Presencia rusa bajo sospecha
El astronauta ruso Serguéi Kud-Sverchkov besa a un niño boliviano con cáncer y la foto es —obviamente— portada en la mayoría de los periódicos nacionales. La oficialista Agencia Boliviana de Información (ABI) destaca que Bolivia es el primer país de Sudamérica que Serguéi visita junto con la investigadora espacial Anastasia Stepanova.
Aliona Kuzmenko, presidenta de la organización Unity que auspicia el viaje con Roscosmos, explica a la prensa que el mensaje del cosmonauta es que “los sueños se cumplen”. Kud-Sverchkov asegura que los enfermitos pintan “muy bonito”. La comitiva recorre La Paz, Santa Cruz, Oruro y Potosí.
Todo podría ser un recuerdo icónico, si no se deslizarían al mismo tiempo las palabras de Kuzmenko: esta gira “fortalece las relaciones de Bolivia y Rusia”. El canal estatal de televisión, BTV, dedicó notas de varios minutos a la llegada de los rusos a la Agencia Espacial Boliviana. El otro vocero oficialista, La Razón también dio amplia cobertura; éste es el medio que recibe artículos del embajador ruso defendiendo la invasión a Ucrania. No es casual.
Roscosmos es la Corporación Espacial Estatal de la Federación Rusa y responsable de los programas de cosmonáutica y viajes espaciales del país, que en los últimos años volvió a fortalecer este asunto, uno de los más competitivos con la estadounidense NASA en los años de la guerra fría.
Ayudar a la alegría de niños enfermos, así sea efímera, es una acción que motiva muchos apoyos de organizaciones locales, nacionales, privadas y públicas. ¿Quién podría negarse a abrir las puertas a un astronauta? Es emocionante.
Las asociaciones de exbecarios, de exalumnos en la Unión Soviética, de amistad boliviano-rusa, el colegio ruso, la cada vez más expansiva televisión rusa tienen el objetivo de crear vínculos culturales con Moscú. Ello no es nuevo ni debería estar bajo sospecha.
Al contrario, las relaciones amistosas entre los pueblos del mundo ayudan al conocimiento mutuo y a fortalecer la paz. Varios países, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial abrieron oficinas culturales con actividades para hermanar a los pueblos. Centros y alianzas para conocer mejor al otro. En el caso de Rusia podría ser tan hermoso tener conferencias sobre mi amado Alexander Pushkin, sobre Dostoievski, música del siglo XIX, ballet.
Sin embargo, una segunda lectura nos muestra que ninguna agencia rusa, tampoco ningún funcionario público ruso, se mueven libremente. Vladímir Putin, a pesar de ser un profesional opaco, aprovechó al máximo su aprendizaje en el control de la sociedad y en el espionaje. Su biografía, los datos de su gobierno, los asesinatos de los opositores, el cerco a artistas que intentan ser autónomos, la falta de libertad de la sociedad en todos sus niveles, evidencian que su objetivo es el dominio planetario. Sensibilizar con temas aparentemente inocentes, para luego imponer ideas y poder.
En Ucrania, lo repetimos, se libra la lucha más feroz del siglo porque estamos frente a la intención de una potencia de apoderarse de las riquezas naturales, pero también de las mentes. El apoyo sumiso de Luis Arce Catacora y David Choquehuanca nos costará muy caro.
A diferencia del imperio estadounidenses, en el caso de Rusia no existen los contrapesos internos para limitar o denunciar esa intromisión. La prensa está amordazada. Los partidos políticos, las organizaciones no gubernamentales, las bandas musicales, los científicos, los deportistas están vigilados por el Gran Hermano.
Rogelio Mayta, en su ignorancia, quería justificar la posición boliviana nombrando los sucesos del Plan Cóndor en los años setenta. El Ministerio de Relaciones Exteriores respalda a un Putin que sueña reponer el régimen zarista. Un régimen que no tiene nada que lo relacione con las luchas populares del Sur.
El contenido de los acuerdos que firma el (No) Estado Plurinacional, empezando por las compras de las vacunas Sputnik hasta las visitas de militares rusos, no es accesible a la opinión pública.
El gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) camina aceleradamente al modelo nicaragüense/ Ortega/Murillo, el más nefasto del socialismo del siglo XXI. En ese ámbito, no se diferencian arcistas o evistas.
Columnas de LUPE CAJÍAS