El significado del relato antidelincuencial de la ultraderecha
Hay una corriente espontaneísta en el análisis de los procesos políticos que sostiene que los giros de las masas hacia la derecha o hacia la izquierda están dictados por penurias materiales.
El aporte de Gramsci consistió en señalar que, además de las contradicciones materiales, dichos giros son posibilitados por transformaciones en el seno de la sociedad civil, provocadas por las guerras de posiciones y disputas ideológicas que acontecen en su seno. O sea que esos giros se preparan, se construyen, y los intelectuales orgánicos tienen un papel muy importante en su conducción.
El giro a la derecha, que se hizo patente con la emergencia del movimiento pitita en 2019, acompañada de un discurso clerical e inquisitorial que justificó la cacería de los masistas, posibilitó la emergencia del gobierno de Jeanine Añez y todas sus derivas autoritarias.
Si bien dicho movimiento fue fuertemente menoscabado durante la pandemia, y en parte derrotado por las manifestaciones campesinas quechuas y aymaras de agosto de 2020 (una lucha que de nuevo fue hábilmente aprovechada por el MÁS en las elecciones) hoy está muy vigente.
Su núcleo ideológico, hoy ampliamente difundido por los candidatos de derecha, no es únicamente liberal y privatizador. Podría decirse que el relato que tiene mayor potencia, incidencia e irradiación en las masas, es esta narrativa policial, producida en el ámbito jurídico y de las instituciones represivas, ampliamente diseminada a través de los medios de prensa: de persecución, encarcelamiewnto; y, de ser posible, masacre del delincuente.
La vigencia del discurso antidelincuencial expresa la naturaleza de clase del estado boliviano. Las instituciones represivas son la fuente de dicho relato.
En torno a la figura del castigo al delincuente el discurso de ultradecha construye una narrativa reaccionaria de amplio espectro.
Lo expusimos en nuestro libro “La caída de Evo Morales...” . y también en “Ahora si, guerra civil” . Se trata de un dispositivo movilizado por la clase dominante para justificar las masacres de octubre de 2003, en El Alto, pero también de Senkata y Huayllani en noviembre de 2019.
De lo que aquí se trata es de modificar drasticamente el balance de las fuerzas en un sentido favorable a la clase dominante. Su objetivo estratégico es la derrota mediante la masacre, y para alcanzarlo, busca obtener la mayor adhesión posible de la clase media y de la pequeña burguesía.
Hay algo en común entre la narrativa de Berzain en 2003, de Murillo en 2019 y de Del Castillo entre 2024-25: el delincuente es un significante vacío cuya elasticidad permite incluir en la definición a manifestantes y activistas de distinto tipo, una táctica discursiva hábilmente movilizada; esto porque en Bolivia la figura de castigar, incluso linchar al delincuente, goza de amplia legitimidad. De este modo el relato antidelincuencial prepara el terreno de la masacre.
En la disputa ideológica que encara la ultraderecha, muy bien representada por Tuto Quiroga, no es la persona de Evo Morales lo importante, sino el símbolo que construye al atacarlo, mediante una serie de asociaciones implícitas, en las que el izquierdista es un pedofilo, el indio es un inmoral, el bloqueador es un delincuente.
Desde la perspectiva de la narrativa de ultraderecha Evo Morales es el símbolo alrededor del cual los represores van definiendo a su ancestral adversario, los trabajadores indios. No importa tanto Evo Morales como las masas a las que finalmente busca someter mediante la fuerza, y a este propósito de ultraderecha se ha sumado muy bien el gobierno de Arce Catacora, que debe quedar en la historia como la administración que criminalizó el bloqueo de caminos.
Hace unas semanas, el diputado arcista Vicente Cuellar decía que la Policía debería pedir el apoyo del ejército para ingresar al Chapare “para detener a Morales”. En la forma, el argumento se justifica por el apresamiento de Morales - multitudes baten palmas-pero desde hace ya varios años la masacre de las masas es el contenido profundo en torno al cual se ha configurado el relato antidelincuencial.
Una perspectiva de largo plazo, es decir que visibiliza procesos de larga duración, nos permite entender que para la clase dominante derrotar a las masas constituye su principal horizonte, en la perspectiva de aplicar las medidas privatizadoras, entreguistas y fondomonetaristas que exige el imperialismo USA. En ese propósito, Evo Morales, que fue circunstancial aliado de la oligarquía, es hoy un escollo, un obstáculo, y el símbolo en torno al cual se configura la narrativa antidelincuencial.
Desde la perspectiva estratégica de la burguesía Evo Morales ocupa un lugar secundario respecto de quienes sí ve como sus verdaderos enemigos, los trabajadores indios del campo y la ciudad. Es contra ellos que se configura su relato antidelincuencial de linchamiento.
De ahí la inmensa importancia de ponerse en guardia frente a esta ideología jurídica de ultraderecha, frente a este discurso de carcelero, frente a esta mentalidad de verdugo, que hoy circula como moneda corriente a través de las redes y de los grandes medios de comunicación.
Escúchate a ti mismo cuando empiezas a repetir el vocabulario del verdugo (“delincuente”) y, si te reclamas de izquierda, preocúpate, porque con mucha probabilidad estas empezando a pasar al bando de los opresores.
El autor es docente-investigador del IESE-UMSS
Columnas de LORGIO ORELLANA AILLÓN