Yo sólo sigo órdenes
“En verdad, no había ni una sola organización o institución pública en Alemania, por lo menos durante los años de la guerra, que no colaborase en actos y negociaciones de índole criminal.”
Hannah Arendt - Filósofa e historiadora alemana
Es de lo más común en el acontecer diario paceño y nacional, el encontrarnos con ciertas expresiones que se han vuelto tan típicas que dejaron hace mucho de ser (si es que alguna vez lo fueron) razón de preocupación sobre la carencia de pensamiento crítico y responsabilidad individual que debería caracterizar a todo individuo adulto que es capaz de ejercer sus derechos como ciudadano boliviano, las expresiones mencionadas son: “no soy del MAS, pero necesito trabajo”, “yo no quería hacer, pero mi jefe me ha dicho”, “Me obligan a compartir las publicaciones del ministro, pues”, etc.
¿Cuál es el pecado detrás de todas estas frases? Muy simple: la incapacidad individual de millones de bolivianos de reflexionar y cuestionarse si sus acciones personales son buenas o malas moralmente, para luego proceder a lavarse las manos como Poncio Pilatos, para finalmente decir: “Yo sólo sigo órdenes”. En resumen, su pecado es su incapacidad de pensar por sí mismos.
La filósofa alemana Hannah Arendt llamó a este fenómeno “La banalidad del mal”. Luego de participar como periodista en el juicio del afamado nazi Adolf Eichmann, encargado de la deportación y asignación a campos de concentración de millones de judíos durante el holocausto, pudo observar cómo este personaje, como así otros miles o millones de individuos de alemanes, justificaba su accionar y los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial con frases como: “Yo sólo seguía órdenes”.
Arendt concluye que muchas de las grandes atrocidades realizadas a lo largo de la historia humana fueron, en buena medida, con la complicidad de millares de individuos que fueron tornillos y engranajes de estas maquinarias del terror. Que quieran reconocer o no, aportaron al surgimiento de muchas crisis que se llevaron consigo el bienestar de naciones, como realizar crímenes que culminaron en verdaderos genocidios.
Estos individuos concluyen que al acatar órdenes de sus superiores sin cuestionarse y al mantenerse dentro de los parámetros de la ley (el asesinato de judíos en la Alemania Nazi era legal), se mantienen inocentes respecto a su participación en aquellos hechos que ellos mismos conocen y ejecutan, donde brilla por su ausencia el espíritu crítico y donde el más básico razonamiento concluye que son inmorales y negativas. Después de todo, el honor condena lo que la ley permite.
Es en este sentido, quiero hacer referencia y un llamado a la conciencia a los miles de servidores públicos y seguidores del partido de izquierda al cual a su vez me atrevo a decir que es de índole fascista: el Movimiento Al Socialismo, que reflexionen en su actuar y piensen en su aporte al fortalecimiento del régimen que nos gobierna y su influencia en la destrucción sistematizada de nuestras instituciones, pues se darán cuenta de que son parte del monstruo que nos oprime y que con inmediatez deben revelarse a él para expiar sus pecados.
Estoy seguro de que este mensaje quedará en oídos sordos. Aún así considero necesario y moral el denunciar de manera pública el actuar de una gran parte de mis compatriotas, puesto que guardar silencio y renunciar a la resistencia sería también un acto de complicidad, y aquí es importante recordar que ante los ojos de la historia con respecto al juicio que el tiempo realizará, las excusas de “necesidad” y frases como la ya mencionada: “Yo sólo sigo órdenes”, no los absolverá de sus responsabilidades.
Columnas de ESTEBAN EDUARDO BURGOA CARDOZO