Vientos de Santa Cruz
Surcan veloces los vientos el territorio cruceño. Siempre, dicen los lugareños, más en otoño y en agosto, añaden. Arremolinan millones de granos de arena y los llevan hasta la región metropolitana más grande del país formada por los municipios de Santa Cruz de la Sierra, Cotoca, El Torno, La Guardia, Porongo y Warnes… por ahora. Con influencia en Copa Bélgica, Montero y Pailón. Región en incontenible expansión desde los años cincuenta con la llegada de miles de seres humanos a esa “tierra prometida”, que alienta sus esperanzas de salida de la desesperación a la que les condena la falta de oportunidades en gran parte del occidente, el sur y el norte, evidencia suficiente de las tareas tozudamente pendientes en el camino de construcción de un país articulado donde la diversidad sea, de una vez por todas, una fortaleza económica, política y cultural. Expansión alimentada también por la invasión organizada por el poder abusivo que impulsa desde 2006 la ocupación del oriente con grupos de avasallamiento, diestros operadores del despojo, expertos en las malas artes del crimen, ingrediente esencial de los proyectos totalitarios del siglo XXI en el mundo.
Sin datos oficiales del censo de este año – muy mala señal en medio del silencio inexplicable de los actores políticos e institucionales llamados a reclamar por tal retraso, omisión dolosa a estas alturas – las proyecciones no dejan dudas respecto de que seguirá siendo el departamento con mayor crecimiento demográfico. Con 2.657.762 habitantes en el recuento oficial del censo de 2012, se estima llegará a 3.547.045 en 2024, casi un tercio más, del cual en la región metropolitana está por encima de la mitad. Desafío de proporciones mayores para los niveles institucionales públicos y privados cuya respuesta exige altas dosis de proactividad y, por tanto, imaginación y competencia.
Con tales cifras, no cabe duda de que se trata del hermano que a partir de la década de los años cincuenta, es el que más ha crecido entre los nueve hijos de Bolivia, conforme señala el semanario digital Santa Cruz Económico en su publicación del 5 de febrero de este año, al referirse a la situación en 2023 en una nota intitulada: “El PIB de Santa Cruz: un motor del crecimiento boliviano”, informando que el crecimiento del PIB departamental el año pasado fue del orden del 4.2%, mayor que el promedio nacional del 3.8%, con base en la industria manufacturera (+5.1%) y el sector agropecuario (+4.5%), representando un aporte al PIB del país del 30%, habiendo generado 50.000 empleos nuevos y atraído inversiones extranjeras acerca de las cuales no consignan detalles mayores. En consideración de esos datos, Santa Cruz es el departamento con la economía más pujante en Bolivia, aunque tiene necesidades y problemas pendientes que atender.
La misma fuente señala para 2024 un crecimiento del PIB cruceño de alrededor de 4.5%, identificando como sectores clave a servicios, energía y construcción. Hace una declaración de fe al afirmar: “El crecimiento del PIB de Santa Cruz impulsará el crecimiento económico nacional”. ¿Es tal criterio admisible y suficiente? Pues no. Si bien es cierto que cualquier parte de un sistema —en este caso, Santa Cruz respecto de Bolivia— puede desatar en él dinámicas de alto impacto, positivas y negativas, también lo es que el sistema, como el todo que es, define en última instancia la suerte de sus partes. En otros términos, por una parte, es evidente que Santa Cruz tiene el potencial necesario para provocar cambios importantes en el país. Por otra, que a Santa Cruz le irá como le vaya a Bolivia, lo cual corrobora la misma publicación aludida en este artículo al apuntar como desafíos fundamentales cruceños la inflación, el contrabando, la informalidad, la falta de infraestructura y la burocracia, asuntos que conciernen al país como el todo, sin negar que su comportamiento manifiesta diferencias en cada departamento, fundadas en sus propias características.
De ahí surge la convocatoria a Santa Cruz para tomar el liderazgo y unir al país en función de un proyecto renovado, donde la diversidad en todos los planos quepa armónicamente dando sentido a Bolivia y mejorando integralmente la vida de la gente, desatando los nudos objetivos y subjetivos que la llevan una y otra vez al fracaso, pese a haber sido el Estado con mejores auspicios de desarrollo a su emancipación en el siglo XIX. Es una misión de envergadura mayor, imposible de ser cumplida si no se cuenta con una línea de avanzada empresarial, intelectual, política y cultural, una élite convencida de lo que le toca hacer, dispuesta a hacer la apuesta tomando los riesgos, consciente de que la condición de su preservación y su éxito son interdependientes de la superación de la pobreza y la desinformación generalizadas, y de que el único camino para avanzar en esa dirección es la democracia, y hay que recuperarla. Agenda ineludible. Impostergable.
Que los vientos soplen a favor de Santa Cruz y de toda Bolivia.
La autora es abogada
Columnas de GISELA DERPIC