Obsesión de vigilancia y castigo, el germen para los linchamientos
¿Qué rostro tiene el delito? El rostro de un joven, probablemente, como lo demuestran los linchamientos en Cochabamba, donde la mayoría de las víctimas son jóvenes, incluso, adolescentes y hasta un niño, según el recuento que ha hecho desde hace una década la responsable del Área de Desarrollo del Centro de Estudios Superiores Universitarios de la Universidad Mayor de San Simón(CESU-UMSS) Alejandra Ramírez.
Más de 100 personas han muerto ajusticiadas en el departamento desde 1950 hasta 2019, según los registros de prensa que contaban de algún robo, secuestro o violación y, luego, como un relegado se hablaba de un linchamiento. (Vea la infografía).
En tanto, la cantidad de intentos de justicia por mano propia superan el millar y muchos viven con secuelas físicas y traumas, porque la forma más común de poner fin a una vida de una turba son los golpes, luego las quemaduras y después las torturas.
Pero qué pasa para que el linchamiento sea un delito recurrente en la región, como sucedió recientemente el 8 de mayo en Ivirgarzama, en el municipio de Puerto Villarroel, donde dos jóvenes y un adolescente fueron ajusticiados por un secuestro. A ello se suma el linchamiento a golpes de un hombre en Villa Copacabana, Tolata, el 13 de mayo, sorprendido robando en una casa con un cómplice que se salvó de morir.
El recuento de casos estableció que los linchamientos se incrementaron a partir de 2000 y luego en 2005 y 2010. La mayoría fue en la región metropolitana y el trópico.
Los linchamientos están estrechamente ligados al vigilantismo y lo punitivo o el castigo, explica la investigadora de esta problemática en el CESU Alejandra Ramírez, quien tiene varias publicaciones sobre el tema desde 2014.
“El linchamiento es una característica del vigilantismo. Eso tiene que ver mucho con desestructuración del tejido social, donde la idea de una colectividad reducida a mi grupo es cada vez más fuerte; todos los que no pertenecen a mi grupo son desechables por definición, son los otros, son los ajenos, les tenemos miedo y por lo tanto podemos hacer desaparecer, incluso, físicamente; ese es el caso del linchamiento”, reflexionó.
La manera en la que los vecinos buscan reducir la inseguridad como los muñecos de trapo que se cuelgan en los postes de luz son un ejemplo del vigilantismo y el castigo, que se justifica con demandas legítimas como la desconfianza en la policía y la crisis de la justicia.
Además, de la desestructuración social, los ajusticiamientos están conectados con la violencia de economías ilícitas, como el narcotráfico, explicó.
Remarcó que la prevención de la violencia y la reconstrucción de los lazos sociales pueden ayudar a frenar los linchamientos.