San Ignacio de Velasco es parte del cafetal llamado Bolivia
Ratificamos, una vez más, la importancia de esta parte del territorio boliviano y comprobamos que los ignacianos están cumpliendo, como tantos otros bolivianos distribuidos en el territorio nacional, con la cualidad de vivir produciendo dignamente.
Se organizó una cata y degustación en origen, gracias al Gobierno Municipal y a los productores agrupados en Minga, asociación de gente ligada a la tierra, liderada por Cristian Oyola Cuéllar. La cata nos permitió escuchar y aprender de los jueces a la cabeza del maestro Eduardo Byon, coordinador de la actividad como parte del Cepad, y de Marleny Choque, fundadora de Best Of Bolivia; Vitor Ramos de Oliveira, de Café Ancestral; Ricardo González, gerente general Mucho Café, y Erick Rodríguez. La alquimia que sigue etapas rigurosas de evaluación y que demanda descubrir lo que el grano tiene guardado concluyó con la poesía que describe la intensidad de los aromas y sabores del café auténtico chiquitano: los componentes aromáticos volátiles del grano expresaron fragancia intensa, sutil herbal, cuerpo jugoso, equilibrado y completo, resabio dulce y prolongado, dinámico, acidez media, notas a avellana, aroma a especias, sabor a ciruelo, intensidad media, en frío frutos rojos, brillante, cuerpo cremoso, suave largo, llamativo, fragancia a chocolate, final seco y sutil...
La cata a ciegas calificó las 11 muestras seleccionadas con una puntuación por encima de 80 y concluyó con el remate de los lotes ganadores a 4,60 $us por libra en bolsas de 20 kilos. Fiesta para productores, catadores y consumidores, con el respeto y admiración que se ganaron quienes nos recuerdan la necesidad de trabajar dignamente en medio de la crisis y que junto a unos irresponsables que preparan el próximo bloqueo, hay un país que apuesta por el turismo, el café y los abrazos.
La visita de campo a la comunidad chiquitana San Lucas, a 11 kilómetros de la capital, con sus 350 habitantes y las 9 familias que producen alrededor de 6 hectáreas, ratificó la importancia del proyecto que se ejecuta con el apoyo de Acodamm y Aexcid, instituciones de Extremadura que están ayudando a incorporar riego, por ser el agua punto más débil de la cadena productiva.
A 45 kilómetros de San Ignacio, se encuentra Santa Ana de Velasco, uno de los territorios mágicos de Bolivia. Ahí viven los Duendes, las Hadas y Druidas que guardan el espíritu del pueblo chiquitano y que pusieron en valor Januario Soriocó, Luís Rocha Peña, Hans Roth, Plácido Molina Barbery, Fidencio Hernando y Marcelo Arauz. Después vinieron APAC, Sicor, Fassiv, Piotr Nawrot y Rubén Darío Suárez en la construcción del imaginario musical en un lugar que tiene una iglesia de belleza ingenua y rotunda, construida por los chiquitanos porque así lo quisieron, después de la expulsión de los jesuitas en 1767. El pueblo ha sido restaurado con un proyecto integral del Plan Misiones, apoyado por la cooperación española existiendo, siempre, una atención y cuidado especial en su desarrollo y capacidades; la sensación que se tiene cuando se recorre el monumento histórico y sus calles es de estar embelesadamente suspendido en el tiempo.
Dije que este lugar es mágico… Pregunté a la gente sobre los Duendes del lugar, si de verdad existían y si había alguna evidencia. Conversé con dos muchachos de 16 y 14 años que en su niñez habían sido raptados y me contaron sus experiencias con detalles. Relataron los sitios a los que fueron llevados mientras sus familias los buscaban sin ningún resultado. Coinciden que el Duende es de tamaño pequeño, como niño, aunque se comporta como una persona adulta, vestido con ropa distinta a la del lugar, son amables y sonrientes y en el momento oportuno, los devuelven sin violencia. Uno de los muchachos fue llevado a la copa de un árbol grande al que nadie podía acceder y la niña, a un lugar en la misma casa, en la que, extrañamente, nadie podía ver. Dicen que no tuvieron miedo y sentían que los Duendes eran personas muy sabias y ocurrentes... El relato de Karen Joaquina Algañaraz y Ángel Francisco Flores, a quienes les pedí permiso para compartir la experiencia, fue realizado en medio de parientes y personas adultas de Santa Ana, que corroboraron lo que ellos decían y expresaron que así lo habían escuchado.
A la magia del café y la producción, está el de las ocurrencias que viven en el alma de estos pueblos de tierra colorada esperando picarescas ser redescubiertas.
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA