¡Yo soy Charlie!, ¡viva la libertad!
La revista satírica francesa Charlie Hebdo, creada en 1992, se hizo muy famosa, en especial por sus caricaturas. Ganó simpatías y rechazo. No es raro. Monty Python o Los Simpsons y South Park provocaron las mismas impresiones encontradas. Sin embargo, no hubo reacciones más graves que los intentos de impedir su difusión.
Hace 10 años fueron asesinados ocho miembros de Charlie Hebdo. Así lo recuerda Daniel Cecchini en Infobae el 7/1/2025: “La mañana del 7 de enero de 2015, dos terroristas irrumpieron a los tiros en la oficina de la revista humorística francesa, mataron a 12 personas e hirieron a otras 11. El motivo fue la ‘venganza por el honor’ de Mahoma, en sus caricaturas”. El hecho precedió a otro igual en un supermercado judío parisino cobrando cinco vidas más.
La condena pública fue contundente. Luis Rivas en “La izquierda francesa, a diez años de la matanza en Charlie Hebdo (7/1/2025, en vozpópuli.com), rememora: “Tres días más tarde, más de cuatro millones de personas recorrieron las calles de las principales ciudades de Francia. (…) los manifestantes enarbolaban carteles y pancartas con expresiones como “Yo soy Charlie”, “Yo soy policía” y “Yo soy judío”.
Hasta hoy la violencia y el terrorismo no han cejado. Dice Hugh Schofield (6/1/2025, BBC News Mundo): “Los atentados de Charlie Hebdo y el supermercado judío son vistos ahora como el preludio de un período sombrío y mortal en la Francia moderna, durante el cual, el miedo al terrorismo yihadista se convirtió en parte de la vida cotidiana”. Y France 24 informa el 8/1/2025 que Charlie Hebdo trabaja oculta, con temor por el terrorismo que mató al menos a 300 ciudadanos desde 2015, y las manifestaciones violentas que no cesan.
En “El Debate” del jueves último de France 24, Pedro José García Sánchez, académico venezolano radicado en Francia, recuenta hechos: “El que hubo el 13/11/2015 en un concierto en el teatro de variedades Bataclan, con 130 víctimas fatales; la decapitación de (…) Samuel Paty el 16/10/2020 o la transformación de un profesor como señuelo (…) Dominique Bernard en 2023”.
Opina que “a veces, con la instrumentalización de episodios bélicos como los de Gaza, que ha servido para generar y ampliar movimientos políticos ideológicos que han sido programados en general por actores oscuros y muy bien financiados que han ido apropiándose de las aulas universitarias, de los medios de comunicación, de las redes sociales y de la calle para caricaturizar (…) realidades que son complejas y transformarlas como en fenómenos binarios.”
Enfrente están los que alientan al terrorismo. Contra Occidente. Una, Mariana Vilnitksy, de la revista española Alternativas Económicas, afirma: “Si te atacan con un arma, devuélveselo con un empleo digno, un techo, un médico, una escuela, un plato de comida caliente, una oreja bien abierta para escuchar sus penas y un gran abrazo. (…) por qué alguien puede fanatizarse tanto como para masacrar a sangre fría a unos pobres dibujantes que hacen chistes sobre un tema, por más sagrado que sea. La palabra clave es una: marginación. Las palabras relacionadas son precariedad, periferia, olvido, dejadez, individualismo... Y, por supuesto, el tema central es una política socioeconómica que deja fuera a una parte cada vez más importante de la población, mientras se muestra lo (supuestamente) bien que viven los excesos unos cuantos pocos privilegiados. No son los chistes. Es esa la verdadera provocación”.
No es una primicia. Luis Rivas en el artículo de vozpópuli.com citado anota que Emmanuel Todd, en su libro Qui est Charlie? publicado en abril de 2015, dice: “Millones de franceses se han precipitado a la calle para definir como necesidad prioritaria de la sociedad el derecho a escupir sobre la religión de los más débiles”. (…) “Blasfemar de manera repetitiva sobre Mahoma, personaje central de un grupo débil y discriminado, debería ser calificado, digan lo que digan los tribunales, como incitación al odio religioso, étnico o racial”.
Lo dice uno dedicado a atacar a la iglesia católica. Claro. No es la religión de los más débiles y Jesús no es el personaje central de un grupo débil y discriminado en Europa. Por ahora.
Otro caso es el de Jean-Luc Melenchón, político de izquierda. Hace 10 años dijo que los asesinos de los miembros de Charlie Hebdo eran “nuestros más antiguos, crueles y constantes enemigos, los fanáticos religiosos”. Hoy guarda silencio. Considera “racista” a la revista. Busca votos musulmanes. Olvidó el laicismo.
La cuestión de fondo es la libertad de expresión, vehículo del pensamiento que manifiesta la razón; base de la comunicación que mueve la acción humana típica, la política. Con ella se generan los consensos que llevan a la transformación de la realidad que manifiesta la voluntad. Sin libertad de expresión no hay dignidad humana; tampoco democracia. Es irrenunciable. Contra límites y censuras. Que cada quien vea y oiga lo que le plazca, en ejercicio de su libertad.
Sí: ¡Yo soy Charlie Hebdo y que viva la libertad!
Columnas de GISELA DERPIC