Máxima degradación
Está demás decir que en la historia universal es imposible encontrar un político que haya sido “inmaculado”, sin mancha, puro… impoluto, fatalmente algo o mucho de negativo ha tenido que estar adherido a su persona, pero en el actual caso boliviano la política y los políticos han llegado al cenit de lo inaceptable.
En tiempos pasados, muy pasados, el político de cuño poseía una envidiable formación cultural, era un intelectual completo, teórico, doctrinario, principista, no faltaban eximios poetas laureados, literatos, su mundo se centraba en la filosofía, la ciencia política, la literatura, la sociología, la antropología, la teoría política, el derecho político y demás ramas de la ciencia y la cultura universal. Había entre ellos catedráticos universitarios cuando la universidad era selecta, es decir, de alto nivel, respetada por la sociedad, el Parlamento era el escenario donde fulguraban los grandes oradores de palabra elegante, fulminante, de lúcido pensamiento. El honor y la honra personales eran los tesoros más valiosos y cuando eran mellados se ponía en marcha el instituto del duelo personal con el nombramiento del padrino del combate.
Los partidos políticos contaban con escuelas o institutos de capacitación y formación política de donde emergían ideólogos de nota constituidos en puntales de una militancia culturizada y adoctrinada. Dar nombres sería un error porque se correría el riesgo de abstraer a muchos de gran valor.
Todo esto ha muerto, es cosa del pasado, los jóvenes de hoy lamentablemente no han tenido la oportunidad de conocer esta especie política ilustrada. ¡Que había imperfecciones, políticos de dos caras, ambiciosos, traidores, indeseables! Desde luego que los había, como en cualquier ámbito del mundo terreno.
Hoy realmente es para llorar. ¡Hay que ver al Parlamento!, su nivel de discusión, muchos asambleístas ni conocen bien el idioma en el que se expresan y para hacerse entender acuden al insulto o al puñetazo, más allá de los jocosos disfraces con los que suelen aparecer, actitudes inauditas que ni en caso de locura colectiva se hubieran producido en tiempos pasados.
En el Parlamento actual nada nuevo ocurre, ahí se presenta la comedia bufa titulada “La preselección de candidatos a la magistratura”, con la actuación especial de actores del más alto nivel de la ignorancia en el papel de “concursantes”, junto a comediantes de talla mayor, diputados y senadores, que si bien no tienen idea de lo que es la Ciencia del Derecho, en cambio poseen título de doctorado en el arte del engaño y aún de la expresión gestual, comunicándose mediante ademanes, con las manos, movimientos de piernas, de cabeza, son mimos de profundidad teatral, viéndose a “ojos vista” las emocionantes triquiñuelas y contubernios que desarrollan para escoger a ilustres desconocidos poseedores de habilidades en el arte del servilismo político, para luego entregárselos a los ciudadanos para que sean estos, mediante el voto popular, los que los elijan en las urnas a los verdugos de la justicia, si es que llegan a realizarse los inservibles comicios judiciales.
A mayor degradación no se podía llegar.
Está demás decir que en la historia universal es imposible encontrar un político que haya sido “inmaculado”, sin mancha, puro… impoluto, fatalmente algo o mucho de negativo ha tenido que estar adherido a su persona, pero en el actual caso boliviano la política y los políticos han llegado al cenit de lo inaceptable.
En tiempos pasados, muy pasados, el político de cuño poseía una envidiable formación cultural, era un intelectual completo, teórico, doctrinario, principista, no faltaban eximios poetas laureados, literatos, su mundo se centraba en la filosofía, la ciencia política, la literatura, la sociología, la antropología, la teoría política, el derecho político y demás ramas de la ciencia y la cultura universal. Había entre ellos catedráticos universitarios cuando la universidad era selecta, es decir, de alto nivel, respetada por la sociedad, el Parlamento era el escenario donde fulguraban los grandes oradores de palabra elegante, fulminante, de lúcido pensamiento. El honor y la honra personales eran los tesoros más valiosos y cuando eran mellados se ponía en marcha el instituto del duelo personal con el nombramiento del padrino del combate.
Los partidos políticos contaban con escuelas o institutos de capacitación y formación política de donde emergían ideólogos de nota constituidos en puntales de una militancia culturizada y adoctrinada. Dar nombres sería un error porque se correría el riesgo de abstraer a muchos de gran valor.
Todo esto ha muerto, es cosa del pasado, los jóvenes de hoy lamentablemente no han tenido la oportunidad de conocer esta especie política ilustrada. ¡Que había imperfecciones, políticos de dos caras, ambiciosos, traidores, indeseables! Desde luego que los había, como en cualquier ámbito del mundo terreno.
Hoy realmente es para llorar. ¡Hay que ver al Parlamento!, su nivel de discusión, muchos asambleístas ni conocen bien el idioma en el que se expresan y para hacerse entender acuden al insulto o al puñetazo, más allá de los jocosos disfraces con los que suelen aparecer, actitudes inauditas que ni en caso de locura colectiva se hubieran producido en tiempos pasados.
En el Parlamento actual nada nuevo ocurre, ahí se presenta la comedia bufa titulada “La preselección de candidatos a la magistratura”, con la actuación especial de actores del más alto nivel de la ignorancia en el papel de “concursantes”, junto a comediantes de talla mayor, diputados y senadores, que si bien no tienen idea de lo que es la Ciencia del Derecho, en cambio poseen título de doctorado en el arte del engaño y aún de la expresión gestual, comunicándose mediante ademanes, con las manos, movimientos de piernas, de cabeza, son mimos de profundidad teatral, viéndose a “ojos vista” las emocionantes triquiñuelas y contubernios que desarrollan para escoger a ilustres desconocidos poseedores de habilidades en el arte del servilismo político, para luego entregárselos a los ciudadanos para que sean estos, mediante el voto popular, los que los elijan en las urnas a los verdugos de la justicia, si es que llegan a realizarse los inservibles comicios judiciales.
A mayor degradación no se podía llegar.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA