El síndrome de la hoja de lechuga
La economía de Bolivia está enferma. Más de lo que dicen los periódicos. Por ello, las empresas en dificultades despiden a sus empleados con argumentos endebles. María fue nombrada Empleada del Mes por segundo año consecutivo. Trabaja como jefa de cocina de una cadena de restaurantes. A menudo tiene que ayudar en el servicio y trabajar en turnos dobles. Recientemente, recibió un memorando diciéndole que se le postergaba 15 días el pago de su salario, como castigo porque un cliente se quejó al encontrar una hoja de lechuga mojada en su sándwich.
María no es la única que sufre esta desagradable táctica para retrasar el pago de salarios.
Los empleados de una universidad privada tienen la opción de ser despedidos por un presunto mal comportamiento o aceptar el salario mínimo.
Por supuesto, la ley prohíbe este trato reprobable a los empleados. Pero eso es teórico. En la práctica, el Ministerio de Trabajo hace la vista gorda si el empleador ofrece un soborno aceptable o el empleado no denuncia por temor a perder su trabajo. Además, muy pocas personas tienen dinero para pagar a los abogados que patrocinen sus denuncias.
El resultado es que los trabajadores mejor calificados abandonan el país y emigran en busca de mejores condiciones.
La fallida política económica del gobierno provocó una escasez de dólares y una disminución de las exportaciones. En el mercado negro el dólar se cotiza a más de 10 bolivianos. La tasa de cambio oficial es 6,96.
Columnas de PETER LEUPIN