Mujica, el guerrero
En el ocaso de vida, el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica volvió a dar una lección de grandeza con ejemplos simples al aceptar la gravedad de su enfermedad y encarar esta etapa con paliativos.
“Hasta acá llegué”, dijo al anunciar el pasado 8 de enero al semanario Búsqueda que el cáncer que sufría en el esófago hizo metástasis y por las dos enfermedades que ya padece ha renunciado a un tratamiento.
“Ya terminó mi ciclo. Sinceramente me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso”, afirmó a tiempo de decir que el resto de su vida lo dedicará a estar en su chacra con su tractor cultivando.
“Guerrero”, como él se definió sigue dando un ejemplo de lucha contra la adversidad que ha marcado su vida; pues, estuvo en la cárcel 14 años durante la dictadura cívico militar en Uruguay. Después emprendió su carrera política en tiempos de muchas tensiones y desigualdades.
En su última entrevista contó que se compró un tractor que maneja un poquito todos los días, pues quiere dedicarse a trabajar en su charca.
Así, Mujica, el líder de un país, aceptó la fragilidad de la vida y se apartó de la actividad pública para abrazar el final de su existencia con la mayor dignidad junto a su compañera, Lucia Topolansky, y sólo recibiendo paliativos.
A fines de noviembre, en una de sus últimas entrevistas reflexionó: “A pesar de todos los pesares, estuve añares preso, me pasó de todo, después fui presidente. Entonces tengo que gritarle: Gracias a la vida”.
Mujica cerrará su ciclo político recordado como un ser auténtico y uno de los pocos presidentes pobres. De hecho, durante su gestión, entre 2010 y 2015, donó su salario a obras sociales y luego continuó viviendo en su chacra. Ese lugar donde concede sus entrevistas al aire libre o en una sala con muebles sencillos y llena de libros.
Y, si bien casi siempre se ha resaltado su personalidad por su discurso anticonsumo y su vida austera muy pocas veces se destacan los logros de su gestión.
¿Qué hizo Pepe Mujica en su gobierno? El que fuera guerrillero tupamaru, prisionero, legislador y ministro logró una reducción de la pobreza en Uruguay a un 12 por ciento, cuando 10 años antes llegaba al 40 por ciento.
Después de cinco años de gobierno, continuó vigente y siendo un referente político, pero dejó en claro que estaba alejado del poder. En una alusión a la situación en Bolivia manifestó: “En la vida hay un tiempo para llegar y un tiempo para irse”.
En un mundo complejo y en constante cambio es difícil hallar y conocer líderes que, de principio a fin, mantengan su humildad, que no es más que el reconocer las limitaciones y actuar conforme a ellas pensando en el bien común.