La filosofía, una opción de salud para las nuevas generaciones
Habiendo alcanzado los 42 años, menester se hizo realizar los chequeos médicos protocolares. De este modo, estando en la caja del seguro médico esperando mi turno, pude ver la enorme confluencia de pacientes de todas las edades —aquejados de diversos malestares que a simple vista no siempre se notan—, meditando, buscando o circulando por los pasillos. Y escuché a una señora de cabellos blancos acercarse a la recepcionista para solicitar el número celular del doctor, pues luego de haber fracasado por segundo día consecutivo en su intento de conseguir una ficha, sólo aspiraba a que pueda atenderla de manera particular, “a cualquier hora que pueda el doctor”, añadió ella con expresión algo suplicante. Me asombré entonces ante la enorme afluencia de pacientes a los hospitales, la gran demanda y al mismo tiempo la insuficiente cantidad de doctores en nuestro departamento más poblado de Bolivia. No siempre está uno tan consciente de esta realidad mientras desarrolla sus actividades entre la casa, el trabajo, los museos y el gimnasio.
Luego pensé que, ante semejante cantidad de necesitados de la medicina en nuestro medio, los filósofos y la filosofía quedamos aún más retratados como saber poco útil o necesario. Me cuestionaba cómo podemos todavía, frente a esta realidad, seguir enseñando filosofía en los colegios a los más jóvenes y continuar hablándoles de lo que estos personajes pensaron desde hace más de cinco siglos antes de Cristo. Conocida es la fama de “sabios despistados” que pesaba sobre los primeros filósofos en la Antigua Grecia, gracias a aquella anécdota que Platón recuerda de Tales de Mileto, el primer protofilósofo de la historia. La filósofa italiana Ilaria Gaspari lo relata así en uno de sus mejores libros: “Se cuenta que una noche, mientras daba un paseo y contemplaba muy atentamente las estrellas, sin fijarse en dónde pisaba, Tales tropezó y cayó en un pozo. Por desgracia, en las inmediaciones se encontraba una joven sirvienta de Tracia que lo vio acabar patas arriba y, evitando del todo echarle una mano, se echó a reír de él, que se dedicaba con afán a intentar conocer las cosas del cielo, pero no veía nada de lo que tenía delante” (Ilaria Gaspari, Seis semanas con los filósofos griegos).
Retornando a la pregunta sobre la necesidad de la filosofía en los colegios, la respuesta me vino rápidamente como un relámpago: si la filosofía existe todavía es porque es una opción de salud. La filosofía será necesaria mientras continúen existiendo la enfermedad o la estupidez o la esclavitud en el pensamiento, o el descontrol respecto de las propias pasiones, etc. El primer gran filósofo, con nombre en mayúsculas, es Sócrates, puesto que él retomó las inquietudes de los filósofos (de la naturaleza) que lo antecedieron y marcó el inicio de una nueva concepción para la disciplina, haciendo un giro del estudio de la naturaleza y la cosmología hacia la examinación del sí mismo en el ser humano. Sócrates es el inventor de la ética, y qué duda cabe que abrió una serie de nuevos senderos que no alcanzó a completar en sus casi setenta años de vida, pero que continuaron con mayor o menor precisión los sucesores como Platón y compañía. Lo cierto es que desde Sócrates la filosofía no ha dejado de ser la búsqueda del perfeccionamiento en el ser humano, lo cual no solamente atañe a la mente, sino también al cuerpo y al espíritu.
¡Cuántas de aquellos cientos de dolientes, aquejados de algún mal o que se presumen enfermos de algo, y que hacen fila desde las 4:00 para lograr una ficha de consulta, estarán ahí por haber tomado malas decisiones previas! ¿Cuántas de esas enfermedades podrían evitarse si se condujeran en sus vidas con otra mentalidad? Recordé entonces aquello que los mismos médicos de nuestro país saben muy bien: lo que nos falta es una mayor cultura de medicina preventiva. Más que una terapia, pienso que la filosofía es una aliada de la medicina preventiva. Es todo un asunto de mentalidad y de prácticas que se siguen disciplinadamente, casi estoicamente. En el campo de los deportes, en los altos niveles de competición, puede notarse ya cuánta diferencia hace el tipo de mentalidad entre los atletas, aquello que en el mundo anglosajón se define como mindset. Sócrates salía a las calles, los mercados y otros lugares públicos en la antigua Atenas para interpelar a sus conciudadanos. Uno de los mayores males que nos puede aquejar, aseguraba, es la ignorancia. La mayor de ellas era creer que se sabe mucho sobre algo que en realidad no se sabe bien. Entre tantos que se creían sabios, o se calificaban como tales en aquella época, el más sabio era quien sabía plenamente que no sabía, y en cambio adoptaba un espíritu investigativo sobre las preguntas que lo inquietaban. “Una vida no examinada no vale la pena vivirse”, habría dicho Sócrates entre varias de sus sentencias que todavía retumban con aire de verdad.
Entonces hablé con mis estudiantes y les conté lo que me había pasado. Pero algo tenía que remarcarles: nuestro viaje de visita a los griegos a través de las clases en el aula, no sería por el hecho de que deban memorizar lo que otros personajes ilustres dijeron o enseñaron. Lo nuestro sería un viaje en el tiempo, para visitar a Sócrates y los filósofos helenísticos, mientras efectuábamos una auto examinación paralela. A lo que nosotros tenderemos será también a nuestro auto perfeccionamiento, una vía hacia la exaltación de la virtud. Porque la filosofía cuando se enseña como clases de historia, aburre y resulta casi insulsa para dirigirse a estudiantes en edad de adolescencia y que cultivan como mayor proyecto inmediato el de salir bachilleres. La filosofía debe enseñarse filosóficamente. Esto significa que los contenidos de la materia siempre encuentran asidero e importancia en relación con las problemáticas propias de la edad de los estudiantes. Uno de esos temas comunes por ejemplo es, ¿cómo vencer en un debate a nuestros padres en base a argumentos sólidos?; ¿en qué maneras puedo cultivar la tranquilidad frente a circunstancias que me provocan ansiedad repetitivamente?; ¿qué tipo de dietas elijo para mi vida como soporte para los días de clases que realizo esfuerzo físico y mental?
Para combatir la enfermedad, necesitamos también renovar nuestras ideas sobre la salud en las nuevas generaciones, cultivar culturas de la prevención y de afirmación de la virtud, y esto tal vez tenga mucho que ver con la enseñanza de la filosofía en colegios.