan en estos movimientos.
No es una novedad que el Gobierno haya interferido, por ejemplo, en la última elección de dirigentes de la Confederación de Campesinos de Bolivia, apalancando los proyectos de apoyo y de simpatía a cambio de dádivas y dineros corruptos, para “socializar” o darle el tinte social a algún proyecto estatal; y que estas malas gentes manipulan a través de un control pactado sobre una verdad que permanentemente varía. En el caso de los transportistas oficialistas, a cambio de dinero, los dirigentes consintieron que el Gobierno está cumpliendo con los fines estatales al hacer los esfuerzos necesarios para proveer de gasolina y diésel a todo el sector, lo cual de por sí demuestra una falsedad que avergüenza a cualquier ciudadano honesto. Esto tiene un nombre: corromper para mentir.
Por otro lado, son pocas las asociaciones civiles y los movimientos sociales que se oponen a estas prácticas antidemocráticas, que por coincidencia suelen ser estimuladas desde el Gobierno con el fin de que no logren la atención de la ciudadanía en su conjunto. El Gobierno también se encarga de anular a sus oponentes porque no tienen los suficientes recursos como para destacar de manera individualizada o en conjunto ante la opinión pública y esto debilita obviamente sus fuerzas. Son los líderes flojos de estos movimientos supuestamente antigubernamentales, que no están dispuestos a correr riesgos sólo con el fin de que los funcionarios del Gobierno se les acerquen para vender su silencio cómplice.
Lo que nunca está demás es la participación activa en la denuncia de hechos que riñen con la convivencia democrática. Son las personas decentes que están denunciando toda la falsedad y la funcionalidad de determinados sectores, para transparentar el trabajo sucio que realiza el gobierno para ocultar la verdad y esparcir mentiras. Los ciudadanos son los que deben consagrar las genuinas demandas sociales actuando para agitar las conciencias más nobles, de tal modo que los valores se unan a las voces de sectores relegados o ninguneados para lograr no sólo la desacreditación social de todos estos movimientos corruptos, sino también y de mayor manera lograr el consenso ciudadano sobre lo que debe entenderse como un movimiento en defensa de la verdad.
Columnas de MARCELO GONZALES YAKSIC