Sobre minúsculas revoluciones de la empatía ecológica
Creadores de diferentes épocas siempre lo han sabido: algunas revoluciones son minúsculas. No porque ocurran a pequeña escala o debido a que remitan a una interioridad oculta, sino porque acontecen de modo silencioso, en las fibras más sensibles de la existencia y de maneras anónimas; suceden poco a poco a partir de breves pasos que se resuelven en mínimos detalles.
Todo artista puede señalar por derecho propio que su trabajo está compuesto de detalles, tanto en el modo de hacer como en las maneras educadas de mirar la realidad. Pero qué admirable cuando esta paciencia y minuciosidad se expresan además en la elección de las materias primas de su arte, como en el caso de la exposición “Minúsculas revoluciones de la empatía ecológica”, con la participación de seis artistas visuales y una diseñadora industrial de textil, curaduría de Jorge Luna Ortuño y el importante trabajo y respaldo institucional del equipo de la Fundación Patiño Santa Cruz.
Sin título, 2008: Entrando a la sala ubicada en el primer piso de la Fundación Patiño nos encontraremos de frente con un ventanal hacia la calle de casi 4 metros de largo, donde una escultura flexible de cintas de casetes de música ha sido hilada con la técnica de la aguja a dos manos. El detalle más sorprendente está en la cantidad, ya que se trata de 3.250 cintas de casetes, conformando un textil oscuro, ondulante y brilloso, de textura delgada, que los espectadores sólo pueden mirar. Más allá de las cintas magnéticas, también se trata de una historia silente de la música de otras décadas y de una antigua tecnología. Esta obra de la artista Raquel Schwartz –referente del arte contemporáneo boliviano– se ha expuesto ya antes de diferentes maneras, pero lo que se le proponía era otro marco de lectura.
Hilo de fibra de Toborochi, 2021: En el mismo lado de la sala, la diseñadora industrial Paola Iturralde y la tejedora Juana Carrillo exponen el proceso de experiencias para llegar a la innovación del hilado y tejido con fibra de Toborochi, tradicional árbol de la región. Este hilo les ha permitido tejer prendas con una textura suave y con cierto brillo, que se pueden tocar dentro del pequeño recorrido que propone. El proyecto Hitu inventa así nuevas sensaciones con el hilo, nueva textura, enmarcándose dentro del movimiento de “transición ecológica”, que reivindica la sostenibilidad para el planeta. La experiencia le ha permitido también a la Sra. Juana volver a practicar el tejido, gracias a su encuentro con Paola. “Para mí recordar ha sido una alegría, me ha hecho pensar en mi mamá y mi familia y cómo hilábamos en mi infancia allá en mi pueblo Villa Serrano en Sucre –nos contaría ella misma después en la sesión 5 de Ecléctica –porque me vine acá y hace casi treinta años me había olvidado”.
Érase una vez un bosque, 2017: Más allá del arte povera, Wara Cardozo recolecta de la vida cotidiana materias primas poco comunes, como el polvillo y las puntas de lápices de color de un aula de primaria, mostrándolas en la sala de exposición junto a una fila de pequeños lápices de color pegados a la pared, promoviendo una reflexión en torno a cuánto le cuesta a los bosques que esos lápices de color lleguen a las manos de los niños; además sobre cómo se gestionan esos residuos generados en una sola aula durante 100 días. La colorida fila de pequeños lápices pegados a la pared blanca es particularmente evocativa de una minúscula revolución, como si tales objetos hubieran tomado vida para reunirse en un modesto grupo de averiados que se sublevarán contra las prácticas que no son empáticamente ecológicas.
Coca y motosierra, 2013: La exposición que versa sobre la recuperación de materias insólitas o residuales, se propuso a su vez recuperar otra obra bien conocida en el mundillo del arte contemporáneo boliviano, nos referimos a la motosierra eléctrica intervenida con hojas de coca en toda su superficie, del artista y filósofo Ramiro Garavito. Proveniente de la ciudad de Cochabamba, hacía unos 3 o 4 años que esta obra no se la exhibía en Santa Cruz de la Sierra, y generalmente exhibida como ready made u objeto encontrado. Pero poco significan estas acepciones del mundo académico del arte para la gran mayoría de la población; a esta curaduría le interesaba que se relacione la obra con sensaciones de empatía ecológica, aprovechando su rica polisemia.
Levitantes, 2021: Esta videoperformance del artista Andréz Olmos se muestra en un televisor a la entrada, por su carácter significativo para esta muestra. La obra fue parte de la exposición “El hombre planta”, que el artista mostró el año pasado en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz. Desde que la vi supe que había germinado la idea de una exposición diferente para mis adentros. Levitantes es una pieza audiovisual particularmente meditativa, en la que el artista, ataviado con una planta en la cabeza, se envuelve el rostro con una bolsa de plástico, caminando a campo abierto bajo un sol fuerte, hasta sentarse a orillas de un río, donde otra silla a su lado, llena de desechos, comenzará a arder y consumirse. El paisaje sonoro y la fotografía del video refuerzan en gran medida la poética de esta pieza, que alude a la sobreproducción de plástico en las sociedades en las que vivimos.
Veo Té, 2021: La curaduría apostó también por incluir a una artista que está dando sus primeros pasos en el mundo de las exposiciones, la talentosa Marcia Tapia. Su minucioso trabajo de pintura con acuarela sobre bolsas de té usadas resulta particularmente llamativo para los públicos de todas las edades. Seleccionamos junto a la artista siete cuadros enmarcados con temática variada. Además, se incluyó una miniinstalación de bolsas de té pegadas a la pared en forma de una T, para que los espectadores pudieran apreciar, sin la distancia del vidrio y del marco, las riquezas del detalle y el papel que juega la textura de la bolsa de té usada. Marcia retoma en su estatement una frase de Ann Marie Bonneau muy apropiada para esta exposición: “No necesitamos un puñado de personas que hagan cero desperdicios a la perfección. Necesitamos millones de personas que lo hagan de manera imperfecta”.
Arte de la clorofila, 2021: La exposición presenta el trabajo del artista francés Jean Pierre Ullern en Bolivia, y cuyo nombre artístico es Viento. Conocer a Jean Pierre fue un verdadero obsequio de la naturaleza, que reforzó la idea de armar esta exposición. Su pasión radica en el trabajo con la luz, y más que ello en reivindicar el significado primario de la fotografía, a saber, escribir con la luz. Usando la técnica de la clorofila, Jean Pierre imprime fotografías de retratos en hojas vegetales de diferentes características, estudiando diferentes condiciones ligadas al clima y al medio ambiente en el que se encuentra. Seleccionamos junto al artista siete de sus obras que son una muestra para ir conociendo vislumbres de su producción. Las historias detrás de estas fotografías podrían dar lugar a un libro de viajes, o también del amor por su esposa Pauline y su hija Alma, dos detalles a la vista de quienes los conocemos.