El ejemplo de Susana Seleme
Susana Seleme Antelo, recientemente fallecida, ha sido un ejemplo de convicciones, compromiso y consecuencia con principios, ideas y valores, con una vida dedicada al debate público con pasión y altura. Su defensa de las libertades y derechos fundamentales para todos los ciudadanos, su entrega a la causa democrática y su activismo militante en la lucha por el progreso y la autonomía para el pueblo cruceño, y para todos los departamentos que conforman la patria boliviana, marcarán para siempre el recuerdo de todos quienes la conocimos, y, muy especialmente, de quienes la vimos actuar durante este periodo del siglo XXI en el cual el país ha enfrentado tantos conflictos y desafíos para la convivencia nacional y el Estado de Derecho.
Susana fue de aquellas personas que se convierten en referentes morales de la sociedad. Nos demostró que la política no debe tener como fin el disputar algún cargo público para beneficio propio, del partido y del entorno, sino ser aquel espacio en el que quienes tienen horizontes más altos procuran realizarse luchando por sus ideales. En los hechos, a pesar de que dedicó prácticamente toda su vida a la defensa de las ideas en las que creía, prácticamente ocupó muy poco tiempo cargos públicos y nunca se la vio preocupada por ellos, sino más bien entregada a la defensa de aquella democracia por la que siempre luchó.
Lamentablemente, personas como ellas son la excepción y no la regla, en la política actual y también en la historia nacional, en la cual el acceso a la función pública se ha convertido en sinónimo de abuso y de corrupción, consolidándose un marco institucional y cultural en el que la política pública se orienta a crear entidades gubernamentales y estatales desde las cuales controlar a la sociedad y extorsionar a los ciudadanos.
Susana fue también una persona que creyó en las ideologías y se entregó a ellas, arriesgando su libertad y su vida en numerosas ocasiones, tal cual relató en una hermosa entrevista sobre su vida, realizada por Carlos Valverde. Es verdad, como ella misma reconoció, durante su juventud apostó por la ilusión con la cual el socialismo y el comunismo conquistaron a las generaciones posteriores a la segunda guerra mundial, hasta que descubrió los horrores contra la libertad y la democracia que se cometían en nombre de esa revolución, además de la miseria en la que sumergieron a las sociedades que cayeron bajo el llamado socialismo real.
En este contexto su honestidad intelectual fue impecable, reconociendo que ese no era el camino para la libertad y la prosperidad de las naciones y, al mismo tiempo, manteniendo su compromiso y activismo con la causa democrática. En esto fue siempre muy clara y tajante, al no haber caído nunca en el engaño del llamado Socialismo del siglo XXI, al cual apoyaron en sus inicios muchos representantes de la antigua izquierda democrática, en la búsqueda de ser parte de un proyecto de poder que había logrado una hegemonía mediante la manipulación política de la demanda por la inclusión indígena y social.
Fue una excepción a la mediocridad, en un país, y también en una época, en la que la democracia ha sido degradada una mera fachada en la cual las ideas ya no son el principio y el fin del debate político y social, sino que todo se reduce a la disputa de espacios de poder desde los cuales distribuir los recursos públicos a los afines para después caer en círculos viciosos, en los cuales quienes llegan al poder tienen que perpetuarse en el mismo a como dé lugar para no tener que rendir cuentas por los abusos cometidos.
El ejemplo de Susana, también debe constituir un llamado a la acción para que quienes no quieren incursionar en la política partidaria, lo hagan desde la sociedad civil, demostrando que más allá de la lucha por el poder, lo que al final define el futuro de las naciones son las ideas que predominan en la sociedad y en los gobernantes, las cuales pueden continuar perpetuando nuestro atraso y pobreza o permitirnos cambiar el rumbo hacía una sociedad con menos gobierno y más ciudadanía, en la cual la libertad de las personas, sus iniciativas y proyectos, constituyan el principal motor del desarrollo.
¡Gracias a Susana Seleme por su vida y por su ejemplo!
Columnas de ÓSCAR ORTIZ ANTELO