Adiós a “O Rei” Pelé: el mejor de la historia deja un legado
Un futbolista sobrenatural. Incomparable. Leyenda entre leyendas. Alma y corazón en una simbiosis perfecta. Se fue Edson “Pelé” Arantes do Nascimento, el rey de vida personal revuelta, con algunos claroscuros, que transformó el fútbol. El mejor embajador que tuvo Brasil. El eterno 10.
El triple campeón mundial (1958, 1962 y 1970) falleció ayer a los 82 años debido a las complicaciones del cáncer que padecía. Era el último mito vivo de este deporte visceral después del adiós de Alfredo Di Stéfano, Johan Cruyff y Diego Maradona. El mundo del fútbol se queda huérfano de sus mayores astros. Pelé fue el pionero de todos ellos.
Nacido en el empobrecido pueblo de Três Corações, en el estado de Minas Gerais, en el seno de una familia humilde, “O Rei” elevó a otro nivel el balompié con un repertorio técnico y físico inédito hasta su aparición. Fundó el “jogo bonito”.
Su talento también sirvió para colocar a Brasil en el escenario internacional. Fue el primer fenómeno de masas futbolístico.
Con él se va una vida de récords —según sus cuentas marcó 1.283 goles— que trascendió las canchas para convertirse en un fenómeno mundial, una marca, una máquina de hacer dinero que repercutió en varias generaciones.
“Pelé es una de las pocas celebridades que contrarían mi tesis. En vez de 15 minutos de fama, tendrá 15 siglos”. Así describió la trascendencia del exdelantero el artista estadounidense Andy Warhol, para el que posó en 1977, unos meses antes de retirarse.
Su historia es el fiel retrato de Brasil. La de un niño pobre, negro, de cualidades extraordinarias, que rompió todas las barreras de este país tremendamente desigual.
Antes de ser futbolista, cuando aún era un niño, trabajó de limpiabotas para llevar algo de dinero a casa. Su sueño siempre fue emular a su padre, Joao Ramos do Nascimento, Dondinho, quien fue jugador profesional de algunos equipos modestos brasileños.
Nunca imaginó que se transformaría en el mito más grande, aunque siempre pensó en grande. Con apenas nueve años prometió a su padre traer una Copa del Mundo después de verle llorar tras la afrenta del “Maracanazo”.
Empezó a crecer como futbolista en Bauru, en el interior del estado de Sao Paulo, a donde se había mudado con su familia años antes. Allí deslumbró a Waldemar de Brito, un exjugador, técnico y cazador de talentos que convenció a sus padres de que debían apostar todo por su hijo y llevarlo al Santos.Dicho y hecho. Pelé llegó al Santos en 1956. Allí fue la primera vez que vio el mar en su vida y donde comenzó a escribir su leyenda con letras de oro.
Con 15 años y ocho meses firmó su primer contrato profesional con el club albinegro. Su salario era de 6 mil cruzeiros al mes, menos de dos salarios mínimos de la época, y lo destinó en su integridad a apoyar financieramente a su familia.
En poco tiempo mostró que era un jugador excepcional, diferente, único. Un año después fue convocado con la selección brasileña. En 1958 jugó su primer Mundial en Suecia y lo ganó siendo una de las estrellas del equipo. Tenía tan sólo 17 años, ocho meses y seis días, el más joven en hacerlo. Un récord de precocidad aún vigente.
A partir de entonces comenzó la “Pelemanía” a nivel global. Sumaría su segunda corona en Chile 1962 y la tercera suya y de Brasil en México 1970.
¿De dónde nace el apodo de Pelé?
Pelé, el apodo del astro brasileño Edson Arantes do Nascimento, fallecido ayer a los 82 años, tiene su origen en un problema de dicción y en la figura de un ídolo de su infancia: el portero José Lino “Bilé” da Conceição Faustino.
Bilé era el arquero del Vasco de São Lourenço, un modesto equipo del estado de Minas Gerais, en el que también militaba el padre de “O Rei”, João “Dondinho” Ramos do Nascimento.
De pequeño, a Edson, que por aquel entonces era llamado Dico por su familia, le gustaba jugar de portero y, cada vez que hacía una parada, se gritaba a sí mismo “¡Segura, Bilé!” (“¡Agarra, Bilé!”), inspirado en el compañero de su padre.
Sin embargo, por su corta edad, pues tenía apenas cuatro años, aún no conseguía pronunciar correctamente el nombre de Bilé, y los amigos con los que jugaba por las calles de Bauru, en el interior de Sao Paulo, creían que decía algo parecido con Pelé. Desde ese momento se inmortalizó el apodo del mejor jugador de la historia del balompié.