La nueva marca país
Bolivia se encuentra en una compleja contienda electoral. Es un momento de definición, una especie de espejo colectivo que nos obliga a preguntarnos quiénes somos y hacia dónde queremos ir como país. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha confirmado las elecciones generales para el 17 de agosto del año en curso. Ese día, elegiremos al presidente, vicepresidente, a 130 diputados, 36 senadores y 9 representantes supraestatales que integrarán la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional. Y si ninguno de los binomios alcanza la mayoría absoluta, iremos a una segunda vuelta el 19 de octubre.
Esta vez, la ley obliga a los candidatos a debatir, presentar programas de gobierno completos, estados financieros y declaraciones patrimoniales. No es poca cosa en un país donde la desconfianza ciudadana hacia lo político ha crecido. Por otro lado, Evo Morales no se encuentra habilitado, lo que desató protestas de sectores sociales, que están convulsionando un país ya desgastado por la crisis, argumentando que con su exclusión se desarma una parte de la identidad política construida durante décadas.
A pesar de ello, el tablero electoral sigue en movimiento. Diez binomios han sido habilitados. Entre ellos, opositores relevantes como Manfred Reyes Villa, Jorge Quiroga y Samuel Doria Medina. Desde la fragmentada izquierda, Eva Copa, Andrónico Rodríguez y Eduardo del Castillo entran en carrera, buscando proyectarse como nuevas alternativas, sin embargo, a pesar de representar liderazgos jóvenes, estos hacen uso de las mismas estructuras políticas, bases sociales e ideológicas afines a Morales.
La variedad de candidaturas nos habla de un país diverso, pero también fragmentado. Algunos partidos apuestan por discursos moderados, otros buscan reconectar con las bases más populares, mientras que otros intentan conquistar al electorado urbano joven, cada vez más escéptico, pero también más exigente.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención. Bolivia atraviesa un momento económico complejo: la inflación comienza a sentirse en los bolsillos, el abastecimiento de combustible es irregular en varias regiones y el tipo de cambio paralelo refleja una presión sostenida sobre nuestra economía. Organismos multilaterales y analistas extranjeros han comenzado a advertir signos de inestabilidad, aunque también reconocen la fortaleza institucional del país al mantener en pie su calendario democrático. En otras palabras, el mundo espera que cumplamos, pero también que nos reconstruyamos.
El marco legal ha sido claro: garantizar transparencia, participación y equilibrio. Las normas están ahí. Lo que está en juego, va más allá del reglamento. Lo que Bolivia elegirá no es solo un gobierno. Es una narrativa. Una idea de país. Una marca colectiva que quedará impresa en el ánimo social por los próximos cinco años.
Quizás por eso, más que una campaña, esto parece una gran conversación pendiente. Una en la que deberíamos preguntarnos si estamos dispuestos a soltar los extremos, si nos animamos a construir desde el desacuerdo, y si, al final del día, el voto puede ser una herramienta de futuro y no solo una reacción al pasado. Se viene un nuevo tiempo. Con sus tensiones, con sus límites, pero también con una oportunidad para redefinir quiénes somos como nación. Y esa, sin duda, será la verdadera marca país.
El autor es economista
Columnas de PABLO AGUILAR ACHÁ