La ciudad y la noche
Mientras el gobierno nos distrae con un referéndum mañudo y el acomodadizo ejecutivo de la COB propone medidas descabelladas para “proteger la economía”, los ciudadanos estamos cada día más pobres. Ante este horizonte difuso, lleno de problemas y preocupaciones y contaminado de humo de chaqueo, las alcaldías harían bien en girar el timón y, en corto plazo, darnos la posibilidad de reanimar nuestra economía. Mejor aún: generar economía de barrio por primera vez en la historia municipal. ¿Cómo? Siguiendo los pasos de las ciudades de vanguardia e incorporando en la planificación urbana la administración de la noche, un espacio temporal con enorme potencial para producir empleo y capital.
Que no se persignen los santurrones, no se trata de incentivar la proliferación de bares, discotecas y casas de citas. El concepto de las “Ciudades 24 horas” es mucho más amplio e interesante. Está orientado a la revitalización del espacio público y al uso mixto del suelo de diversos equipamientos —incluidos los residenciales— para que tengan una función de día y otra de noche, garantizando los derechos de usuarios, trabajadores y, por supuesto, de quienes quieren descansar.
No es necesaria una gran inversión en infraestructura. Éste es, sobre todo, un ejercicio de imaginación: refuncionalización de construcciones en el centro de la ciudad para que de noche concentren actividades de recreación; intervención en zonas residenciales frente a parques donde, en un horario determinado, las calles vehiculares se transformen en peatonales y las plantas bajas de las viviendas funcionen como restaurantes o cafés; organización de paseos nocturnos en bicicleta por las principales calles de la ciudad; incentivo para visitas de noche a museos y centros culturales, y creación de redes de bibliotecas y cines nocturnos que incluyan espacios para el encuentro y el intercambio de ideas; extensión de horario de cierre de determinados locales, para evitar que la gente salga a la calle al mismo tiempo, reduciendo problemas de riñas, ruido y tráfico… Éstas y varias otras medidas ya fueron implementadas en ciudades desarrolladas, con resultados exitosos en cuanto a generación de economía y calidad de vida de los pobladores.
La limitación de transporte nocturno puede ser, más bien, una oportunidad para generar más fuentes de empleo. Ante el monopolio diurno de los atropelladores y poderosos sindicatos de transporte, la Alcaldía puede regular los horarios e incentivar que de noche operen empresas de transporte compartido (como BlaBlaCar en Francia) o que funcionen bajo el modelo de “ofertas en tiempo real” (InDrive, Yango y otros) dando una oportunidad laboral a los desempleados o a quienes tienen un sueldo que no alcanza a cubrir todas sus necesidades.
¿Cómo evitar que las actividades nocturnas se salgan de control? No a través de los intendentes, por supuesto. Conocemos muy bien las malas prácticas de los designados a ocupar ese cargo: matones dedicados a extorsionar a propietarios de boliches, que actúan con particular saña en prostíbulos y clubes de desnudistas. En cambio, ya son más de 60 las ciudades en el mundo que cuentan con un “Alcalde de la noche”, un cargo apolítico, totalmente independiente de la administración municipal, que estudia los fenómenos sociales, determina qué tipo de actividad nocturna es más viable en un sector específico y hace de intermediario entre comercios, residentes y alcaldía, a fin de regular y atender la dinámica de la noche.
No esperemos respuestas del Gobierno central. Está claro que al presidente le preocupa más su reelección y la aniquilación de su archirrival antes que la crisis económica. Desde los municipios, rescatemos la maravillosa oscuridad de manos de la violencia, la inseguridad y la quietud, y desarrollemos políticas que promuevan el uso de este espacio (ciudad) y tiempo (noche) lleno de oportunidades para personas de cualquier edad, género y cultura.
Columnas de DENNIS LEMA ANDRADE