Peligrosa desinstitucionalización
Estamos a pocos meses de conmemorar nuestro bicentenario, una fecha que debería representar la fortaleza y unidad de Bolivia. Sin embargo, el listado de problemas que hoy nos aquejan sugiere un panorama sombrío: falta de divisas, reducción de ingresos del Estado, instituciones debilitadas, corrupción enquistada en los órganos de poder, y la constante erosión del Estado de derecho y la democracia.
Esta crisis en un país lleno de potencial y riquezas, viene acompañada de una crisis institucional que mina los frágiles cimientos de nuestro Estado y sociedad. La desinstitucionalización se ha convertido en una realidad ineludible que nos acerca peligrosamente a un abismo que no solo amenaza la estabilidad, sino que también podría poner en riesgo la viabilidad del país. Es que, de un tiempo a esta parte, nadie quiere cumplir los acuerdos legales institucionales, y a partir del matonaje, la violencia y la amenaza, buscar imponer intereses individuales por sobre los derechos colectivos de la mayoría de los bolivianos.
La figura de Evo Morales ejemplifica un punto álgido de esta crisis. Su negativa a aceptar la voluntad popular expresada en el referéndum de 2016 y su insistencia en una candidatura ilegítima son reflejo del debilitamiento del respeto por las normas y de la falta de voluntad para someterse a los límites que la Constitución impone. Estas actitudes son señales preocupantes que afectan todos los ámbitos de la sociedad y erosionan el respeto ciudadano hacia las instituciones.
Como bien señalaba Émile Durkheim, las situaciones de anomia, es decir, de desorden normativo, conducen a graves crisis sociales que pueden modificar profundamente el Estado o, incluso, llevarlo a su fin. Cuando se disuelven los pactos fundamentales de una sociedad, el tejido social comienza a desintegrarse, y con él, la confianza de los ciudadanos en sus instituciones.
Frente a este panorama, urge rescatar la institucionalidad y restablecer la seguridad jurídica, pues sin ellas no puede existir una sociedad próspera y en paz. El peligroso camino de desinstitucionalización a la que nos ha llevado el MAS en su disputa, nos exponen a un vacío que podría definir el destino de Bolivia en sus próximos cien años.
Para revertir esta situación, se necesita liderazgo y voluntad política por parte de los actores políticos apuntando en restaurar el Estado de derecho y la institucionalidad, aunque eso implique desafiar todo un sistema de corrupción y prebendalismo que ha debilitado las estructuras estatales. No será una tarea fácil, pero sin este esfuerzo Bolivia corre el riesgo de seguir atrapada en una espiral de desorden y crisis que va limitar otros 100 años nuestro desarrollo en comparación con nuestros vecinos.
A nuestras autoridades y a quienes aspiren a ser líderes les toca responder con firmeza y decisión, recordando que la historia juzgará su rol en este momento crucial. Es momento de actuar, de reestablecer las instituciones y de construir un futuro de estabilidad, justicia y desarrollo para Bolivia.
El autor es analista de politicas públicas
Columnas de CÉSAR AUGUSTO CAMACHO SOLIZ