Andrónico, el “caballo de Troya” del MAS
Mientras Bolivia se encamina hacia las elecciones del 17 de agosto de 2025, las disputas internas del Movimiento al Socialismo (MAS) han tocado fondo.
En ese escenario la figura de Andrónico Rodríguez, presidente del Senado, intenta balbucear un discurso alternativo al del cocalero, Evo Morales y Arce Catacora. Sin embargo, una mirada más crítica nos revela que Andrónico no es una ruptura con el MAS: es su continuación, es su alter ego.
Es la versión más reencauchada del masismo. Andrónico nació políticamente en el corazón mismo del MAS. Su ascenso fue promovido por Evo Morales, quien lo impulsó como parte del recambio generacional que debía acompañar la prolongación del proyecto masista.
Fue moldeado en la estructura sindical del Trópico de Cochabamba, bajo los mismos códigos de verticalismo, movilización orgánica y centralismo político que han definido al MAS desde sus inicios. Su liderazgo no emerge desde fuera del sistema; es una producción directa del aparato partidario.
Es una hechura de Morales y de estructura ideológica unilateral y monolítica. Quienes hoy presentan a Andrónico como “la renovación” suelen olvidar que él no ha roto con las bases ideológicas, discursivas ni organizativas del MAS.
Habla en nombre del pueblo, reivindica la plurinacionalidad, el Estado fuerte y el papel de los movimientos sociales como columna vertebral del poder.
Yo me pregunto ¿En qué se diferencia realmente de Evo Morales o de Luis Arce? Más allá de sus conflictos coyunturales con ambos líderes, su visión de país y de poder sigue siendo idéntica: Estado por encima del mercado, control de los recursos naturales, obediencia al caudillo, justificación de movimientos sociales, levantamiento de sus iguales y lealtad a las organizaciones matrices.
Incluso su estilo de liderazgo guarda similitudes. Aunque más joven y con un lenguaje menos confrontacional, Andrónico no ha demostrado una apuesta clara por democratizar la estructura interna del MAS ni por abrirse a sectores que históricamente han sido marginados por la dirección del partido y particularmente por Morales.
Su proclamación como candidato no fue fruto de un proceso abierto ni competitivo, sino de pactos entre federaciones sindicales y sectores mineros, replicando la misma lógica corporativa que ha sostenido al MAS desde hace más de dos décadas. Decir que Andrónico es distinto porque tiene 36 años, viste de forma más moderna y habla de unidad no alcanza.
No hay proyecto nuevo detrás de su candidatura, solo un rostro más joven para un modelo que se resiste a morir, aunque ya muestre signos evidentes de desgaste.
Los conflictos internos del MAS no son una lucha de ideas, de programas, menos de libertad, democracia y alternancia, sino de una disputa por el control absoluto del aparato político, y todo lo que implique el dominio estatal, económico y jurídico.
En este contexto, la figura de Andrónico no representa una alternativa real ni honesta de cambio, sino una estrategia de continuidad con apariencia de cambio. Es el mismo MAS, con menos Evo, pero con los mismos métodos, los mismos discursos y la misma estructura vertical y mediocre.
Por eso, la ciudadanía debería preguntarse: ¿queremos una verdadera renovación democrática o simplemente un relevo generacional dentro del mismo modelo de poder? Porque si es lo segundo, Andrónico es el MAS.
Solo que con otro peinado y otro traje. Lo que comenzó como un ascenso natural dentro de las filas del MAS, con la bendición de Morales y el respaldo de las Seis Federaciones del Trópico, ha devenido en una candidatura incómoda que ha desatado acusaciones de traición, divisiones irreconciliables y conflictos abiertos entre las bases.
Rodríguez no solo ha “desafiado” a Morales, sino también a Luis Arce, al presentarse como una opción “intermedia” en un momento en que el MAS se debate entre la miseria y la pudrición.
Al final del día, los más de 15 días de bloqueo criminal del evismo y la pérdida de más de mil millones de dólares para el país, han servido para corroborar que el triángulo de las Bermudas está ubicado en el Chapare, al mando del “comandante” Evo, y que Andrónico se consolida como su caballo de Troya para las elecciones de agosto, en medio de una gran crisis económica y política de Bolivia.
Pregunta sencilla y obvia ¿En algún momento de la crisis, Andrónico condenó la escalada de violencia, bloqueos, asesinatos, heridos y pérdidas económicas? ¡No! ¿Expuso una nueva forma de ver el país, a través de sistemas más duros en la administración de la justica? ¡No! ¿Habló de democracia, libertad, alternancia y de renovación en la administración de la cosa pública? ¡Tampoco! ¿A quién sirve realmente su candidatura?
A simple vista, Rodríguez intenta llenar el vacío que deja un MAS fracturado.
Pero esa postura ambivalente, ni con Evo ni con Arce, no parece destinada a unir, sino a socavar. Su discurso opera en la práctica como una cuña que fragmenta aún más al partido.
Lo que en otro momento podría haber sido interpretado como madurez política, hoy se percibe como oportunismo calculado.
Andrónico Rodríguez es un caballo de Troya introducido en medio de la noche al centro de la institucionalidad democrática del país. Mimetizado, disfrazado, solapado, oculto, ladino y taimado. Andrónico Rodríguez fue presentado como el rostro más visible del MAS.
Su origen sindical y su juventud lo posicionaron como una figura de proyección. Sin embargo, su accionar político ha mostrado más lealtad al viejo esquema del masismo que voluntad real de transformación.
Desde su rol como presidente del Senado, ha actuado más como operador de Evo que como articulador del Estado. Ha bloqueado leyes, retrasado decisiones clave y usado su cargo para proteger los intereses del ala evista del MAS.
Su tragedia es la del oportunista joven que elige no romper el molde, sino acomodarse en él, perdiendo así la oportunidad de convertirse en algo distinto. Evo, Arce y Andrónico son, cada uno a su modo, responsables de la debacle institucional del MAS y de la decepción de su propia militancia que alguna vez creyó en el “proceso de cambio”.
Hoy representan la continuidad de una misma lógica de poder, donde las personas valen más que las ideas, donde el partido vale más que la democracia, y donde el país siempre queda en segundo plano.
La tragedia no es solo suya. Es del país que sigue atrapado entre promesas incumplidas y líderes que no saben irse, cambiar o crecer.
Lo que Bolivia necesita no es una nueva cara del mismo modelo, sino un verdadero quiebre con la cultura política del caudillismo, la obediencia ciega y el cálculo perpetuo. Mientras Evo insista en volver, Arce en resistir y Andrónico en aparentar, nada cambiará realmente.
Bolivia no necesita más rostros del MAS peleando por el mismo trono. Necesita ideas nuevas, liderazgos honestos y una ciudadanía activa que no tolere más tragedias repetidas.
Porque cambiar de nombre sin cambiar de rumbo es, simplemente, seguir cayendo por el mismo precipicio, una y otra vez.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.