Ivirizu: al daño ambiental se suman dudas sobre la calidad de la megaobra
El Proyecto Hidroeléctrico Ivirizu, construido por la empresa china Sinohydro, ocasiona un desastre ambiental en una de las áreas protegidas más importantes de Bolivia: el Parque Nacional Carrasco, de acuerdo a investigadores y activistas.
Al daño ambiental, se le suman las dudas sobre la calidad de la obra, debido a los antecedentes negativos de la compañía asiática en otros proyectos similares, los retrasos y la falta de transparencia.
Ivirizu es la obra de generación eléctrica más costosa encarada por Bolivia, pues demanda una inversión aproximada de 555 millones de dólares, provenientes del Banco Central de Bolivia (BCB) para la empresa estatal ENDE. Sin embargo, quien lleva adelante la obra es la empresa china Sinohydro y la fiscalización está a cargo de la colombiana Ingetec.la
En 2016, la compañía asiática finalizó la construcción de una presa de 3.311 millones de dólares en Ecuador, pero esta resultó un fiasco, ya que tenía 17.500 fisuras y otras falencias que condujeron a una demanda arbitral entre el gobierno de este país y la empresa. Con el tiempo se conoció que Sinohydro había ocultado información sobre las fisuras.
“Los técnicos de Ivirizu dijeron que Sinohydro no está controlando la calidad de la presa, y hasta que se acabe de construir no se sabe si funcionará. No hay mucha confianza”, manifestó a Los Tiempos una fuente que prefirió mantener su nombre en reserva.
Ya en el gobierno de Jeanine Áñez, se presentaron denuncias al Ministerio Público sobre las supuestas irregularidades en el proceso de contratación. Estos “problemas se tradujeron en una ejecución con deficiencias técnicas que podrían haber afectado a la construcción del proyecto como tal”, señaló entonces el gerente de ENDE Valle Hermoso, René Chávez.
Se solicitó a ENDE, a través de cartas, mensajes de texto y otras vías, su posición ante estas dudas sobre la calidad de la obra. Lo mismo se hizo con Sinohydro e Ingetec, pero, hasta el cierre de esta edición, no hubo respuesta.
La millonaria obra debía estar lista para 2021, de acuerdo a los anuncios oficiales al momento en que se firmó el contrato (2017). Sin embargo, a principios de este año, recién se tenía un 70 por ciento de avance y su finalización se esperaba para el próximo año, o tal vez después.
A corto plazo, el proyecto tiene poco sentido, pues aportaría con 290 megavatios (MW) a un sistema que ya alcanza el 54 por ciento de su capacidad ociosa. Pero a largo plazo puede ser útil: el 72 por ciento de la electricidad en Bolivia se genera con gas, y, como este se termina, una fuente de energía renovable sería altamente positiva.
El responsable de Monitoreo de Inversiones Chinas en América Latina de la organización Latinoamérica Sustentable, Marco A. Gandarillas, dijo que, si bien hay que diversificar las fuentes de energía ante el declive de la producción de gas, este cambio debe ser responsable. “El problema es dónde se construyó la presa”, advirtió.
Sobre las dudas en cuanto a la calidad del proyecto, Gandarillas dijo que no existe suficiente transparencia para acceder a información al respecto. Señaló que ahora que la hidroeléctrica ya tiene un avance de más de la mitad “no debe convertirse en un elefante blanco”.
Janeth Gómez, del Colectivo No a la Tala, indicó que “ingenieros que conocen de represas hablan de que la calidad no es buena”, pero no se conocen más detalles.
Impacto ambiental
“Antes de que comenzara la construcción, el lugar era hermoso, caminabas bajo árboles inmensos con tonos de lila pálido. Ahora se instaló un campamento enorme, triste”, contó Gómez, quien visitó el lugar en varias ocasiones.
Para Gandarillas, lo más peligroso es que con el proyecto hidroeléctrico se sentó un precedente trágico para las áreas protegidas: no importa la legislación. Si el Gobierno así lo decide, puede construir allí obras que generen un alto daño a especies endémicas, al paisaje y al medioambiente en general, ya que la inundación de zonas boscosas genera a largo plazo la emisión de gases de efecto invernadero, principalmente metano.
Los estudios de impacto ambiental no se hicieron públicos. Las autoridades nacionales y chinas guardaron silencio al respecto, y estas últimas ni siquiera atendieron positivamente una carta enviada, en diciembre del 2020, por 54 organizaciones para plantear la conformación de un comité que promueva la publicación abierta de información y gestione las emergencias de sostenibilidad.
El área afectada “alberga a más de 120 especies de flora y 200 plantas superiores”, señalaron en dicha misiva. “En cuanto a fauna se conocen más de 382 especies que incluyen 52 de mamíferos superiores entre los que destacan el oso de anteojos, el venado andino, el jaguar y el gato andino”, afirmaron.
En el lugar incluso se encontró una especie de ranas que se creía extinta: la rana de cristal. “Ese es el problema, que se conoce muy poco de nuestras áreas protegidas, y realmente no se puede señalar la magnitud del daño que se está ocasionando”, dijo Gandarillas.
Las empresas chinas ganaron un amplio terreno en la construcción de infraestructuras en Bolivia. Sinohydro se hizo cargo de al menos seis proyectos valuados en 1.621 millones de dólares. La falta de transparencia en estos es el común denominador.