Crónica de una premonición crónica
Este texto fue ganador del concurso interno de crónicas que se realizó en el marco de la tercera versión del Programa Internacional de Periodismo Digital 2023, organizado por Tigo y dictado por la Universidad Austral de Argentina.
El día que la iban a matar, Francisca no se levantó a las 5:30 de la mañana como siempre lo hacía.
Ese lunes lo hizo a las 8:00. Tenía el semblante triste, la mirada perdida y el rojo de su cresta se había convertido en un amarillo cadavérico.
Nadie sabe a cabalidad el día en que uno morirá. Pero ella, tan sensible, lo presentía.
Desde hacía un par de días, la granja se había convertido en un cónclave de extraños personajes, con trajes blancos, barbijos, guantes y botas. Francisca sólo alcanzaba a ver los ojos de los invasores que se movían inquietos, brillaban como linternas tratando de iluminar el lúgubre espacio en el que operaban. Un olor penetrante a creolina, cal y desinfectantes, daban la señal de que el día estaba cerca.
A diferencia de los gallos, que creen fervientemente en sus crestas maravillosas y en su canto, Francis solo podía creer en una sola cosa: era una señora ponedora.
Soy una gallina a carta cabal, se alentaba. Doy vida, pongo huevos doble yema y eso me hace una reina.
Ese lunes, a las 8:00, ingresaron al reciento treinta sujetos y comenzaron a palpar la intimidad de las 1000 gallinas que, asustadas, no atinaban a nada. Arrinconadas, se encogían y se protegían mutuamente. Muchas de ellas aún permanecían acurrucadas en su cubículo, junto a su huevo todavía tibio. El corazón de Francis comenzó a latir intensamente, abría el pico para tomar aire y sus ojos marrones, tan delicados, se movían inquietos. El pánico se apoderó de ella.
¡Ha llegado el día!, murmuró.
Una a una, las gallinas eran inyectadas en sus muslos con un veneno letal. Después de unos segundos, cerraban los ojos, abrían el pico y su cabeza caía inerte. Después, eran apiladas en unos contenedores gigantes, como si jamás habrían aportado con algo en vida.
Un imberbe papanatas tomó a Francis de las alas y le aplicó el veneno. La reina, cerró sus ojos lentamente, abrió su pico y dio su último cacareo. Su frágil cuerpo cayó pesadamente.
Todavía con un huevo en el vientre, o varios, Francis dejó caer una lágrima que se perdió entre sus plumas.
Esa misma tarde del 1 de febrero de 2023, los diarios informaron que, en Cochabamba, Bolivia, habían sacrificado más de 163 mil gallinas ponedoras por un brote de influenza aviar, una enfermedad que afecta a las aves.
Al día siguiente, el precio del maple de huevos se vendió hasta en Bs 32, casi unos 5 dólares. Pero la gente siguió comprando huevos y el Gobierno dijo que el abastecimiento y el precio justo estaban totalmente garantizados.