China - EEUU: guerra fría energética e ingenuidad europea
El orden global al que estábamos bastante acostumbrados en Occidente, y que se impuso después de la Segunda Guerra Mundial, nos hace ver que indiscutiblemente hay un cambio de paradigma y mira en otra dirección. La llegada de Trump al poder no hará más que acelerar este proceso que tiene como eje fundamental una especie de guerra fría entre China y EEUU.
Con Trump en el poder, Europa —entendemos— irá quedando marginada como aliada fundamental. Para EEUU y sus intereses solo queda un rival al frente: China. Así lo percibió el pueblo estadounidense y por eso llevó nuevamente a Trump al poder. Esta especie de guerra fría tiene muchas aristas y un fuerte asiento en la energía y lo tecnológico. Las amenazas de Trump y el embate contra TikTok no se dejaron esperar. A días de sentarse en el poder, llegó sorpresivamente DeepSeek para contrarrestar a Nvidia y otras poderosas firmas tecnológicas de EEUU en el ambiente de la inteligencia artificial. Vaya casualidad. Pero entremos en materia de algo que conocemos: la energía.
Empezaremos con la bullada “transición energética”, que nos llevaría hacia energéticos más limpios y que contribuirían notablemente para frenar el calentamiento global y tener un planeta eléctrico. Una especie de mindset (mentalidad) universal que llevó a la celebración de numerosas cumbres mundiales que terminaban en elocuentes y rimbombantes discursos y acuerdos, pero en la práctica básicamente no pasaba nada.
El impulso a las nuevas y limpias, pero intermitentes, energías alternativas tenía un impulso decidido de la Unión Europea (UE). Obviamente, el viejo continente, no cuenta con recursos fósiles fáciles de extraer y tiene que importarlos. Eso los hace dependientes y no fortalece su economía. De ahí el fuerte impulso tecnológico y mediático para promover paneles solares, turbinas eólicas y baterías de almacenamiento más competitivas y eficientes.
EEUU, por supuesto, se encaminaba en la misma línea, hasta que irrumpe con fuerza la tecnología (2007– 2012) para sacar competitivamente ingentes recursos de shale oil y shale gas (petróleo y gas de esquisto) que tienen en el subsuelo. Así, las dos fuerzas políticas estadounidenses se dividen: los demócratas, a favorecer e impulsar las renovables, y los republicanos más inclinados a favorecer los shales.
Basta recordar que, solo hace dos décadas, EEUU era un gran importador de petróleo y gas natural (GNL). Hoy en día, es el primer productor mundial y gran exportador de petróleo. Es también el primer productor de gas natural en el planeta y exporta a México y Canadá por gasoducto, y vía GNL al mundo. Finalmente, hay que clasificar y definir que los demócratas son más soñadores y los republicanos más prácticos. Bueno, ahí va: Drill baby drill (perfora muchacho, perfora).
En todo este escenario de intenso debate sobre transición energética y eliminar de la tierra los odiados combustibles fósiles, China emerge como ganadora absoluta. Mientras los países de la UE frenaban el ingreso de automóviles de combustión interna e instalaban parques solares y eólicos por doquier (recuerden, energías intermitentes), China incrementaba el uso del sucio carbón, derivados de petróleo y gas natural para hacerse más competitiva. Vaya ingenuidad la europea.
Lo más interesante e impresionante es que, muy hábilmente, China se posicionaba como el proveedor casi único de los elementos de la transición energética. A finales de 2023, China manufacturó aproximadamente el 80% de las baterías eléctricas que demandó el planeta. En relación con los paneles solares, la producción de ese país representó también el 70% y los molinos de viento cerca del 70%. La fabricación de vehículos eléctricos represento el 60%. Entiendo que esas cifras son mayores desde 2024.
Es que China, muy hábilmente, controla casi toda la cadena de abastecimiento y producción de estos cuatro elementos, base de la transición energética y giro hacia un planeta totalmente eléctrico y descarbonizado. Es decir, una especie de monopolio mundial en la provisión de todo lo requerido. Esta transición es esencialmente minera (litio, cobre, cobalto, níquel y otros minerales raros). Lo que es importante y paradójico de entender, es que, para producir minerales y fabricar millones de baterías, billones de paneles solares, millones de molinos y de vehículos eléctricos se necesita ingentes cantidades de combustibles fósiles, en particular diésel, para la minería.
Ahora entiendan, queridos lectores, la posición de EEUU y de Trump de imponer incentivos de producción de petróleo y gas natural y poner salvaguardas a los productos chinos de la bullada transición energética. Y la UE quedó ingenuamente atrapada en las telarañas de su propio bebé. Peor aún, sin gas de Rusia y ahora debe depender en gran parte del GNL importado de EEUU.
Columnas de ALVARO RÍOS ROCA