Zegada y Laserna: “En Bolivia existen temas irresueltos, como la inclusión”
Los hitos históricos del gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fueron un parteaguas determinante para el devenir de Bolivia. Es decir, a partir de la Revolución del 52 y todas sus transformaciones, el país ingresó a un escenario de democratización. Sin embargo, persiste una continuidad poscolonial.
La Revolución del 52 fue también un proceso modernizador, tanto en lo social como en lo político y económico. Esto se tradujo en una serie de transformaciones posteriores que, si bien no acabaron de consolidarse, dieron pie a una trayectoria histórica con cierta estabilidad.
En esta mesa de análisis intentaremos, junto a la politóloga y socióloga María Teresa Zegada y el economista Roberto Laserna, aproximarnos a una interpretación de lo que se está viviendo en el país en los tres frentes: social, político y económico.
Los Tiempos (LT): Desde el 52, pasando por la dictadura, el neoliberalismo y el populismo, ¿en qué modelo social y político nos encontramos?
María Teresa Zegada (MTZ): Es muy interesante tu pregunta, porque nos ayuda a reflexionar, no tanto sobre la coyuntura, sino ampliar el tema a lo largo de la historia. Muchas veces, los ciclos históricos no se resuelven o no terminan de resolverse. Te doy algunos ejemplos: la inclusión indígena, se esperaba que ese tema se resuelva con la fundación de la República o la descolonización, pero no fue así; es más, se agudiza la separación entre una élite que manejaba la política y la economía del país y una mayoría que se encontraba por fuera del Estado.
Entonces el tema étnico en Bolivia sigue postergándose hasta inicios del siglo XXI.
Lo mismo sucede con la descentralización. Desde fines del siglo XIX se había planteado la necesidad de que Bolivia deje de ser un país tan centralista como era desde la fundación de la República.
LT: Tomando como partida la Revolución del 52, ¿cuáles fueron los hitos más importantes, desde el punto de vista económico, que sentaron las bases en los años posteriores para una Bolivia con cierta estabilidad?
Roberto Laserna (RL): La historia larga de Bolivia puede comprenderse a partir de la tentación del rentismo estatal y su contagio hacia la sociedad. En mi libro La trampa del rentismo, describo en qué consiste ese modelo que básicamente se refiere a la manera en que la concentración de rentas de recursos naturales en el Estado, absorbe las energías políticas y económicas de la mayor parte de la población que se dirigen a tratar de participar en la distribución de esas rentas. Ese problema genera dificultades muy grandes para la institucionalización, para la apertura hacia mercados externos y para el fortalecimiento del sistema económico y político. Esos procesos económicos y políticos han estado fuertemente determinados por la abundancia o escasez de recursos naturales. En los momentos de mayor bonanza se pierde todo lo que se ha avanzado en modernización, institucionalización y apertura de mercado, en los momentos de escasez.
Las bonanzas exportadoras han sido perjudiciales, sobre todo debido a que han alentado la concentración de las rentas en manos del Estado y su distribución a través de presiones, conflictos y prebendas.
Además, por supuesto, de haber alentado el despilfarro y la corrupción como lo vemos en cada momento de bonanza que hemos tenido, no sólo desde el 52 en adelante, sino desde antes.
LT: ¿Qué se perdió y qué se ganó con las políticas pactadas, hasta llegar a gobiernos monolíticos?
MTZ: Se está avecinando, de manera positiva para la democracia, la posibilidad de romper con este monopolio de la representación política en manos del Movimiento Al Socialismo (MAS). Y esto no está sucediendo porque haya surgido una oposición poderosa.
Una de las cualidades de la democracia que se debe preservar es el pluralismo. Las décadas de los 80 y 90 estaban marcadas por ese pluralismo. Otro tema importante, que se lo enjuicia negativamente, es el pacto político. La democracia pactada de los 80 y los 90, lo que pretendía era generar alianzas, ante esa diversidad de partidos, ver las maneras de que la política sea una respuesta más consistente y no tan fragmentada.
El problema en que incurrieron los partidos de esas épocas es que utilizaron los pactos de manera instrumental, es decir, abandonando sus principios ideológicos, como se dijo en un momento, cruzando los ríos de sangre. Eso generó una animadversión de la sociedad en contra de los partidos políticos. Eso, sin duda, se mantiene hasta este momento: la desconfianza de la gente hacia los partidos políticos, en la mayoría de las encuestas de opinión que se hacen el país.
LT: Dos hitos históricos macaron el escenario político y social del país en los últimos años: el 21F y las jornadas de 2019. ¿Qué pasó con ellas? ¿Por qué se disiparon tan rápidamente?
MTZ: Desde afuera, es muy difícil entender cómo un movimiento que logró paralizar al país, que logró un impacto importante en el sistema político, a hora no queda ni la sobra de esas plataformas.
Lo que sucedió es que, una vez que eclosionó este conflicto en 2019, hubo tres cosas que desarticularon este movimiento. Primero, terminaron siendo seducidos por la política tradicional, muchos de ellos hoy son diputados, fueron incorporados a partidos políticos. Segundo, son movimientos espontáneos que se generan al calor de un conflicto, pero van perdiendo fuerza después de que ese conjunto trasciende o transa. Tercero, hubo una clara política de persecución a estos sectores movilizados.
LT: ¿Cuáles diría usted que hasta ahora siguen siendo los temas irresueltos en el país, en lo económico, y que podrían ser parte de la crisis que no acaba de resolverse?
RL: Son muchos. Por supuesto, el más importante es el de la pobreza, que implica también una mala calidad de servicios de salud y educación, a los que no puede acceder la mayor parte de la gente.
Es muy poco probable que esos temas se resuelvan si no aumentamos nuestra capacidad productiva, de vender nuestros productos dentro y fuera del país y de producirlos.
En ese sentido, lo más importante es liberarnos de esa trampa que hasta ahora nos ha impedido desarrollar el país. Hace varios años, propuse que la manera más adecuada y obvia de liberarnos de esa trampa es pulverizar las rentas de recursos naturales; esto no quiere decir eliminar los recursos naturales, no lo vamos a poder hacer, estamos condenados a esa abundancia, pero sí evitar que se concentren en manos del Estado y distribuir en el conjunto de la población, de manera que cada uno disponga, de la forma que le parezca más conveniente, de esos recursos, por grandes o pequeños que sean. De todas maneras, lo van a aprovechar mejor que concentrándolos en manos del Estado, dejando que se despilfarre, que se distribuya de manera corrupta o se distribuyan de acuerdo a la fuerza política.