La educación, ¿una mercancía?
La educación boliviana, la escolarizada, es de pésima calidad y viene atravesando una profunda y prolongada crisis agravada con la aplicación de la Ley 070 Avelino Siñani-Elizardo Pérez.
Esta situación la hemos venido advirtiendo desde hace años. La marea fundamentalista del MAS cubrió todos los espacios e instituciones y, en la educación, se pretendió imponer criterios ancestrales, descolonizadores, comunitarios, etc. pretendiendo “avanzar” guiados por el retrovisor, mirándonos el ombligo y alejados de todo avance de la ciencia y la tecnología.
Sabíamos y lo denunciamos, aún antes que se implemente esa ley, diseñada con “sabios indígenas” de por medio, que la solución al problema educativo no venía por esa vía. Lamentablemente, “le metieron nomás” y los perjudicados son varias generaciones de estudiantes que están pagando las consecuencias de una educación mediocre y fundamentalista.
Ahora, a título del fracaso del fundamentalismo indígena en la educación, el huevo de la serpiente viene incubándose con el discurso de la privatización de la educación. Comienzan a destilar propuestas de privatización como si fuese la receta o varita mágica que va a resolver el problema de la calidad educativa, y la privatización la entienden liberando al Estado de su responsabilidad y reduciéndolo a un simple distribuidor de vales o subsidios (váuchers, le llaman) a cada estudiante, para que se encargue, como mejor quiera o pueda, de sus estudios. Esos vales per cápita, provendrían del presupuesto nacional de educación, dividido entre la cantidad de estudiantes matriculados.
Los nuevos fundamentalistas neoliberales van sembrando la idea que la educación no es un derecho humano, sino un bien transable, una mercancía más, como la Coca Cola, sujeta al vaivén del mercado, a la competencia y ¿por qué no? al marketing y la propaganda engañosa de sus deficiencias. Como toda receta importada, no se compadece de la realidad nacional y creen que porque se aplicó en varios países debe ser aplicado en el nuestro. Con esa visión sesgada, olvidan que muchos países no la aplican a pesar de que ellos la presentan como la panacea. Un par de ejemplos. Suiza tiene una educación totalmente pública, salvo un par de colegios privados para hijos de funcionarios internacionales y la educación que brinda es buena, sin vales mercantilizados de por medio. Suecia la ha aplicado, pero ha tenido una serie de fracasos que la han puesto en cuestión al igual que Chile, que ha sufrido un mayor aumento de las desigualdades sociales y ha vivido las consecuencias de la fuerte protesta estudiantil de fines del año 2019. Con un modelo educativo privatizado veremos a los estudiantes comprando conocimientos de acuerdo con sus posibilidades, y los colegios convertidos en vendedores de un producto maquillado por la propaganda.
Frente a todo ello, es importante recordar que la educación es un bien público reconocida como un derecho humano, tanto por nuestra Constitución como por las Naciones Unidas y es exigible al Estado para su realización progresiva; jurídicamente no se puede revertir un derecho adquirido y perdería su calidad de derecho si se la mercantiliza como un bien cualquiera. Una propuesta de esa naturaleza simplemente es conservadora o retrógrada que va en contra de los intereses de la población, especialmente de los sectores populares.
La solución para tener una educación de calidad y superar el desastre en el que se debate no pasa por una medida administrativa privatizadora. Un nuevo paradigma educativo no se construye mediante vales que mercantilicen la educación. El nuevo paradigma educativo se tiene que construir considerando, fundamentalmente, los aspectos técnico pedagógicos y científicos que permitan, a los estudiantes, un mejor acceso y generación del conocimiento, un paradigma de calidad centrado en el estudiante, en un aprendizaje significativo y dinámico que comprenda experiencias de aprendizaje creativo, cautivador e interactivo que considere las inteligencias múltiples y las nuevas corrientes sicopedagógicas de procesos personalizados con base en la inteligencia artificial, la investigación, la experimentación, etc. Todo ello deberá estar acompañado de un nuevo proceso de formación y actualización de los maestros. En resumen, hay que repensar la concepción educativa tradicional con sus métodos convencionales de niños confinados en un aula, agrupados por edad, aprendiendo todos lo mismo y al mismo ritmo, callados frente a un maestro y una pizarra.
Sería una pena, para las futuras generaciones, salir del fundamentalismo educativo-indígena y caer en el fundamentalismo mercantil de la educación.
La plataforma Una Nueva Oportunidad y Los Tiempos promueven el debate plural pero no comparten necesariamente los puntos de vista del autor.
Columnas de EDGAR CADIMA G.