¿Quiénes pueden arruinar la unidad opositora en Bolivia?
En la calle, en las plazas, en los mercados y en redes sociales, la gente lo viene pidiendo desde hace tiempo: “¡Únanse, por favor!”. No es un capricho, es una necesidad. La nación entera está cansada del desgobierno, de la corrupción, de la crisis económica y de ver cómo los mismos de siempre se reparten el país sin rendir cuentas. Hay una oportunidad única para cambiar de rumbo en las elecciones del 17 de agosto próximo, pero solo si la oposición se presenta como un bloque unido, serio y comprometido con el país.
Y justo cuando parecía que esa unidad estaba cerca, aparecen los de siempre. Tres grupos de personas que, si no se les pone freno, pueden tirar abajo cualquier proyecto de unidad que se pretenda construir, aún a último momento.
Los infiltrados y reciclados del oficialismo: Este es, sin duda, el grupo más peligroso. Son los que hasta hace poco defendían al gobierno, muchos con cargos en el aparato estatal, y que ahora intentan colarse en las listas opositoras como si nada hubiera pasado. Dicen haberse “desilusionado”, pero lo cierto es que quieren seguir prendidos del poder, aunque sea desde otro lado. Lo peor no es solo que busquen beneficios personales. El verdadero problema es que llevan consigo prácticas que la oposición debería erradicar: la intriga, la división, el juego sucio. Llegan con el único objetivo de asegurarse un lugar, aunque eso implique sembrar desconfianza o sabotear acuerdos. Y eso es veneno puro para cualquier proyecto colectivo.
Los políticos del pasado que quieren volver a toda costa: Son los que estuvieron fuera del juego político durante años, por escándalos, derrotas o simplemente porque la gente les dio la espalda. Hoy, ven en este momento su última chance de volver. Pero no traen nuevas ideas ni compromisos sinceros, solo traen el mismo estilo de antes, ese que la mayoría ya rechazó. Muchos de ellos están presionando para ser candidatos, amenazando con dividir si no se les da lo que piden. Están más preocupados por recuperar poder que por construir un futuro distinto. Y lo que es peor, varios ya aprendieron las mañas del poder actual. Si vuelven, no será para mejorar nada, sino para repartirse el botín.
Los frustrados que no entraron en la repartija: Este grupo quizás no suene tan peligroso, pero puede hacer mucho daño. Son personas que apoyaron la causa opositora, trabajaron duro, pero al no recibir cargos ni promesas concretas, ahora están molestos, dolidos, y algunos hasta dispuestos a boicotear el proceso. Muchos partidos y alianzas han cometido el error de prometer cargos en la burocracia estatal a cambio de lealtades, como si la política fuera un mercado. Eso, en tiempos normales, ya es grave. Pero en un momento como este, en el que el país se juega su futuro, es inadmisible.
Mientras tanto, el oficialismo sigue con su maquinaria intacta sobre la base transversal del clientelismo, la corrupción, la protección al contrabando, la defraudación de impuestos y hasta vínculos con el narcotráfico. Si la oposición no logra unirse de verdad, con gente limpia y comprometida, el riesgo no es solo perder las elecciones, sino terminar pareciéndose a lo que se quiere reemplazar. La unidad es posible. Pero no debe construirse desde el oportunismo, sino desde los principios. No se trata de repartir cargos, sino de recuperar el rumbo del país.
Y esa responsabilidad recae únicamente en los líderes políticos y en los partidos. Por lo que nadie se cansará de repetir que, si bien es cierto que también esa tarea involucra a todos los ciudadanos, no es menos cierto que a lo largo de los años ha quedado claro que mirar desde el balcón para los líderes ya no es una opción. Todo el pueblo que sufre a diario la inflación, la falta de oportunidades, la corrupción impune, les exige a los líderes que se unan en torno a la transparencia y el compromiso real. No podemos permitirnos el lujo de repetir errores, de dividirnos por caprichos o de quedarnos en la queja sin actuar. El tiempo se acaba, y con él, la oportunidad de construir un país distinto al desastroso escenario que deja tras de sí el masismo.
El autor es abogado
Columnas de MARCELO GONZALES YAKSIC