¿No quieren que la veamos?
La película denominada “Sound of freedom” arrasa en taquilla en Estados Unidos, ni el bajo presupuesto, ni competir con los clásicos comerciales, como Indiana Jones, ni que le cierran las puertas en Hollywood, ni los ocho años que les ha demorado producirla, nada ha podido frenar el impacto que esta cinta tiene a nivel mundial.
“El sonido de la libertad” es una película basada en hechos reales que narra la trata de personas y concretamente el tráfico sexual de niños. Una problemática que ya no se puede esconder, este negocio criminal es tan lucrativo que ha desplazado incluso al narcotráfico, situándose en primer lugar dentro de las actividades delincuenciales de alto rendimiento económico.
Aparentemente, los propios cárteles de la droga están redireccionando su negocio hacia el tráfico de personas, a quienes, primero, se las explota sexualmente y, cuando han agotado sus fuerzas, pasan a formar parte del comercio de órganos como si se tratara de un cuento de horror.
La historia cuenta la dramática experiencia de un héroe de carne y hueso, Timothy Balart, un exagente que investiga el tráfico de niños y que comprende que es imposible quedar indiferente, y aunque es retirado de la agencia de seguridad donde trabajaba, él decide por cuenta propia salvar a más de 127 niños que están siendo traficados en Latinoamérica, arriesgando su propia vida para lograrlo.
Esta película hace referencia a uno de los primeros rescates que Balart encabezó, en Cartagena, Colombia, pero hasta la fecha ya han efectuado más de 200 diferentes operaciones de rescate.
A través de esta película, Eduardo Verástegui, productor de Sound of Freedom, nos permite entender la dimensión del problema, donde seres indefensos pueden ser violados 15 veces por día o más. Esta producción evidencia el poder de estas mafias internacionales y la falta de compromiso de los gobiernos que hasta hoy han demostrado absoluta indiferencia, una frialdad estremecedora, frente a la magnitud de un problema que es global, pero que, sobre todo, afecta a países subdesarrollados donde todo tiene un precio, inclusive la vida.
La película se desarrolla mayormente entre México y Colombia, pero Bolivia también es protagonista, pues es uno de los países que tiene altos registros de trata y tráfico de personas, y esto no es algo nuevo, hace más de una década ustedes recordarán la desaparición de Zarlet, y a pesar de todo el esfuerzo de sus padres no lograron encontrarla.
Cientos de interrogantes, por no decir irregularidades, se han presentado en el caso Zarlet, pero quedaron ahí como si la tierra se la hubiera tragado…
Las ultimas noticias del caso explican que ella podría estar en la selva colombiana en manos de la guerrilla, tal cual sucede en la película. Ahora bien, la pregunta es, ¿cuántas Zarlets más existen en Bolivia?
¿Cuántos niños que deambulan por las calles vendiendo dulces flores o limpiando autos terminan desapareciendo sin que nadie se entere? ¿Cuántas criaturas de mujeres potosinas o personas que llegan del campo simplemente no dejan registro y nadie reclama por ellas?
En Bolivia, reportes oficiales reflejan que, en siete años, el delito de trata y tráfico de personas se ha incrementado un 13,5%. La Paz, Cochabamba y Santa Cruz es donde más casos se denuncian. Pero una vez más la pregunta se repite, ¿qué pasa con los casos que no se denuncian? Gente humilde sin instrucción, personas que no saben dónde recurrir o simplemente no cuentan con ningún tipo de recursos económicos para impulsar una investigación.
Más allá de la película que destapa la cloaca delincuencial de inescrupulosos y enfermizos personajes, debemos comenzar a preguntarnos, ¿qué está sucediendo para que se encuentre tanta resistencia para difundir esto? ¿Por qué plataformas como Netflix o Amazon o Prime que producen todo tipo de temas, desde los más absurdos hasta los más complejos, se negaron a reproducir esta película? ¿Cuando no sólo toca un tema candente, sino que pueden ayudar a visibilizar esta lacerante problemática.? ¿Qué tipo de intereses hay de por medio? ¿Quiénes están involucrados para que la verdad no salga a la luz?
Recientemente, el productor de esta película, Eduardo Verástegui, ha denunciado que ha recibido amenazas de muerte. Por su parte, el protagonista Jim Caviezel está siendo acusado de promover teorías de conspiración y ser un emisario de Qanon, un grupo que, desde 2020, ha emitido información que tiene que ver con estos temas y otros que aparentemente no son del agrado de los demócratas en Estados Unidos.
Por su parte, personas del público anunciaron que se están produciendo hechos irregulares en cines cortándoles el sonido diciendo que se agotaron las entradas aunque hay salas vacías, etcétera; tal ha sido el impacto de esta aparente censura que el propio CEO de los cines AMC se ha visto obligado a pronunciarse.
Los medios de comunicación, como CNN, parecían no estar enterados de esta problemática, porque a través de sus entrevistas, lejos de promover y apoyar esta película que es un llamado para luchar contra el tráfico sexual, la pornografía infantil y el tráfico de órganos, se inclinan más por entrevistar a voceros que consideran que esto solo es un tema conspirativo… Me pregunto: ¿cómo sentirán esas más de 40 millones de familias en el mundo que han tenido la desgracia de no ver más a un ser querido un hijo o un hermano, una sobrina que desapareció? ¿Será que ese nene y otros medios les pueden explicar que solo se trata de una conspiración? En lo personal creo que esto no solo es una falta de sensibilidad con las víctimas y sus familias, si no están subestimando a la población olvidando la misión social que debe tener el periodismo.
Ya no importa si los grupos de poder lo entienden o no o si los medios lo apoyan o no, esta película parece expandirse como pólvora marcando el inicio de un movimiento imparable contra el tráfico de menores; es un llamado a la conciencia para defender y cuidar a los niños sean tuyos o no.
Así los Quijotes, como Timothy Ballard, Eduardo Verástegui, Jim Caviezel, o Mel Gibson, desnudan la cruel realidad de millones de niños en el mundo secuestrados y convertidos en esclavos, y es que la propia organización de naciones unidas ONU ha reconocido que hoy hay más esclavos que en cualquier momento de la historia.
Por lo pronto no hay políticas ni recursos y aparentemente por lo que se ve en esta coyuntura no existe la voluntad suficiente para enfrentar este desastre.
En la frontera entre México y Estados Unidos se reporta todos los días la llegada de decenas de niños no acompañados, no se sabe de dónde vienen ni cuál será su destino, muchos de ellos son bebés y es que con “Sound of freedom” recién comprendemos la dura realidad a la que nos enfrentamos, cuanto más pequeños e indefensos son los niños mejor precio tienen en el mercado.