Los escolares y los paceños
El pasado martes 16 de julio, está inscrito en mi memoria como un día excepcionalmente tranquilo y muy fluido en todo sentido. Como nunca, se podía transitar libremente por los puentes de la ciudad de Cochabamba y por todos los accesos de los municipios aledaños. Cuando comenté este hecho insólito con mis amigos todos coincidieron en la explicación de que los padres de familia y los escolares están de vacaciones en estado de hibernación, casi ocultos en sus casas. Confirmado. Desde mediados de junio, cuando comenzaron las vacaciones de invierno, la circulación de vehículos del transporte público como del privado ha disminuido de una manera radical.
¿Pero por qué el 16 de julio? Porque ese martes era feriado en el departamento de La Paz, y se “acató disciplinadamente” en Cochabamba por los ciudadanos nacidos en esas tierras y que controlan gran parte del transporte público de trufis, colectivos y buses. A mí me queda bastante claro que los paceños tienen en los genes una predisposición manifiesta para inclinarse por el oficio de transportista, y como este servicio es un negocio redondo, es que se ponen a disposición de la masa ingente de padres y escolares para movilizarlos a los centros educativos, mientras más alejados mejor. Así pues, los señores choferes paceños se tomaron el día libre y se notó su ausencia. Irónicamente diría que el 16 de julio fue un día tranquilo, sin escolares y sin choferes paceños.
Esta tranquilidad en la circulación peatonal y vehicular por toda la ciudad sería ideal si se replicara durante todo el año, siempre y cuando una buena parte de los padres de familia renuncien a ese apasionamiento falso de que las mejores escuelas y los excelentes profesores se encuentran en el mero centro de la ciudad capital; además que decidan registrar a sus hijos en las escuelas locales y dejen de utilizar el transporte público o sus automóviles particulares. Entonces, estamos ante un fenómeno social muy característico de las épocas coloniales que indica que un ser humano es más capaz, más brillante y más eficiente si se educa en el centro de la urbe.
Se sabe que los municipios, aparte de sus ingresos propios, reciben dineros frescos de coparticipación tributaria para desarrollar infraestructura escolar y educativa en cada jurisdicción territorial. Algo ha ocurrido en la mente de los ciudadanos que les impulsa a dejar abandonados los centros educativos provinciales y de barrios alejados, solo para utilizar algún medio de transporte que les impulse a abarrotar las escuelas de la ciudad capital, y mucho más aquellas escuelas del centro de la ciudad. Puede que esté equivocado, pero existen demasiadas evidencias que quedaron al descubierto ese martes 16 de julio. La primera: que la desorganización y la frenética circulación vehicular está provocada por los padres de familia y los escolares que invaden la ciudad rumbo a las “mejores” unidades educativas de la metrópoli cochabambina. La segunda: los choferes paceños controlan el transporte público de pasajeros.
Desde el Ministerio de Educación se deberían establecer algunas políticas que obliguen a los estudiantes a asistir a las escuelas del lugar en el que residen, y desde el municipio de Cochabamba se deberían iniciar las acciones para censar a los estudiantes que se inscriben en escuelas de la ciudad y que vienen de otros municipios, y también acordar con los municipios vecinos una especie de incentivos para que los padres matriculen a sus hijos en las escuelas de sus zonas. Nunca estará demás invertir en la mejora de la infraestructura y la calidad educativa de las escuelas en los distritos alejados del centro de la ciudad para hacerlas más atractivas, pero ya resulta un desequilibrio que el municipio de Cochabamba esté subvencionando la educación de los vecinos de otros municipios a costa de las reducciones presupuestarias en otros rubros importantes como la infraestructura de salud, por ejemplo. En cuanto a la presencia de los transportistas, paceños o no, es un hecho irreversible que no tiene solución, quizás por eso dicen las malas lenguas que ya forman parte del gobierno de la ciudad de Cochabamba, con oficina incluida. Ojalá, todos los días fueran un 16 de julio cualquiera, con los alumnos en sus escuelas más cercanas a sus casas y obviamente con menos transportistas.
Columnas de MARCELO GONZALES YAKSIC