¡Así termina la vida y comienza la supervivencia!
El 17 de agosto de 2025, cantarán las aves sacrificadas.
Los animales chamuscados se levantarán para recordar su inmortalidad. Los árboles agitarán sus ramas. Los bosques dejarán oír sus vientos lastimeros y nosotros, los que presenciamos con horror los fuegos fatuos de la muerte y de la inverosimilitud, también asumiremos la convicción de votar por el nunca MAS.
Es que ya son suficientes incendios los que fueron producidos por las manos del poder y de la ilegitimidad.
Convirtieron en cenizas la justicia y la verdad. Los ataques arteros con dados cargados fueron y siguen siendo una dinamita que explota día a día en las manos de los bolivianos.
Entre las cenizas de casi cuatro millones de hectáreas de bosques, árboles y animales quemados, también tienen que estar amontonados los restos del gobierno de más de 14 años.
Y así, entre borracheras de poder, dinero, ambiciones, pugna y acusaciones, los pecados capitales se tienen que pagar.
El Purgatorio llamará a la puerta de la “casita grande” y se cobrará la ilegitimidad de gobernar obedeciendo al llunk’erio y a las elites de poder que pulverizaron la cordura y la ética.
Los incendios en el oriente boliviano y en varios departamentos, son el símbolo más infernal y trágico de cómo se han venido manejando los destinos de este país. En ellos están reflejadas las manos negras de la deshonra y de los mercaderes que negocian, bajo la mesa, el presente y el futuro de sus habitantes.
¡A esto hemos llegado!
A respirar aires de luyidos vientos, humo con olor a muerte que ventean sobre las conciencias inmutables de los que balbucean el concepto de patria.
En este mundo mondo, el purgatorio pide la cabeza de los insensatos, de los criminales que extienden las manos para encender el fuego de la muerte, pero también de los que alentaron y alientan para que los pirómanos e incendiarios sean legitimados por ley.
En este mundo y en este país que paulatinamente dejan de ser mágicos, ya no importa el olor a naturaleza, a vegetación, a justicia, a libertad y a vida. Los sordos, por encargo, dejaron de escuchar el trino de los pájaros y las voces del pueblo. El lamento de la justicia se hace eterno.
(…)“¡Oh desecadores de lagos, dice un fragmento del ensayo, Palinodia del polvo, del escritor mexicano Alfonso Reyes.
¡Taladores de bosques!
¡Cercenadores de pulmones, rompedores de espejos mágicos! Y cuando las montañas de andesita se vengan abajo, en el derrumbe paulatino del circo que nos guarece y ampara, veréis cómo, sorbido en el negro embudo giratorio, tromba de basura, nuestro valle mismo desaparece. Cansado el desierto de la injuria de las ciudades; cansado de la planta humana, que urbaniza por donde pasa, apretando el polvo contra el suelo; cansado de esperar por siglos de siglos.
Venganza y venganza del polvo. Planeta condenado al desierto, la onda musulmana de la tolvanera se apercibe a barrer tus rastros”. (…)
Yo vivo en la región menos transparente del aire. Una región en donde día a día el polvo de muerte esculpe monstruos de cien cabezas. Una región en donde las manos gigantescas de esos monstruos pudren la vida.
Es una región en la que el futuro es una gigantesca muralla que no permite pasar, en ella nos estrellamos minuto a minuto, otros, más osados, mueren en el intento.
La región menos transparente, es esa en la que siempre resucitan los fuegos fatuos. Tiene como gobierno a los inservibles, a los mediocres, a los que vomitan miseria en el día y fuego en la noche. Son antropófagos, se comen a sus habitantes y, con ellos, a sus sueños, a sus esperanzas y a sus alegrías.
Han pasado más de 90 días de fuego, desolación y catástrofe y la declaración de desastre nacional suena hueca, a eco perdido.
La agitada respiración de los cientos de voluntarios que arriesgan su vida se confunde con los efectos nocivos del humo que enferma.
Animales carbonizados, árboles de toda la vida y ecosistemas reducidos a cenizas, se han convertido en almas en pena que deambulan clamando justicia.
¡La Nada se ha apoderado de este país!
Así como en el libro La Historia interminable del escritor alemán Michael Ende, esta patria debe ser renombrada. Alguien debe darle una nueva identidad y un nuevo horizonte para salvarlo de la Nada, que día a día devora los ideales y las alegrías de sus habitantes.
Alguien debe hallar la cura a la enfermedad que padece y que la está matando lentamente.
Alguien, o muchos, deben pagar por toda esta tragedia.
¡A esto hemos llegado!
A un escenario dantesco, desastroso, de muerte y de impunidad, pero también de negligencia y de mediocridad para administrar el país, desde la justicia y la equidad.
Hace días, un juez corrupto determinó que un sujeto que estaba acusado por incendios forestales sea “condenado” a sembrar 100 plantines de árboles nativos.
En principio, el incendiario había sido condenado a tres años de presión. Empero, en la misma audiencia, se le suspendió la pena con la brillante condición de que el criminal sembrara 100 plantines y listo, caso cerrado.
¿Qué tal esa joyita de justicia que nos gastamos?
Desde esta columna hago un llamado clamoroso a los candidatos, posibles candidatos, tentados por la presidencia, binomios o coaliciones a la presidencia en 2025, para que se cohesionen en torno a un discurso efectivo y contundente. Uníos en esta gran oportunidad irrepetible que tienen para reivindicar sus discursos y sus promesas. Las “leyes incendiarias” deben ser abrogadas a corto plazo y hacer pagar con cárcel a los criminales que atenten contra la biodiversidad y la salud de todos los bolivianos.
Cuando el agua ha empezado a hervir, decía Nelson Mandela, apagar el fuego ya no sirve de nada.
¡Así termina la vida y comienza la supervivencia!
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.