Crisis política, económica y desorden institucional: crisis orgánica
Con la realización de las elecciones de 2020, si bien se restableció el orden democrático constitucional, el retorno del MAS surge ante el desafío de recomponer lo que la crisis del 2019 resquebrajó. Empero, la crisis económica e institucional sobreviniente agravó aún más el cuadro, de modo que, a cuatro años de gestión, el descontento político que se refleja en sondeos de opinión, así como en el incremento de manifestaciones, provocó una grieta profunda que debilitó al gobierno de Arce. Para analizar la sumatoria de crisis que atravesamos, podría ser muy útil la categoría “crisis orgánica” de Gramsci, creada para analizar escenarios de crisis de representación política, en tanto se rompió la relación gobernantes y gobernados.
La reducción de los ingresos por exportación de hidrocarburos, y la decisión de sustituirlos por un incremento de la deuda interna y externa, derivó en insolvencia y escasez de dólares. El escenario empeora con la pretensión de reducir a la ALP a la “marginalidad institucional”, mediante recursos inconstitucionales, que frenan su normal funcionamiento o, cuando no se promulgan y publican proyectos de ley aprobados y sancionados por el Senado, referente al uso de dispositivos electrónicos de vigilancia, así como por la ALP, referente al contrato de préstamo para la construcción de la doble vía Caracollo - Confital - Bombeo - Colomi, y el cese de mandato de los magistrados autoprorrogados, en sesión de la ALP presidida por Andrónico Rodríguez, todo ante el silencio del gobierno ¿será por el entrampamiento minoritario en el que se encuentra en la ALP y la imposibilidad de aprobar leyes de su interés?
Con el desarrollo de la crisis en un contexto de tensión que rodea al MAS, se cumple otra condición para una “crisis orgánica”, que se refleja en la estructura de los partidos políticos y el paso súbito de la pasividad a la actividad política. Las demandas por el control de la organización política más importante, cuya unidad representó la estabilidad del país por más de 10 años, refleja lo descrito; por ello, no es que la crisis sea la consecuencia de un vacío de poder, sino el resultado de la pelea de múltiples poderes. El caos y la incertidumbre que caracterizan la nueva normalidad, son síntomas que podría analizarse desde la categoría “interregno”, para interpretar “fenómenos mórbidos”. Ese fue el escenario que antecedió la escena del “golpe” o “autogolpe”, donde una de las instituciones sobre la que se vertebra el sistema político, desencadenó en lo acontecido el 26 de junio pasado.
Por tanto, se cumplen las condiciones establecidas por Gramsci para el surgimiento de una “crisis orgánica”, una combinación de crisis política, económica e institucional, con un estallido esporádico de diferentes sectores de la sociedad, y del mismo MAS. En cuyo contexto se producen acontecimientos “monstruosos”, con efectos como la insubordinación militar. No obstante, el desenlace de una “crisis orgánica” se produce cuando, al “morir lo viejo, nace lo nuevo”, de ahí que, si no se consolida una alternativa que desplace al MAS-IPSP de la representación del bloque popular, pese al momento de tensión en el que se encuentra, la recomposición podría durar mucho tiempo.
Pese a que todo va mal, y lo peor es que tiende a empeorar, no es momento para lamentarse o apostar por una mayor confrontación, la historia de Gramsci enseña a dominar el arte de la perseverancia para reponerse ante tantas adversidades…
Columnas de Wilson Aguilar Martínez