El oficio de artesano: rastros y rostros de un romance en pro de la cultura
Danitza Claros | Los Tiempos
La vida y experiencia del escultor Elmer Escalera expone un poco la realidad que muchos artesanos bolivianos están viviendo en estos últimos tiempos y de quienes también tuvieron que ingeniárselas para sobrellevar de alguna manera este periodo de emergencia sanitaria y, de uno u otro modo, continuar trabajando.
El trabajo de los artesanos aporta al progreso del país fomentando a través de su arte un buen flujo turístico que, obviamente, fue mayor en tiempos previos a la pandemia. Sin embargo, sus creaciones generan interés y son apreciadas alrededor del mundo.
Las obras de Escalera manifiestan un apego y pasión hacia sus raíces, todas ellas encierran historia, cultura y religiosidad. En este último periodo creó un accesorio inspirado en la majestuosa festividad del Carnaval de Oruro. Este forma parte de un interesante proyecto pro cultura que pretende realizar próximamente y que está dirigido a todos, pero especialmente a aquellos admiradores de la platería típica. Dicha propuesta consiste en una serie de actividades como exposiciones que exhibirán una colección de suvenires como “El grito del diablo”, que hasta tuvo repercusión internacional.
“El grito del diablo” significó un gran salto. La publicidad circuló en la red social Facebook el año pasado durante la cuarentena estricta. La canción del breve video es una emblemática diablada interpretada por una banda. En principio se visualiza una microcareta plateada de diablo que va a manera de tapa, pero en realidad es una boquilla aireadora y dispensadora de vino, whisky, cerveza, etc. Esta pieza adaptable de tamaño estándar se acopla a las botellas y pretende ser mucho más cómoda y funcional para el usuario a la hora de servir las bebidas y licores.
Entre el bien y el mal
Varios artesanos bolivianos quedaron “parados”, su trabajo solía ser año redondo hasta antes de la pandemia, pues Bolivia es un “pueblo en fiesta”, rico en folklore y tradiciones. Muchos diseñadores, bordadores, careteros, músicos y artistas de fiestas patronales en general se vieron obligados a reinventarse para subsistir. Los maestros bordadores, por ejemplo, se dedicaron a confeccionar barbijos con temática de Carnaval, adornados con morenos, diablos y diversidad de personajes de nuestras danzas.
Lo propio sucedió en el caso de Elmer Escalera Zurita, un joven escultor platero cochabambino, que a los 15 años despertó su interés por la platería.
“Me fascinaba ir a la iglesia en Mizque, mi pueblo amado, a contemplar las esculturas y tallados coloniales. También buscaba libros de registro antiguo sobre los tallados y esculturas de nuestras etnias indígenas. Soy el resultado de dos mundos”, enfatiza el artista. Cuenta, además, que hace más de cinco años “tomó la decisión más fuerte de su vida” al crear su propia empresa de platería, osada idea para aquella época.
“Tenía todas las de perder pero decidí avanzar contra corriente” en ese momento Escalera coincide con otros “grandes soñadores” del área, con las mismas aspiraciones de realizar un trabajo a mayor escala.
Arte para una nueva realidad
Escalera junto a otros artistas del rubro consolidan un equipo más especializado, articulando su propia red de exportación de piezas de arte a distintos países. Tal sinergia les permitió adaptarse mejor al mundo de las nuevas tecnologías, al tener la capacidad también de producir su propio material audiovisual y desarrollar una aplicación móvil para promocionar sus trabajos, gestionar mejor sus ventas y contactos.
El artesano dice ser parte de una “nueva generación boliviana de escultores” que conceptualiza el mundo de un modo más vanguardista y versátil, donde uno puede arriesgarse con “nuevos modelos de negocio” a fin de expresar arte y ampliar oportunidades de trabajo, recuperando el valor agregado que tienen históricamente los tallados en plata y oro en el país.
Actualmente, con un afán mayor debido al contexto y la notoria crisis que se afronta, “esta pandemia me ha obligado a reflexionar y repensar la esencia de nuestro Carnaval”. Por esto, el artista se inclinó por recrear figuras propias del folklore para llegar de algún modo a los hogares bolivianos con una muestra bastante atractiva e innovadora.
¡Fuerza diablo!
“‘El grito del diablo’ es un homenaje a nuestra poderosa diablada boliviana y es parte de una colección de bebederos de edición limitada para licores y vinos”, dice Escalera.
Describe que fue hecha con aluminio inoxidable de grado alimenticio, es una pieza “extra resistente” de diseño exclusivo y sellado hermético con oxigenador interno.
Los Tiempos

A través de “El grito del Diablo”, Elmer expresa su deseo de motivar a más artistas, comerciantes y empresarios a apostar por el trabajo de “manos bolivianas” y ser cada vez más competitivos dentro el mercado global de piezas de arte.
Esta novedosa obra tuvo muy buena aceptación en nuestro medio e incluso en países como Estados Unidos, Brasil, España y Argentina. Como obra de autor, cuenta con todos los derechos y la certificación que avala su calidad de exportación.