Bolivia y el desafío pendiente del Estado Plurinacional
La ciencia política estudia al Estado y, en ciertos contextos, al poder. Al centrarse en el Estado, lo hace desde múltiples enfoques, entre ellos, su organización interna y su relación con la sociedad. Cuando se enfoca en el poder, examina cómo este se manifiesta en las relaciones políticas y públicas, afectando no solo a los gobiernos, sino a cualquier grupo social y, por extensión, a cada ciudadano. En este marco, Bolivia atraviesa una etapa políticamente caótica, cercana a una anomia social. Aunque en apariencia todo parece estar estructurado, el proceso interno del país avanza con extrema lentitud. Como consecuencia, los cambios, si bien existen, no son percibidos por la población.
La ciudadanía no logra identificar con claridad los avances propuestos desde la refundación del Estado. El paso de una república al Estado Plurinacional, que debía marcar una ruptura con el pasado y abrir las puertas a una transformación profunda, no ha conseguido materializar sus promesas. La idea de un país distinto, con una evolución única y plural, ha quedado estancada en el discurso. Esta falta de resultados palpables ha erosionado la credibilidad en los actores políticos y ha sembrado dudas sobre el camino tomado.
En medio de este escenario, algunos sectores abogan por un retorno al modelo republicano, apelando a una nostalgia que muchas veces encubre una intención más profunda: desplazar el empoderamiento logrado por campesinos e indígenas. Lo ocurrido entre 2019 y 2020 es un ejemplo de esta lógica regresiva. Este intento de restauración revela que, pese al cambio de nombre y estructura, las relaciones de poder en Bolivia aún responden a dinámicas propias de la vieja república, ahora reforzadas con un populismo que utiliza el discurso proselitista como herramienta de movilización y control.
Frente a este panorama, la solución no está en retroceder, sino en profundizar el proyecto del Estado Plurinacional. Pero esta profundización no puede seguir basada en consignas vacías o en promesas que no se concretan. Debe partir de propuestas claras, realizables y ancladas en la realidad social del país.
Hoy, una gran parte de la población es joven, y esta nueva generación demanda certidumbre para tomar decisiones tanto personales como políticas en torno a lo público. Sin embargo, quienes ostentan el poder aún actúan bajo una visión adultocéntrica, desconectada de esas demandas emergentes.
El desafío es, entonces, construir una nueva correlación de fuerzas políticas, capaz de articular las aspiraciones de las generaciones jóvenes con las luchas históricas que dieron lugar al Estado Plurinacional. Solo así se podrá superar el desencanto actual y avanzar hacia un país donde las expectativas no solo sean posibles, sino también reales.
El autor es politólogo
Columnas de VLADIMIR HUARACHI COPA